- El tope del 8% constitucional ordena límites, no derechos
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 23 de julio de 2024.- (aguzados.com).- La democracia se define como un conjunto de minorías. Una escala que va de los más votados a los menos votados. Se trata de una convivencia ética y moral mediante “reglas del juego político”. Un poder legislativo que por vía del diálogo civilizado ejercite un debate, sentido, argumentado, ríspido, veraz…, pero respetuoso.
En el poder ejecutivo con el ejercicio de la política desde el diálogo, la verdad, la exigencia para lograr políticas públicas que demandan las necesidades de la sociedad, sin ocurrencias, sin simulaciones, sin mentiras, sin rencores. En el poder judicial autónomo, profesional, que escucha para sentenciar; una justicia sin ideologías, sin dependencias: que imparta justicia. Lo justo lo atiende la moral.
De la mano poderes públicos y el conjunto de minorías. Todos juegan en la democracia un papel estelar. Un abanico que cubra la pluralidad, la diversidad, todas las formas culturales que representan el patrimonio “del pueblo bueno”.
Ese concepto que no dice nada, pero suena bonito desde los discursos, ese pueblo que demanda respeto y defensa de los derechos humanos y de los derechos de las minorías. Otrora, se llamó a la mayoría como “regla de oro: ¡las mayorías mandan!”, lamentable predicado; en la democracia mandan los acuerdos cotidianos que atemperan los conflictos.
La opción más votada el 2 de junio pretende acogerse a esa regla de oro, asumir la prepotencia y despotismo propio de políticos dictatoriales, líderes sin imaginación política. Cuando se ama la política se tiene un mundo de posibilidades dialógicas que garantizan la satisfacción de las decisiones. No se pude olvidar que las minorías son esenciales en la influencia de la sociedad en su conjunto, en su vida compartida.
Es la política la que atiende los retos y desafíos propios del relajamiento de las reglas de convivencia; por ello el poder legislativo demanda ser un poder profesional, con carácter, con virtudes, digno de ser una representación popular.
Es preciso no caer en la tentación de “izquierdas dictatoriales”, una ideología presumiblemente materialista que optan por ejercer el poder logrado democráticamente de una manera autoritaria. Esta visión “del mundo de la vida” es mal vista por “el pueblo sabio”.
La política de avanzada, de orden científico, con fundamentos ético-filosóficos…, no se ha dado cuenta que el “proletariado” de 1848 y el de 2024 son totalmente distintos, ni el nombre queda, pues el Estado Democrático de Derecho, ha impulsado mandatos constitucionales y leyes que amparan y benefician a los trabajadores, que hoy son esquilmados por el régimen fiscal al que son sometidos.
Los emprendedores, denominados “capitalistas”, forman parte de “las masas explotadas” por incoherencias, inconsistencias, ocurrencias, de gobernantes que, ganadas las elecciones, “el pueblo sabio” pasa a ser lo menos importante. ¡Pruebas!: la dignidad atropellada, mancillada, humillada, en el tránsito por nuestros caminos, franquiciados a los violentos; un abanico de impuestos desproporcionado para “bienestar” de los improductivos...
“La izquierda política” abarca muchas posiciones que abrazan la igualdad social en atmosferas democráticas con repulsión a sistemas dictatoriales, radicalismos que van en las avenidas del autoritarismo hasta corrientes fundamentalistas.
La izquierda del siglo XXI se debe comprometer con la democracia, es decir, con elecciones libres, en las que el poder público no participe coaccionando el voto de la ciudadanía, sin campañas desde el poder del Estado; la izquierda política ética respeta y empodera las acciones legislativas mediante reformas progresivas con consenso social.
Como dice el buen pueblo desde la filosofía popular: “hay niveles”, también en las izquierdas políticas. Rechazar los términos constitucionales para dar paso a retribuciones no consagrados en la norma es un retroceso político.
México ya lo vivió, repetirlo es aceptar que el 2 de junio expidió un cheque en blanco, sin auditoría, sin transparencia, sin compromisos... Arrogancia y despotismo son los más grandes enemigos de la izquierda, como lo enseñan las pedagogías de Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro, José Gaos, Carlos Pereyra, Vicente Lombardo…
Un millón y medio de mexicanos no pudieron corromper la jornada electoral de junio pasado, ellos fueron la autoridad genuina, es la ciudadanía la que organiza las elecciones, las instituciones administran el procedimiento y la justicia electorales; se dio una gobernabilidad en la transición de la jornada democrática, una columna para el desarrollo sostenible y la seguridad nacional.
En ese escenario es “imperativo categórico” que gobiernos, actores políticos y sociedad civil constituyan un equipo nacional para atender los déficits de seguridad, educación, economía, salud, relaciones internacionales… y, diseñar el proyecto de porvenir de un pueblo unido con gobernabilidad como equilibrio entre lo que demanda una sociedad y lo que el sistema político del Estado puede ofrecer.
La representación proporcional integra a las minorías para ocupar la tribuna legislativa en la que están los más votados.
Democracia es que todas las voces debatan civilizadamente. El tope del 8% constitucional ordena límites, no derechos.