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FANTASMAS DEL SIGLO 21 1/3

 

 

  • Conflictividad global

 

Jorge Varona Rodríguez

 

Aguascalientes, Ags, 09 de febrero de 2025.- (aguzados.com).- En el Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels acusaron el temor de las élites europeas al afirmar que el fantasma del comunismo recorría Europa. Hoy en día, el fantasma del comunismo ni amedrenta ni entusiasma.

Podríamos identificar al menos cuatro “fantasmas” que amenazan a la humanidad en este siglo.

1) La hecatombe ambiental del planeta.

2) El espanto de la plutocracia del capitalismo mundial ante la creciente expansión económica, tecnológica y militar de varias naciones asiáticas, que quizás implique el riesgo de confrontación militar con consecuencias inimaginables. Cuando la contienda económico-comercial no se resuelve pacíficamente –enseña la historia— la guerra es la salida.

3) El tecnofeudalismo. Compañías tecnológicas que “controlan territorios digitales esenciales, como datos y plataformas en línea, fundamentales para la economía y la sociedad contemporáneas”, (Tecnofeudalismo: la nueva era del poder corporativo. Guillerm Pujol/24-3-2024).

4) El fascismo del siglo XXI. “Estado policial global” que rápidamente escala el conflicto sociopolítico. Es la “respuesta neofascista de extrema derecha a la crisis social y económica de la clase trabajadora y a la crisis de legitimidad del Estado que esta crisis socioeconómica ha producido” (William Robinson/La Jornada/6-2-2025)

El “feudalismo tecnológico” es fase avanzada del “capitalismo neoliberal en el cual el poder económico [está] monopolizado en pocas corporaciones … han logrado posición dominante no solo en términos económicos”, sino en cuanto al “control sobre la información y la tecnología, lo que les otorga capacidad sin precedentes para influir en la sociedad” (G. Pujol).

Robinson explica que el neofascismo es el “punto final lógico [de] la acumulación desenfrenada de capital, culminando la contrarrevolución neoliberal”. Debe entenderse [el neofascismo] “en el contexto de la crisis general del capitalismo global y en particular en su dimensión estructural, la sobreacumulación”, con lo cual se consolida “la dictadura del capital trasnacional”, bloque hegemónico que “reúne a la tecnología y las finanzas con el complejo militar-industrial y el capital farmacéutico, las grandes petroleras y el sector inmobiliario”. Polarización política “a medida que el centro se derrumba, con la insurgencia de la extrema derecha neofascista .... La brutalidad absoluta del capitalismo global”

En la transición del mundo unipolar bajo la hegemonía del súper imperio militar, financiero y tecnológico, a un mundo multipolar en el cual crecen y prosperan potencias tanto globales como regionales, surge el espectro de las tensiones y riesgos de guerra, que recuerdan la “trampa de Tucídides” (cuando irrumpe un nuevo Estado con poderío, es inevitable la confrontación con la hasta entonces dominante. En su época, Atenas-Esparta).

En el siglo actual, ha germinado y se ha fortalecido la coalición de un bloque de países (BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con la disposición de no confrontar, pero sí restablecer equilibrio y concierto mundial afectado por la ambición de domino absoluto del dúo anglosajón (EU-Inglaterra). Diversos Estados simpatizan (Iberoamérica, Europa, África), pero, ante las amenazas de la plutocracia violenta e intransigente, se abstienen de sumarse abiertamente. Pero otros se suman displicentemente, como si fuesen los buenos contra los malos.

Al plantear el problema de un nuevo orden internacional, --aunque para diversos analistas se trata de “desorden”, explicable por la ruptura entre lo anacrónico que no desaparece del todo y lo nuevo que está emergiendo (Gramsci)--, en el fondo se cuestiona todo el esquema de principios y de reglas (convencionales, a veces consensuadas y, en otras, impuestas) en las relaciones tanto entre gobiernos como entre pueblos. Más aún, se revisa y cuestiona la concepción del hombre, la sociedad y los valores humanos que provienen desde La Ilustración, las revoluciones burguesas (1688, 1789) y las rebeliones proletarias.

Es la manifiesta inconformidad por la inestabilidad e inseguridad del “orden” de cosas, de los pueblos marginados del mundo que reclaman su sitio para hacer su propia historia en libertad.

Según la cultura “occidental” (referencia ideológica antes que geográfica: eurocentrista y anglosajona), ha predominado la visión del hombre bajo la creencia imaginaria de creer que el pleno progreso (modernidad, globalización), al fin, estaba al alcance de todos los pueblos. Y la fórmula era la economía basada en la panacea del indefinido crecimiento del sistema capitalista (industrial, financiero, tecnológico), en el marco de supuestas igualdades y libertades que facilitarían a las naciones producir, intercambiar y participar, en equitativa correlación. Y como resultado la conjetura de prosperidad material, en el sobreentendido que el bienestar cultural y moral vendrían por añadidura.

La historia ha evidenciado tajante que ese proceso sólo fue ilusión (perversa de un lado, ingenua de otro) debido a que se partió de tres supuestos erróneas. Uno, la reproducción y acumulación de capital (esencia del capitalismo), en la fabricación de bienes y prestación de servicios para satisfacer necesidades humanas y sociales, lo cual por sí mismo generaría desarrollo en el planeta entero; Dos, se consideró iguales –arbitrariamente en función de la ideología y los intereses de las potencias dominantes—a las naciones que eran y siguen siendo desiguales debido a los distintos grados de estructura social, capacidad tecnológica y financiera, consecuencia inevitable de las condiciones de dependencia a la que han sido sometidas. Tres, se creyó libres a quienes carecen de todo, menos de dignidad y aspiraciones de justicia.

Los hechos son patentes. Cuanto era esperanza en el futuro del ser humano y sus valores, degeneró en angustia, inseguridad y frustración. Ni las grandes potencias económicas han logrado resolver las prioridades económicas, políticas, culturales y morales de su propio pueblo. Incluso en el seno de su sociedad, padecen desigualdad, pobreza, incultura, desempleo, marginación. Miserias suyas que traspasan al resto del mundo y hacen pagar a todos los pueblos su consumismo, despilfarro de trabajo humano, energía y recursos de la naturaleza.

El desafío teórico es entender y analizar los desequilibrios en el mundo, el porqué de las injusticias, de las oligarquías financieras, militares y políticas; el porqué del “populismo”, que no es sino mendaz demagogia que pretende encubrir desigualdad y pobreza bajo la apariencia de combatirlas; el porqué del desmantelamiento de la seguridad social, la coacción psicológico-propagandística como instrumentos de la dominación clasista.

 

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