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Socorro Ramírez O
Aguascalientes, Ags.- 31 de enero de 2017.- (aguzados.com).- El gran día había llegado. Esa mañana no costó trabajo ponerse el uniforme. Aunque Fede hubiera preferido portar “el de soldadito”, ese de su iniciación en la cacería. Pero ¡ni hablar! Sería el del colegio.
Esa mañana no hubo pretextos para no asistir a la secundaria, por el contrario. Fede desayunó gustoso los dos hotcakes que su madre le puso en el plato, les puso sirope de maple en exceso y se bebió con deleite el gran vaso de leche fría. No habló durante el desayuno, acorde con su actitud de unos tres años atrás. “Ensimismado” “cabizbajo” “introvertido”, eran los calificativos con que lo describían no sólo sus profesores y compañeros sino su propios padres, inclusive su tratante: una distinguida psicóloga que de un año atrás lo veía una semana de por medio, sin observar gran avance.
Esa mañana sin embargo, la madre de Fede contempló algo inusual: Fede colocó en la barra donde desayunaba el celular, para escuchar música sin los audífonos colocados en los oídos, y aunque no pronunció palabra alguna, comió sus alimentos con deleite, como disfrutando cada bocado y hasta mecía sus pies enfundados en zapatos tenis al ritmo de la música. Eventualmente levantaba la vista de su plato, para mirar largamente a su madre, como lo hacía cuando era un bebé y Sofía lo arrullaba en sus brazos. Como descubriéndola.
Hubo también algo distinto esa mañana. Fede tomó su mochila y antes de dirigirse a la puerta, abrazó a Sofía por la espalda y dijo no dejes que te trate así ese cabrón ¡Prométemelo! Sofía no alcanzó a reaccionar, pues Fede salió corriendo ante el escándalo que ya armaba el impaciente conductor del autobús escolar, que la emprendía a claxonazos. Sofía se sintió reconfortada y pensó con alegría, que quizá la terapia psicológica comenzaba a hacer su efecto. Que su pequeño Fede dejaba atrás la depresión que se le había diagnosticado. Que quizá sus sospechas sobre su hijo, de que no tomaba la medicación, eran infundadas. Que ¡por fin! Comenzaría a salir Fede del largo silencio por el que había cambiado en un par de ocasiones de escuela. Que quizá, ese día especial –concluyó con gran fe, Sofía- era el principio del fin.
En el transcurso del autobús escolar, Fede; sólo en la parte posterior del autobús miraba la algarabía de sus compañeros sin la impaciencia que le causaba ese bullicio. Ya no los miraba con en envidia por su felicidad. Mejor aún, no sentía absolutamente nada. Se percibía él mismo como en un estado de trance. Sereno. Impasible. Como si viera transcurrir la vida a través de una cámara de video. Como si él no formara parte de la escena, como si sólo retratara lo que ocurría. Como si no existiera.
II
¡Dispara cabrón, que no tienes huevos! Retumbó la voz de su padre Federico grande, en su cabeza. Fede olvidó el temor. ¡Clikc! sonó al accionar la veintidós con que se apuntaba a la sien. Nada pasó. ¡Qué dispares te digo! Volvió a escucharse esa voz en la cabeza de Fede. ¡Clikc! Otra vez. Fue hasta entonces que Fede salió de su letargo. Fue entonces cuando todo se volvió una vorágine de voces, de gritos, de ansiedad, de confusión. Entonces se dio cuenta de lo que había hecho. Entonces y de golpe comprendió que acaba de matar seres humanos; que no se sentía victorioso, sino angustiado; que no se sentía orgulloso sino profundamente conmovido por sus víctimas, especialmente por su dulce y cálida profesora, a quien –ahora lo entendía- le había disparado por lo mucho que le recordaba a su madre Sofía y no deseaba que sufriera como ella.
Fede comenzó a caminar ansioso por el aula, aún con la pistola en la mano mientras sus compañeros se escondían aterrorizados. ¡Se suponía que debían mirarlo admirados! Pero no. Las lágrimas inundaban el rostro de hombres y mujeres. En el grupo de facebook “Hispachan” todos le admiraban y respetaban por ser el único que sabía de armas, por ser el único que sabía cómo matar animales disparando “directito a la cabeza”; inclusive había hecho una novia en ese chat: “muñeca rota” que se sentía protegida por él. ¿Cómo era que en ese momento, nadie lo veía como un protector? ¿Por qué no lo veían como su liberador? ¿Estaba mal lo que había hecho? ¿Por qué a su padre y a sus amigos los hombres rudos, nadie los miraba con el horror, que lo miraban a él?
Fede rompió el silencio de tantos días y comenzó a gritar. Le gritaba a sus compañeros y les apuntaba con el arma, buscando al menos una mirada de comprensión, de compasión, de perdón. ¡Pero nada! Ahí estaba él infundiendo el mismo temor que su padre le causaba; ahí estaba él acorralando como tantas veces lo hizo a sus presas que temblaban sobrecogidas.
Uno de sus compañeros, Felipe; el único que lo había tratado con gran respeto por su devoción a las armas, estaba de rodillas en el piso con sus manos apretando la cabeza, mirándolo desesperado como diciendo ¡Los mataste! ¡Ya la torciste pendejo! Fue hasta entonces que Fede advirtió a sus otros compañeros caídos en medio de charcos de sangre. ¿Eran tres, o cuatro? ¿O más? ¿Quién había sido? ¿Quién los había matado? Fede sólo recordaba haber quitado de sufrir a su dulce profesora ¿Pero a los otros? ¿Qué monstruo habría disparado a Lolis? La niña que miraba a Fede como a un príncipe salido de algún cuento, aunque nunca se acercara a conversar con él. ¿Y los demás? ¿Quién los habría matado y porqué? Fede no era un psicópata, no gozaba con la muerte, sabía que estaba mal asesinar. ¡No podía haber sido él! El se odiaba a sí mismo, pero no a los demás.
III
El pequeño Fede lo entendió por fin. No había sido él quien un par de minutos antes, había asesinado a su joven y cariñosa profesora de secundaria, y a varios de sus compañeros de clase, incluyendo a la niña que lo amaba en secreto. ¡Sólo podía haber sido: el cazador!
El cazador era aquél que con la muerte, liberaba a todos del sufrimiento. Era el liberador de cadenas. Era el que con pericia despedazaba con certeros disparos las cabezas, para dejar volar libres los espíritus… y ahora el cazador venía por él.
Federico volvió al estado de trance. Ya no gritaba y dejó de pasearse nervioso por el salón. Con una serenidad casi pasmosa recargó la veintidós, la primera pistola que su padre puso en sus manos. Sólo puso una bala en la recámara. Esta vez no fallaría. Nada de apuntarse en la sien ¡En que estaba pensando! De un balazo en el cerebro, a través de la boca, nadie se libra.
IV
El pequeño Fede, salió corriendo de entre los árboles llorando; pero para su sorpresa el pequeño conejo blanco ¡no había sido herido! Ahí estaba comiendo tranquilo del montón de alfalfa que los hombres rudos colocaron en medio del paraje. No sangraba, ni convulsionaba, de hecho miro a Fede directo a los ojos con una mirada luminosa, transparente y cómplice. Fede comenzó a correr feliz hacia el bosque, seguido de su pequeño amiguito peludo que saltaba tras de él. El sufrimiento había quedado atrás y ambos se perdieron en medio de la luz de la mañana, entre cantos de pájaros y tenues sonidos de agua, en medio de la calidez del sol y a través de la claridad que los acogía y confortaba.
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Ciudad de México, 26 enero 2017.- (aguzados.com).- Inicia una nueva administración en la Presidencia de Estados Unidos. Donald Trump será el Presidente de este país por los próximos cuatro u ocho años. Los niveles de incertidumbre son inéditos. Su persona, su forma de comunicar, sus declaraciones, su estilo poco predecible generan preocupación en el mundo.
En distintos medios de comunicación estadunidenses un dato ha sido motivo de análisis desde la semana pasada, ya sea porque no tiene precedente o por su consecuencia: el bajo nivel de aprobación del entrante Presidente Trump. Cinco mediciones de distintos medios de comunicación, consultorías y una universidad así lo indican. Todas estas mediciones coinciden. Los bajos niveles de aprobación son históricos. CNN, Gallup, ABC News / Washington Post, Quinnipiac University, NBC News / Wall Street Journal con sus distintas mediciones arrojan un promedio de 41% de aprobación contra 52% de desaprobación para Donald Trump.
Trump inicia su presidencia sin precedentes, con niveles de desaprobación que están por arriba de los niveles de aprobación. En términos absolutos la mayor parte de los estadunidenses reprueba el trabajo de Trump cuando aún no ha empezado a gobernar.
Los porcentajes de opinión favorables hacia su persona son tan bajos como los de aprobación de su trabajo o gestión. Las opiniones desfavorables rebasan con mucho las favorables. Comparado con 6 presidentes anteriores a la entrada de su administración, Trump está muy por debajo de todos ellos. El más bajo o a quien más se podría acercar es a Ronald Reagan quien al entrar a su primer mandato tuvo niveles de opinión favorable de 58%. El 40% de Trump estaría a 18 puntos por debajo del ex presidente más impopular en tiempos recientes de Estados Unidos a la entrada de su cargo. El porcentaje de Trump está a la mitad de niveles de popularidad de Obama.
Una pregunta frecuente cuando se cuestionan o se registran niveles de aprobación bajos es: ¿qué tan necesaria es la popularidad? ¿Cómo opera en términos políticos o de gobernabilidad la alta o la baja popularidad? Es evidente que cerca de una elección la aprobación o popularidad incide en términos electorales. Pero cuando va empezando una administración y se tienen 4 años para gobernar, ¿qué tanto importa?
Las implicaciones de estos números pueden tener por lo menos dos interpretaciones por sus consecuencias. Una es que ante la evidente falta de liderazgo o un mandato débil sus decisiones de gobierno o de políticas públicas en general pueden ser seriamente cuestionadas.
La mayor parte de la literatura sugiere que es un tema de gobernabilidad y de liderazgo. Baja popularidad implica no tener los grupos, sectores o consensos necesarios para implementar algunas políticas públicas o cuestiona la convocatoria para unir al agregado de grupos sociales.
En el caso de Donald Trump es más que evidente que no es popular, sobre todo con los demócratas, las minorías, las mujeres y todos aquellos grupos a los que ha agraviado. Pero por otra parte tiene una importante base electoral republicana, conservadora, de estados de clase obrera, de baja escolaridad que lo apoyan.
La pregunta al final es si esta base le será suficiente para gobernar. Es un hecho que cuenta con las dos cámaras, la de senadores y la de representantes. ¿Es suficiente tener de su lado al legislativo para transitar las decisiones de un gobierno que implican una administración?
Una segunda implicación de estos números cuestiona la autonomía, la fortaleza, la autoridad del ejecutivo independientemente de su popularidad. ¿Qué tanto puede el Presidente entrante forzar las instituciones de tal manera que se lleven a cabo sus iniciativas, sus planes, sus políticas públicas?
Esta lectura inevitablemente lleva a un escenario menos optimista. Es uno de un gobierno autoritario, que ante la falta de popularidad, logra avanzar sólo a través de su autoridad, órdenes ejecutivas. Logra consensos, pero sólo con grupos segmentados. No logra la unidad, pero impone su voluntad.
Este sin duda es el escenario más preocupante. Lleva a un estilo de gobernar autoritario. Lo que Fareed Zakaria, analista político de CNN y Newsweek en un artículo de Foreign Affairs, ha llamado la democracia iliberal. Una que utiliza los mecanismos para llegar al poder, pero una vez en él, impone su voluntad.
Samuel Kernell, académico de la Universidad de San Diego en California, publico después de la administración de Ronald Reagan un clásico de la ciencia política: “Going Public”. En ese libro analiza la estrategia de Ronald Reagan, quien como Presidente para poder avanzar sus iniciativas y cuestionar al legislativo que se oponía a sus políticas, recurría a la opinión pública. Este parece ser el escenario inverso. Una opinión pública que cuestiona el liderazgo del Presidente, pero que tiene legalidad, y apoyo de su Congreso Republicano.
Estos números de aprobación son preocupantes bajo cualquier esquema. Ya sea por la incertidumbre que genera está presidencia en sí misma o porque pueda tomar la ruta autoritaria. Como nunca antes los mexicanos nos tenemos que preocupar por los niveles de popularidad del presidente estadunidense.
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- El índice de aceptación es el más bajo de los últimos 30 años
Ciudad de México, 19 enero 2017.- (aguzados.com).- Este viernes 20 de enero Donald Trump, presidente electo, asumirá el cargo como presidente de Estados Unidos, cuya duración es de cuatro años con la posibilidad de una reelección. Al respecto, diferentes encuestas realizadas este mes en el país vecino, dan cuenta del ánimo social con el que los estadounidenses reciben al nuevo mandatario.
Encuestas realizadas por los medios CNN, The Washingtong Post, así como por la Universidad de Quinnipiac indican que Trump es el presidente que asume el encargo cuyo porcentaje de aceptación es el más bajo registrado.
De acuerdo con la encuesta realizada en enero de este año por CNN [1], el 52% de los entrevistados desaprueba la forma en la que Donald Trump está manejando la transición presidencial, mientras que 40% la aprueba. Si comparamos estos datos con el presidente saliente, observamos que Barack Obama en enero de 2009 -cuando asumió el mandato- tenía una aprobación del 84% en cómo realizó la transición, únicamente 14% lo desaprobaba.
Los datos anteriores son consistentes con los presentados por el diario The Washington Post [2] quien también realizó este mes una encuesta para conocer cómo veían los estadunidenses el proceso de transición. De acuerdo con el ejercicio el 40% de los entrevistados aprueba la forma como Trump ha manejado la transición presidencial, mientras que 54% la rechaza.
Datos adicionales de la encuesta permiten observar que existen opiniones contrastantes entre los ciudadanos que se autodenominan demócratas e independientes respecto de los republicanos. Sólo 11% de los demócratas apoya el proceso de transición de Trump, entre los independientes el apoyo llega a 42%, no obstante, ocho de cada diez republicanos (77%) respalda el actuar del presiente electo.
Gracias a que en Estados Unidos la elaboración de encuestas es de larga data, es posible comparar los datos de Trump con los de seis mandatarios anteriores, The Washington Post retomó las mediciones propias así como las de otras encuestadoras como Gallup para poder hacer una comparación en el tiempo.
Dicha comparación indica que Trump es el presidente con mayores porcentajes de impresiones desfavorables entre la ciudadanía desde 1977. El 54% de los encuestados dijo tener una impresión desfavorable del presidente electo, porcentaje mayor al registrado por George Bush en 2001 que llegó a 36% el cual había sido el más alto.
En tanto, la Universidad de Quinnipiac, indica que la desaprobación de Trump como presidente electo llega a 51% y su aprobación es de 37%. Observamos nuevamente que hay diferencias en las opiniones tomando en cuenta las características sociodemográficas de la población. Quienes aprueban cómo Donald Trump está manejando su responsabilidad como presidente electo son los que se identifican como Republicanos (76%) y personas blancas sin título universitario (49%), mientras que quienes más lo desaprueban son los demócratas (85%) y las mujeres (59%).
Datos de las tres encuestas dadas a conocer reafirman la división que existe entre la población estadounidense sobre las opiniones del presidente electo. Trump llega al puesto con una aprobación menor a la registrada por los mandatarios anteriores y con una polarización social nunca antes vista.
Fuentes:
CNN/ORC.
Entrevistas realizadas a 1,000 adultos realizada por teléfono por ORC Internacional los días 12-15 de enero de 2017. El margen de error de muestreo para los resultados basados en el total de la muestra es de más/menos 3 puntos porcentuales. La muestra incluye 500 entrevistas entre los encuestados de línea fija y 500 entrevistas entre los encuestados de teléfonos celulares.
http://i2.cdn.turner.com/cnn/2017/images/01/16/trump.2.pdf
The Washington Post-ABC
Encuesta realizada por teléfono, del 12-15 de enero de 2017. Muestra aleatoria nacional de 1,005 adultos, incluidos encuestados en telefonía fija y telefonía celular. Los resultados tienen un margen de error de más/menos 3,5 puntos porcentuales.
Quinnipiac University
Encuesta realizada a 899 votantes a nivel nacional con un margen de error de +/- 3,3 puntos porcentuales. Entrevistas en vivo a teléfonos fijos y teléfonos celulares, realizada del 5 al 9 de enero de 2017.
https://poll.qu.edu/national/release-detail?ReleaseID=2415
[1] CNN/ORC Poll. http://i2.cdn.turner.com/cnn/2017/images/01/16/trump.2.pdf
[2] The Washington Post.
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Socorro Ramírez O
Aguascalientes, Ags, 24 enero 2017.- (aguzados.com).- ¡No le gusta! Ya te he dicho que no te lleves al niño de cacería. Tiene pesadillas en las noches. Suplicaba Sofía, la madre del pequeño Federico. Y yo ya te he dicho que lo vas a hacer maricón. ¡Déjame a mí hacerlo machito! ¡Cazador, como su padre! Y Sofía se quedaba callada porque con su marido, Federico “grande”, era por demás discutir; a él le gustaban las armas -de las que tenía muchas- y no había que contradecirle, ni en eso, ni en ningún otro tema porque se ponía mal y le brotaba el carácter iracundo.
Federico “chico”: Fede, como le decía su madre: era un pequeño sensible. Se acurrucaba al abrazo amoroso y en sus ojos brillaba el amor por Sofía. Le dolía el trato déspota de su padre hacia ella y le asustaba el mal carácter de su padre.
Al cumplir los siete añitos, Fede fue iniciado en la escuela primaria, un costoso colegio en Nuevo León, Monterrey. Fede fue iniciado también en la cacería. Su padre Federico lo despertó a las cuatro de la madrugada de un sábado y le hizo vestir un atuendo que al pequeño Fede le pareció “de soldadito”, como esos con los que jugaba antes, en el preescolar. Luego el traslado hacia el campo, en una camioneta repleta de hombres con el mismo carácter rudo de su padre. A la vista del sol naciente, arribarían a ese lugar lleno de árboles, de animales y de vida.
El hermoso conejo de pelo blanco se paró con inocencia en medio del paraje, para comer la deliciosa alfalfa que sería su desgracia. ¡Dispárale cabrón! Escuchó Fede. Confundido el pequeño, creyó que la orden era para alguno de los amigos de su padre ¿Qué no tienes huevos? ¡Que le dispares te digo! El pequeño Fede quedó paralizado, entre el temor a la actitud agresiva de su padre y el miedo a que ese pequeño conejito, que él habría querido como mascota en su casa, fuera alcanzado por las balas de alguno de los feroces amigos de Federico. Así ocurrió, el conejo blanco salió disparado por el aire, entre ramas de alfalfa y chorros de sangre.
El pequeño Fede salió llorando de entre los árboles, para tratar de auxiliar al conejo blanco que convulsionaba en la tierra. ¡Papá, papá, está sufriendo papá, ayúdalo, haz algo! Exclamaba el pequeño Fede con las lágrimas corriendo en su rostro y el alma destrozada por la escena, que a su corta edad, le resultaba lo más crudo y cruel que en su corta vida presenciara. Fríamente, y con un dejo de burla en su rostro, Federico espetó ¿No quieres que sufra? ¡Pues dispárale en la cabeza cabrón!
Fede empuñó decidido la pistola que su padre había puesto momentos antes, en sus pequeñas manos. Controló emociones. Se secaron las lágrimas. Apuntó lo mejor que pudo a la cabeza del conejo herido que le miró directo a los ojos, suplicando por un poco de compasión humana. ¡Pum! –sonó el certero disparo calibre veintidós-; y el pequeño Fede pudo ver en el último instante de vida del animal tendido en el suelo, el agradecimiento… y luego la muerte. Ese día Fede, en su más tierna edad, aprendió que al sufrimiento, lo libera la muerte.
¡Bravo carnal, chingada madre! ¡Ese es mi hijo, putos! Los hombres toscos, amigos de Federico, que habían contemplado la escena con gestos de sorna, ahora se acercaban al pequeño Fede para palmearle la espalda. ¡Hijo de tigre, pintito! –Decían con admiración-. Alguno notó que el pequeño Fede temblaba de pies a cabeza y lo atribuyó al frío de la mañana, así que el pequeño fue arropado con una manta, se le proporcionó una silla de acampar y un gran pocillo de peltre con café negro bien caliente y azucarado. Ese día Fede no tuvo que matar más. Pero a cada sorbo del café escuchaba ¡Pum! ¡Zing! ¡Taca, taca, taca!; seguidos de los gritos y las carcajadas de los atroces que festejaban sus “logros”. Ese día también, Fede aprendió a volverse en sí mismo, “ensimismarse” como se quejarían más tarde sus padres y sus maestros, para no estar presente en una realidad que lastima, que hiere, que duele.
II
La escuela primaria, en el costoso colegio continuó y las “idas de cacería” también. Fede buscaba desesperadamente pretextos válidos para no asistir, tanto a la escuela, como a la cacería. Su madre, Sofía observaba preocupada la desintegración de la personalidad de su tierno niño. ¿Qué te pasa mi amor? ¿Por qué te portas así? Tú no eras así de rebelde. ¿Recuerdas en el preescolar? ¡Todos te querían! Hasta fuiste electo el más popular ¿Ya no te acuerdas? Pero la voz tronante de Federico su padre, se dejaba escuchar desde el segundo piso de la vivienda (el cual estaba, repleto de armas de todo tipo) ¡Deja de estarlo chingando Sofía! Si lo quieren correr de la escuela, que lo corran, para eso hay muchas. ¡Pinche Fede, salió igual de bragado que su padre! Y Sofía volvía a callar, aunque sabía, que la conducta indomable de su hijo, tenía como objeto transmitir un mensaje, gritar desesperadamente algo, pero ella no entendía qué y prefería evitar problemas con su marido ¡Total! Como Federico decía, escuelas hay muchas y con “billete” pues hay más. Quizá, con el tiempo, Fede cambiaría su conducta y todo estaría bien.
III
¡Chingada madre, ya le diste a Gabo, pendejo! Ese día Fede, ya alumno de primer grado de secundaria, no había encontrado pretexto para evitar la “jornada de cacería”; así que no le quedó más remedio que incorporarse al grupo de hombres que ya lo consideraba integrante del mismo; con el añadido que era el orgullo de Federico “padre” y con la salvedad que era el único lugar en que Fede recibía expresiones de cariño (fuertes palmadas en la espalda) de su habitualmente seco y hosco progenitor.
¡Está mal herido! ¡Ya la torciste pendejo! Le gritaba Federico a otro de los hombres rudos: Paco Parra, que en la oscuridad de la madrugada, había disparado contra el Gabo Aviña en pleno abdomen. Cuando Fede llegó a la escena, observó a uno de los hombres tratar de taponar la herida con una chamarra, pero era tarea imposible, casi de inmediato se llenó la prenda de color carmesí.
Gabriel Aviña, miró directo a los ojos del adolescente Fede, y por un instante, el jovenzuelo que se había convertido en un experto en atinar a la cabeza de sus presas, pensó en terminar con el sufrimiento de Gabriel que ya no atinaba a gritar y ahora sólo jadeaba exhausto.
El Gabo, fue subido a un jeep, con todo y la chamarra embebida en sangre, con la que supuestamente se protegía la herida, y el jovencito Fede no volvió a saber de él, hasta que una semana después sus padres se preparaban para asistir a un funeral. Fede intuyó de inmediato quién había fallecido. Pálido y con las manos frías se acercó a su padre y preguntó Papá ¿Irá a la cárcel Paco Parra por matar al Gabo? No digas idioteces muchacho, respondió tan seco como siempre su padre, ¡Mira! Así es esto, a veces el cazador, se convierte en víctima. Por eso estos son deportes de hombres ¡Qué cárcel, ni que una chingada!
A partir de ese día, cesó la actitud rebelde de que tanto se quejaron antes los profesores de Fede. El adolescente entraba en la fase de negación: “esto no es verdad”, “esta no es la realidad”, “yo no formo parte de esto”, o fase de disociación dirían los expertos en conducta. Para un espíritu humano quebrado, es mejor disociarse, divorciarse, separarse de una realidad imposible de soportar.
Continuamos en la próxima.
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Socorro Ramírez O
Aguascalientes, Ags, 17 enero 2017.- (aguzados.com).- Pro homine. Estar siempre a favor de la persona. Eso significa. Primero la gente, luego la gente y después la gente. Algo así como la máxima de Benjamin Franklin sobre la democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Algún columnista, lo entendió en sentido literal y reclamó que a una mujer: Margarita Guillé Tamayo, se le otorgarse el galardón “Pro homine” de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Pero el término debe interpretarse en el sentido hermenéutico en favor del ser humano y sus derechos, ante cualquier interpretación contraria.
Un closeup a Margarita. Hace unos treinta años que el canal de noticias local, el público masculino solicitaba que las cámaras dejaran ver de cerca el rostro de joven estudiante en medios de comunicación. Con su compañera, Ivonne Alfaro, Margarita hacía las delicias de los madrugadores varones y sonreía coqueta, ante la solicitud frecuente.
Una revista, el origen. Luego vino “Mujer contemporánea”, la revista. Creo de publicación mensual, Mujer Contemporánea que se entregaba impresa al público joven, ofrecía temas de interés para las mujeres de la región y de manera particular analizaba situaciones de violencia o discriminación femenil, a manera de mera denuncia pues, era entonces impensable que las leyes individualizaran la problemática, mejor aún: era impensable que las leyes reconocieran como problema, lo que formaba parte de la cotidianeidad: el maltrato, la violencia y el trato discriminatorio; era la época del “es tu cruz”, “es parte de ser mujer”, “hay que mirar para otro lado”, “ojos que no ven” y del ¡sí, me pegó, pero es mi esposo!
Una pequeña esquina. En una casa pequeña, pero de dos plantas, que hace esquina en Zaragoza y Álvaro Obregón, abrió el primer albergue para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, Margarita Guillé Tamayo. Mira Coco –me decía orgullosa- la joven activista, aquí está el área de juegos para los niños; estos son los colchones en donde puede dormir la madre con su hijos, cuando corren peligro inminente y debemos sacarlos de su casa; aquí en este escritorio estará un abogado, en ese un psicólogo y allá un trabajador social; ésta es la cocina y el área de lavado. ¿Cómo ves? ¿Qué opinas?
Una acción inusitada. ¿Un albergue para víctimas de violencia intrafamiliar? Pensaba yo, entonces joven diputada federal (la primera por Aguascalientes) y me reservaba mi opinión. No por temor a la acción de protección emprendida por Margarita, sino porque en 1996, no se hablaba de víctimas, no se hablaba de violencia intrafamiliar, no se hablaba de proteger a sujetos en riesgo inminente sustrayéndolos del ambiente doméstico ni de órdenes de protección (restricción).
Me preocupaba Margarita. ¿Qué vas a hacer si albergas a una mujer violentada en su hogar y te llega aquí, al albergue el iracundo esposo? La cuestionaba yo, asombrada. La verdad no lo sé, me respondía, ya lo pensaré en ese momento. Yo miraba fijamente la figura delgadita y el rostro delicado de la activista, con su hermosa y abundante melena rizada, parada en el medio de ese albergue, aún sin refugiados; de ese albergue vacío pero que anticipaba el horror que habría de acoger, y sentía el vacío en el alma de no poder evitar que la valerosa muchacha se atravesara a mitad de una golpiza.
¿Nos ayudas con algo de víveres mensuales? Me preguntaba Margarita, en vez de pedirme vigilancia de alguna empresa privada o mi gestión para que se le brindara protección policial pública ¡No! Le preocupaba a ella, que madres e hijos maltratados, tuvieron algo para comer ¡Ah! y si puedes, -me decía- algunos juguetes para los niños. Esa era Margarita: estar siempre a favor de la persona (pro homine).
El galardón “Pro homine”. Al término de mi legislatura, perdí de vista a Margarita. La llegué a encontrar en un par de ocasiones en el entonces Distrito Federal donde ambas radicábamos. Y no supe más de ella, hasta que en diciembre pasado recibió un reconocimiento otorgado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
En la ceremonia de entrega me enteré, que Margarita Guillé Tamayo es fundadora de la Red Interamericana de Refugios; Que ha dado conferencias y talleres en Islandia, Austria, España, Italia, Inglaterra, Honduras, Argentina, Guatemala, Ecuador, EUA y Holanda.
Supe también que ha colaborado con la OEA y que actualmente produce un documental sobre violencia contra mujeres y niños en contextos de conflicto armado, crimen organizado y migración, con la Agencia Internacional para los Refugiados de Naciones Unidas.
¡Ja! Pensé entretenida: yo preocupada en 1996, por gestionarle a Margarita seguridad privada para ella y sus refugio, y ella hoy metida en medio de conflictos armados y crimen organizado, para defender a sus mujeres y sus niños. Seguro que los dos guardias de “Omega” que yo pudiera pagarle, no le servirán de mucho, reflexioné entre divertida y alarmada.
Margarita: La fuerza de la fe. No me acerqué a saludar a Margarita, en la ceremonia realizada el pasado mes de diciembre de 2016, en el vestíbulo de Congreso del Estado. No sabía que decirle. La verdad es que habría tenido que confesarle que cuando la vi parada en medio de su primer refugio en 1996, treinta años atrás; creí que su sueño no se cristalizaría, supuse que al recibir a la primer familia en plena crisis, ella se daría cuenta de la titánica tarea que se echaba a cuestas con tan corta edad, anticipé que esa mujer de aspecto frágil y notoria belleza, terminaría dedicada a sus propios hijos, lejana de todo el horror y la cruel realidad de la violencia atestiguada en hogares ajenos. Pero no fue así. Quizá reflejé mis propios temores, en quien no los tenía; o quizá los tenía, pero su fe era más fuerte que ellos. Su fe era más fuerte que ella misma.
Imagino a Margarita, en medio de un campo de batalla; tal y como hace treinta años en el vacío de su primer refugio. Presta para acoger a las víctimas: mujeres y niños; preocupada como entonces, por la seguridad de las víctimas… y no por la de ella misma.
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