- “La democracia es el único ambiente digno del hombre, y en donde pueden desarrollarse los pueblos”: Gumersindo Magaña
Francisco Javier García Zapata
Aguascalientes, Ags, 23 de mayo de 2024.- (aguzados.com).- Cuando miro el largo desfile de poderosas camionetas del año que encabeza la candidata morenista Rocío Nahle en su recorrido por el Veracruz que quiere gobernar, no puedo sino evocar aquella campaña de 1987-1988 en que tuve el privilegio de acompañar a Gumersindo Magaña Negrete en su búsqueda del voto para la Presidencia de la República como candidato del Partido Demócrata Mexicano, “el del gallito colorado”.
El potente paso de esos tantos y costosos vehículos de la multidenunciada por corrupción candidata de Morena hace suspirar a mis recuerdos, y me lleva a casi 40 años atrás. (Menos, 36-37, me corrige mi hija menor).
¡Ja! Suspiro. Claro que no es ni por la marca, ni el modelo ni el tipo de vehículo. Tampoco por el monto del presupuesto, el número de acompañantes, propagandistas y guaruras. Menos por el despliegue de propaganda. Y mucho, mucho, menos, por los señalamientos de corrupción.
Déjenme contarles que fui el jefe de prensa del licenciado Magaña. Y en tal virtud me ocupaba, entre otros quehaceres, de trasladar a los reporteros que cubrían las actividades del candidato.
Era 1987-1988 y yo manejaba un guayín Rambler 1981, con la cual recorrimos prácticamente todo el país. El candidato, su coordinador de campaña --el bien recordado Baltazar Ignacio Valadez, fundador asimismo del partido-- y el hermano de Gumersindo, quien fungía como secretario particular y chofer, se desplazaban en otra Rambler similar, (Que no venga AMLO a contarles que él fue el primero en andar “rancheando” por carretera, porque incluso seis años antes que Magaña hizo lo propio Ignacio González Gollaz -RIP).
Pude quizá haber estado en la campaña del licenciado Salinas de Gortari, en la que mi homólogo fue Otto Granados Roldán, apreciado y respetado amigo excompañero de secundaria en el Colegio Portugal. El también excompañero Fernando Palomino, a la sazón titular de Turissste, si recuerdo bien, me dijo a la salida de un evento en Palacio de Gobierno, reporteando yo para El Heraldo, que fuera a con Otto para sumarme a su equipo. Agradecí la invitación, pero tuve que declinar porque ya había aceptado la invitación de Baltazar Valadez, y porque adicionalmente yo me sentía más identificado con el Partido Demócrata Mexicano, que quince años antes había ayudado a conformar en varios estados del país.
Cómo no suspirar cuando leo que la candidata Sheinbaum postea el 21 de mayo (por cierto, cumpleaños del estimado Fernando Palomino, a quien le mando un fuerte abrazo), en X que dice: “Estamos finalizando la campaña, recorreremos 14 estados en 8 días, hoy en Durango, más tarde volamos hacia Sonora; y mañana en Chihuahua”, cuando yo me llevé más de medio día en un viaje en Oaxaca, sin dinero suficiente, sin “Google maps”, GPS, celular y sin compañía… porque me quedé en la capital para enviar la información a los medios mientras la caravana avanzaba hacia Puerto Ángel. Sí, hoy se hacen unas seis horas, pero en aquel entonces…
Cómo no suspirar cuando con Magaña (que en merecida Gloria esté) nos llevamos casi un año en recorrer palmo a palmo el país, un país que deseábamos mejorar, en el que aspirábamos a establecer un “orden social cristiano”, un régimen comunitario, un gobierno inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia.
Fueron valerosos los reporteros que nos acompañaron, sin chayote de por medio, y en la mayoría de las ocasiones con gastos pagados por su empresa. De manera permanente: Jacinto Noé (QEPD), de Excelsior; Eduardo Correa Plata, de El Universal; Juan Antonio Román, de La Jornada. Intermitentemente, Rebeca, de Unomasuno; Alfonso, de Ovaciones. Un par de veces, Federico Campbell (QEPD) de Proceso. Nunca, los de televisión. Gracias a Dios eran desconocidos el nombre y lo nombrado: “redes sociales”, “influencer”. Y hasta “la mafia del poder” tenía otro nombre y otros actores.
He seguido con mucha atención la actual campaña electoral, especialmente la presidencial, dada su particular trascendencia. En el tintero de las buenas intenciones he dejado algunas crónicas, imaginadas con la cercanía que permiten las actuales tecnologías, y con el único interés de mantener activas la mente y, a veces, las manos.
Las comparaciones son inevitables con otras épocas, otras campañas, otros candidatos, otras circunstancias. En especial con la que me tocó vivir de manera muy cercana y de la que compartiré algunos recuerdos más que todo con el afán de reivindicar a compañeros y sus luchas por la democratización del país, y que no han sido valorados debidamente.
Es de justicia hacer saber que no fueron sólo las fuerzas de izquierda las que empujaron los cambios registrados en el país, ni las únicas que protagonizaron memorables episodios. Y, ¡qué cosas tiene la vida, hoy un sector de la izquierda nos quiere llevar de regreso a lo peor del pasado!
Hay algunos hechos que me impulsaron a meterme en los almacenes de la memoria, para señalar que quizá estábamos mejor cuando estábamos peor, por lo menos tomando en consideración lo acontecido en estos seis años, y frente a la amenaza que se levanta en frente.
Pero no haré crónica, ni columna ni editorial. Sólo compartiré algunos relatos para establecer puntos de referencia. No hay un orden específico, y menos cronológico. Ahí iremos bordando sobre la marcha y sobre los acontecimientos.
En algo hay que entretenerse mientras llega el 2 de junio para acudir a aportar nuestro voto para rescatar a la nación.
Y déjenme decir que me da mucho gusto estar ahora del mismo lado que Otto Granados, 36 años después de que tuvimos un cargo similar, con desenlaces por supuesto bastante distintos en la vida de cada uno.
Sin embargo, hay que reconocer que a pesar de todo el país tuvo en el gobierno de Salinas de Gortari importantes avances que a la fecha prevalecen, como el Tratado de Libre Comercio o el restablecimiento de las relaciones con El Vaticano, la entrega en propiedad de tierras a los campesinos...
Lo cual me lleva a reiterar que, en efecto, estamos peor ahora que cuando supuestamente estábamos mejor.
Quién iba a suponer que el esfuerzo por democratizar el país nos iba llevar a donde estamos hoy, con el alto riesgo de empeorar. ¡Qué puertas abrimos! El peligro es que esas mismas puertas por las que suelen entrar las dictaduras, de hombres o partidos, las cierran luego con gruesos aldabones para los demás.