- En política la palabra debe tener coherencia… en ese mérito la palabra asume una gran responsabilidad social
- El “chapulinismo” se muda sin rubor y olvida que el voto ciudadano lo llevó al poder público bajo una idea pactada en las urnas
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 10 de diciembre de 2024.- (aguzados.com).- Jacques Derrida nos testó una sorprendente manera de entender el discurso: la deconstrucción. Un diálogo demanda discursos, posicionamientos, argumentos, motivaciones, fundamentos, para encontrar votos de adhesión.
La política es diálogo, demanda buen uso de la palabra, epicentro de la interpretación “del mundo de la vida”. La vida social demanda toma de decisiones, ruta democrática. Las decisiones adecuadas resuelven problemas y ensayan virtudes. La democracia es el encuentro civilizado de las posiciones, las voces de TODAS las minorías en concierto.
Parte del patrimonio que nos hereda Derrida es que el lenguaje y el pensamiento deben tener una cartografía que muestre sus fines y ubique su transparencia; la razón es simple, en toda narrativa siempre existen contradicciones y ambigüedades.
En política la palabra debe tener coherencia. Gobernantes y líderes son aprobados por la ciudadanía, que son los auténticos políticos, en ese mérito la palabra asume una gran responsabilidad social.
A toda intención deviene una narrativa, como el argumento para hacer ocurrencias: “… fue el mandato del pueblo…”, un pueblo que NO votó. El “chapulinismo” se muda sin rubor y olvida que el voto ciudadano lo llevó al poder público bajo una idea pactada en las urnas. Para los ocurrentes, en esto, no hay “mandato del pueblo”.
Derrida convoca a desestabilizar las estructuras ceñidas a opuestos binarios como noche-día, mente-cuerpo, bueno-malo…, estos contradictorios generan problemas, incomprensiones intelectuales, rutas narrativas sin base sólida, da lugar a ideologías amenazantes, dogmáticas, despóticas... Su pedagogía nos demuestra que en todo texto sus palabras, frases, oraciones, no son estables. En ellas debe operar la verdadera transformación, el texto y su circunstancia siempre son variados y abiertos, hospedan las interpretaciones. Funciona la paridad, no hay primacía de palabra ni de pensamiento, ni uno se subordina al otro, cada una tienen su propio valor, circunstancia y posibilidad hermenéutica.
Deconstruir la política, demanda revisar, analizar, desmantelar, estructuras y supuestos gubernativos. Veámoslo así, los conceptos opuestos si los deconstruimos encontraremos su contrariedad, no son fijos, ni naturales, más bien construidos con fines manipuladores dogmáticos con un espíritu inconsistente. Si no dejamos los efectos de esa dualidad seguiremos en la lógica de jerarquías, es decir, privilegios conceptuales de unas narrativas sobre otras, excluidas, marginadas…, la sociedad demanda solución a sus problemas, en esa partitura todas las voces coherentes valen igual.
La filosofía derridiana nos permite ubicar las contradicciones que los discursos políticos llevan en sus tensiones, rigidez, incoherencia, que desvelen el rostro oculto de las intenciones e ideologías políticas; enseña a indagar el significado y su fluidez, revisa cómo varía a partir del contexto, de la circunstancia, para lograr la interpretación.
Para la deconstrucción los términos de las arengas no tienen significados fijos y absolutos, no importa si son hablados o escritos, juegan un rol crucial. El desafío es explorar cómo ambos modos de comunicación configuran la política. Analiza no solo los dichos que brotan de sus voces como racimos, sino cómo se dicen y las incompatibilidades de esas elecciones retóricas.
Es imperativo que gobernantes y líderes reflexionen antes de comunicar para entender cómo operan las estructuras de poder y significados en la política. Insisto, las entidades de interés público abdicaron en serlo, entonces la opción ciudadana deberá prepararse para entender e impulsar un renacimiento de la cultura y ética política.
La intolerancia e imperativo ideológico deben tener una crítica más amplia, fundada y motivada. La idea de ciudadanía impulsa una pedagogía pública que erija una distinta manera de hacer política, sustentada en principios creados con calidad, la deconstrucción de libertad de autonomía, de respeto… son fundamentales.
De los principios resultan creencias y valores, sustento de políticas públicas adecuadas. De neoliberalismo, izquierdismo, marxismo, derivan premisas de nuevos contextos. Porqué NO libre mercado si es una circunstancia que como la rotación de la tierra nadie la puede parar. La vida social existe a partir de las reglas del juego: las leyes, de ellas las normas y políticas que conducen a la práctica de las políticas públicas deseables.
El siglo XXI es tiempo para deconstruir narrativas y símbolos de la política, con ello la ruta de la legitimación sostenida con argumentos filosóficos, históricos, científicos…, deconstruir la política para que sea ética para defender supremacía de ciertas ideas sobre otras.
Sin duda, la primera minoría actual con la deconstrucción de su discurso podrá convencer de las decisiones que México requiere. Morena y aliados GANARON, son la primera minoría, es esencial que muestren el modo de la política necesaria en nuevas circunstancias.
La sociedad nacional no está peleada ni con la Patria ni con su existencia. La deconstrucción política impulsará nuevas y vigorosas Políticas Públicas, formuladas por vía de consensos, implementadas, evaluadas. En una nuez: no confundir fuerza política con políticas públicas, una tiene el poder, las otras el arte de la toma de decisiones para mejorar la sociedad.