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¡EL 2 DE JUNIO ES LA CLAVE!

 

 

  • Las declaraciones patrimoniales son una muestra didáctica de la mentira

 

Ignacio Ruelas Olvera

 

Aguascalientes, Ags, 23 de mayo de 2024.- (aguzados.com).- En el fragor de las campañas electorales el verbo adquiere dimensiones desproporcionadas, una de las rutas es el engaño.

Excitar a los electores a dar por válida información falsa, construida en una narrativa que ilumine la personalidad de candidatos e ideologías. Engaño, [https://ladefinicion.com/engano/] palabra que proviene del latín, del verbo “ingannare”, que entendemos como confundir.

Lo aplican en campañas para engañar, ironizar y basurear personas de pensamiento diferente al oficial. Es el caso de dar a la mentira un crédito de verdad, con ello producir espejismos. Como lo hemos padecido en los últimos años.

Mentir es una forma muy común de engañar. Lo revisamos en los discursos, las narrativas, los mensajes, los debates de las campañas. Las declaraciones patrimoniales son una muestra didáctica de la mentira, generalmente esconden patrimonios para izar una bandera de honestidad. Después el Estado de Derecho debiera arriarla.

Es común se inventen biografías “de película” como argumento “de buena onda”. Se trata de una desatención y suspensión de información, hecho que cubre oscuramente las verdades, ocurre en la disputa por la presidencia de México, han querido transformarla en “la campaña” de una candidata para que “el pueblo bueno” dependa de una sola narrativa engañadora.

Es preciso tener cuidado pues la trampa amanece temprano por vía de narrativas embusteras. El orador único se denuncia en su discurso corporal, también con sus elocuentes silencios a conveniencia. La paradoja es que gobernantes y candidata se mientan así mismos.

Constituyen problemas de delirios de tipo narcisista en este proceso electoral concurrente en que están en disputa 20 mil 708 cargos de elección ciudadana. Las atmosferas mediáticas de campañas parece que pierden el control al grado de paranoia, trastorno del pensamiento, en consecuencia, el discurso se ve afectado por afirmaciones extraviadas por creencias delirantes.

La distorsión de los significados de los valores mediante definiciones oscuras y complejas como la desconfianza, delirio de persecución, negatividad en sus entornos, conspiraciones, zozobras, ambiciones… La auditoría ciudadana debe ser inconmovible, se trata de que a partir del 2 de junio se muestre un buen proyecto nacional.

En la auditoría intelectual, en el desempeño de gobernantes, ¿los signos han creado verdades y exigencias de beneficios colectivos en lenguajes lúcidos y honestos, el tribunal que cada mañana sentencia y perdona es bueno para el país? ¡La respuesta es NO!

La auditoría emocional, ¿las narrativas han explotado hasta el extremo la afectación de las emociones de conmiseración, manipulación, perdón…?, los abusos ideológicos son inobjetables. ¿Será de “izquierda” no lograr la emancipación de la sociedad en todos sus órdenes, ser autoritarios con un poder unipersonal, la desinstitucionalización, pretender una sociedad homogénea y no diversa, pretender concentrar el poder en un solo partido… está a flote una transformación imaginaria? ¡La respuesta es SÍ!

La auditoría de la realidad, “neta”, ¿hay seguridad, se impidió la violencia, se combatió la corrupción, no existen homicidios dolosos?, ¡que no son pocos!; ¿en los indicadores especializados México goza de buenos lugares?; ¿la impunidad logra impedirse?, ¿se atendió científicamente la pandemia Covid19, a los niños con cáncer, tienen seguridad social más de 50 millones de personas?, ¿se distribuyó la riqueza?, un largo etcétera. ¡La respuesta es NO!

En días pasados Otto Granados Roldán realizó una auditoría como ciudadano de la República que compartió en Líder empresarial, además en redes, concluye: “… Ante esta realidad inobjetable, la pregunta clave es si esto es normal. Si es normal que haya tantos muertos, tanta inseguridad, tanta violencia, mala educación, mala salud y un largo etcétera. Si es normal que un día un familiar nuestro desaparezca o sea asesinado. Si es normal que nuestros niños no aprendan lo básico en la escuela. Si es normal que no podamos llevar a la pareja o al hijo a un hospital decente y equipado. La respuesta categórica es que no. No es normal, no es tolerable, no es aceptable. Y por mero sentido de sobrevivencia es urgente cambiar para bien.” (“¿México está hoy mejor o peor? La hora de cambiar”)

Salgamos de los síntomas de debilidad mental y de valores que nos han querido inocular desde el Alcázar de Tenochtitlan.

El diagnóstico es claro, una desconfianza descomunal hacia los mexicanos. Los delirios de ser atacado por un enemigo que la narrativa inventó en la inverosimilitud. Una hermenéutica negativa de los hechos y discursos de los demás.

Denunciar sin prueba algunas conspiraciones como los organismos constitucionales autónomos. Mostrar un discurso corporal de angustia e intranquilidad. Una paranoia divulgada día a día: la susceptibilidad en la vida nacional, sustentada en mitomanía, seudología fantástica, “creer en sucesos como realmente sucedidos”.

Hemos vivido la mentira cotidiana de alborada con motivos y objetivos, misión y visión de poder y más poder; padecemos narcisismo de mejorar la imagen.

 

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