
- Fetiches: todo valor social convertido en mercancía
- Revolución permanente
Jorge Varona Rodríguez
Aguascalientes, Ags, 13 de febrero de 2025.- (aguzados.com).- La humanidad es su historia, sintetiza ahora lo que ha evolucionado a lo largo de milenios. En el seno de esta dialéctica se explica por qué, incluso en esta era de la postmodernidad y la posglobalización ha revivido el capitalismo salvaje, perviven pueblos en la pobreza extrema, o en países desarrollados subsisten seres humanos y comunidades que padecen hambre e injusticia.
Por qué, pese a todo, persiste la sobreexplotación del trabajo y de la naturaleza; por qué el tenso enfrentamiento Este-Oeste; la subordinación Sur-Norte. Inconformidad –iracundia, angustia—cuya solución es la lucha por la vía de la violencia, casi nunca de la conciliación.
Contienda contra la dominación económico-social y política tanto en el seno de las naciones como en el ámbito internacional. Es decir, lucha de clases en lo nacional y lo global. La unidad de hierro de las burguesías del mundo, pertrechadas contra la débil e inconclusa unidad de las clases subordinadas.
Los fantasmas de ambición de oro y poder han distorsionado la comprensión de la dignidad humana, sustituida por la ambición de poseer antes que ser. Desde ignota antigüedad, el hombre, como individuo o comunidad, pugna por suprimir las cadenas y las vendas de los mitos, de las falsas creencias, del engaño y manipulación ideológica, a fin de eliminar toda forma de servidumbre (Marx); para decidir ser él en su integridad humana y no sujetarse a otro (Unamuno). Para revalorar y asumir la esencia de igualdad y libertad.
Por todo ello, hoy como siempre, el hombre ha buscado otro orden en las relaciones humanas, en cada sociedad, en el mundo. En el afán (¿ilusión? ¿quimera?) de rescatar la esencia de la dimensión humana y ética de la existencia, así como escudriñar, si las hubiese, humildad y grandeza en un mundo sin corazón.
Observamos a quienes están conscientes de la depredación de la naturaleza y la sobre expoliación del trabajo humano, así como a quienes viven, más allá de la ignorancia, en la dimensión de la indiferencia o la resignación o la pereza moral y mental.
Empero, padecemos gravemente a quienes, teniendo consciencia de todo ello, se oponen tenazmente a verse a sí mismos en el espejo de una realidad que los reprende. En el cambio les va pérdida de la fortuna. Al eludir su deshonestidad temen perder, y con razón, el poder sobre las cosas y sobre los hombres.
A partir del Renacimiento y La Ilustración, al reiniciar el conocimiento metódico del mundo despojándose de fantasmas ideológicos y dogmas, en el afán de reconquistar el valor del ser humano, en el poder de la razón y el poder de su libertad, los pueblos han forjado a lo largo del tiempo, acorde a su horizonte histórico y cultural, trascendentes movimientos de emancipación.
El cristianismo, ciertamente, en su origen enarboló la liberación humana, pero no en este mundo, sino en el más allá. Fue esencial su aportación para combatir la esclavitud (particularmente en Europa), pero, la jerarquía presumió que heredaba el sitial hegemónico del imperio de Roma, en decadencia y, junto con las naciones paganas del norte de Europa, cristianizados por decreto y no por evangelización y enseñanza, erigió una estructura hierática y sumó autoridad eclesiástica y política.
Así, poco a poco, claudicó de su génesis espiritual, y al institucionalizar el clericalismo, no únicamente se vinculó con los poderosos, sino, más aún, se convirtió en un poder de enajenación al convertir el perdón de los pecados en comercio.
Esto fue una de las principales causas de la reforma protestante que elaboró una interpretación de la Biblia diferente a la del Vaticano: Lutero (Alemania), Calvino (Suiza), Bautistas (Inglaterra), Anabautistas o Anabaptistas (Europa Central). Desataron los fantasmas de guerras religiosas. Masacres de católicos y de protestantes.
Al desvanecerse los fantasmas de la Edad Media, con el Estado Moderno se cuestionaron los prejuicios religiosos, pero ha permanecido la colusión Estado-religión en la instrumentalización del aparato ideológico del dominio clasista. Cundió la idea de “Razón de Estado” (Maquiavelo), que fue utilizada por los intereses y a la visión del capitalismo mercantil, la expansión colonialista bajo la forma de mercados nacionales, fuente de explotación de trabajo a escala global y extracción de recursos.
Pese a ello una fantasía se sustituye por otra, y, por ello mismo, sigue vigente la lucha por abolir privilegios y acabar con toda forma de aristocracia económica y política, por restituir a plenitud los derechos humanos, empezando por la libertad, y para que ésta se viva en el único modo en que es posible, en la igualdad; porque el trabajo no sea instrumento de dominación, sino que sirva a la liberación humana ante la naturaleza y ante otros seres humanos poseídos por la ambición de la propiedad y la expoliación de pueblos y territorios.
En la dialéctica de la historia, en el empeño por el cambio radical en lo económico-social y en lo político, los pueblos han avanzado, pero en ocasiones han retrocedido o se han estancado.
El cambio radical, el movimiento revolucionario debe ser permanente (Trotsky), sin pausas, una reforma tras otra, radical, pues de otro modo se tiende al conservadurismo y hasta a la regresión reaccionaria.
Las revoluciones se transforman en instituciones que degeneran en tecnocracia, burocracia esclerótica. Crean sus propios fantasmas, gobiernos de los peores, la prevalencia del dinero que corrompe al poder político.
La superioridad financiera, tecnológica y militar, así como ventajas geográficas, han hecho posible que, así como a nivel interno una clase se enriquece a costa de otras –bajo el amparo del Estado—, la oligarquía de unos pueblos ha logrado mayor prosperidad sobre otros pueblos y las clases subordinadas.
Utilizan a sus pueblos para someter a otros pueblos; para que defiendan y extiendan esa preeminencia económica y esos privilegios económico-políticos.
Lo hacen porque a veces convencen, pero, sobre todo, porque tienen el poder de someter al convertir en mercancía todo valor social, toda obra humana, toda necesidad.