- Alito se afana en lograr que su mezcla de engrudo boludo pegue sobre el plástico
David Pérez Calleja
Aguascalientes, Ags, 22 de noviembre de 2023.- (aguzados.com).- A mi amigo Alito, dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional, campechano político favorito de la señora Layda Sansores, me parece que se le hizo bolas el engrudo.
Es evidente que Alito, en su juventud, jamás recibió las más elementales lecciones de un Iniciado en el arte del engrudo ya que se afana en lograr que su mezcla de engrudo boludo, pegue sobre el plástico.
El partido tricolor sufre el mayor espasmo desde aquél 18 de enero de 1946 cuando tuvo su tercera transformación. Hoy, con la evidente expulsión, abandono o salida silenciosa o estridente de miles de militantes se ha confirmado la teoría de Antoine-Laurent Lavoisier, quien comprobó que “la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.
Así las cosas, podemos suponer que La Cuarta Transformación (4T) es apenas un resumen natural de la teoría química de Lavoisier: se confirma así que: “nada se pierde sólo se transforma”.
Un buen Engrudo requiere del profundo conocimiento de los secretos del arte.
Preparar un pegamento uniforme de engrudo sin dejar bolas es objeto de la enseñanza. Los propagandistas juveniles que fuimos Iniciados en profundos secretos del arte del buen engrudo, recibimos enseñanzas teóricas y prácticas de campo impartidas por los más grandes maestros. Por tal razón, sólo los Iniciados en aquél hermoso arte tenían futuro en las misiones casi imposibles de hacer alquimia en las actividades políticas.
En mi juventud entendí que el buen engrudo es la primera lección de honor y lealtad política. Aprendí cómo y dónde pegarlo y cuándo y dónde no hacerlo. Manipulé los diversos materiales que se deben utilizar y cuáles desechar. La única condición impuesta por grandes maestros consistía: ¡en lograr que no se hiciera bolas el engrudo!
Así salimos a las calles de los barrios más elegantes o pobres de la gran ciudad y unos cuatro solitarios bachilleres pegoteábamos perfectamente decenas de carteles en paredes y postes a diestra y siniestra durante las más oscuras noches de la represión callejera del “mal gobierno” en los años setenta.
Nuestras brigadas CeCeHacheras estaban integradas por estudiosos rocanroleros aspirantes al grado de grandes maestros que debido a la verdad política nos había reclutado. Muy alegres y ufanos cargábamos las brochas y cubetas rellenas de engrudo, con la misión de pegar cientos de carteles en nuestras jornadas nocturnas acompañados de buena música.
Todos sin excepción y a diario, recibíamos una beca financiera que apenas cubría el costo de la harina necesaria para una buena calidad de producción, la movilidad, alimentación y las motivadoras caguamas de Carta Blanca.
Nuestro activismo en el engrudo exaltaba las fotos del Che, Mao, y Fidel (el cubano), mientras protestábamos rebeldes contra el mal gobierno, los yanquis, la represión y condenábamos a los milicos del Echeverriato y su banda de cínicos pillos nacionalistas.
Bien a bien jamás supimos quien pagaba nuestras becas, lo correcto era no preguntar, sólo callar y recibir el billete para cumplir la tarea con plena convicción ideológica de una incipiente izquierda comunista.
Así la misión se cumplía entre sorbos cheleros y porros de yerba mala que algunos del grupo consumían y compartían con su apestoso humo al resto del grupo.
Suponíamos que el dinero provenía de políticos enemigos del Echeverriato de aquélla época como la transnacional KGB de la idealizada Rusia comunista de Nikita Jrushchov, tal vez ellos buscaban realmente debilitar o amenazar al poderoso PRI de Echeverría y López Portillo y obtener algunos privilegios extraterritoriales para los sucesores; o quizás, los dólares que cayeron en nuestros bolsillos llegaron desde Washington, a través de algunas de las fundaciones caritativas leales a la CIA de Kennedy y sucesores, quienes años después impusieron el modelo de desarrollo llamado Liberalismo Económico y más tarde el Neoliberalismo hoy tan vapuleado.
No fuimos bachilleres tontos y mucho menos ingenuos, éramos simples artistas del engrudo y nos divertíamos al producir altos grados de adrenalina durante nuestras noches de aventura y la beca nos ayudaba a soportar nuestras carencias financieras y sentirnos parte de un privilegiado grupo revolucionario. Además, disfrutamos aquellas grandiosas devaluaciones Lópezportillistas y Delamadridistas, dinero había, servía para poco, pero había.
La diversión concluía de madrugada, o más bien, cuando nos correteaba alguna autoridad policiaca y cargaba con los más lentos y desafortunados compañeros que arrestados soñaban con llegar a ser diputados, senadores, y gobernadores en aquellas noches de celdas frías y desayunos de frijoles y tortilla en compañía de potenciales malandros, clientes frecuentes de las celdas, que se alimentaban diario en las mortajas policiacas que el régimen populista y nacionalista de Echeverría había equipado para reprimir toda manifestación de inconformidad social.
Al día siguiente, volvíamos alegres a nuestras aulas esperando que ninguno faltara a clases y así entre risas incontenibles compartíamos nuestras experiencias de adolescentes convertidos muy pronto en presos políticos.
Esa es una historia del buen arte del engrudo. Yo la cuento como una lección de vida y para reconocer que gracias a las invaluables enseñanzas de los grandes maestros CeCeHacheros, ¡a los Iniciados jamás se nos hizo bolas el engrudo!
Con tal experiencia adquirida en campo del arte del engrudo y cumplidos los dieciocho años, algunos compañeros de lucha ya maduros y suertudos fuimos a la UNAM y nos afiliamos al poderoso gobernante Partido Revolucionario Institucional; aquella Institución política que diseñó un régimen donde reinó la dictadura perfecta.
Otros, mayormente inclinados a la doctrina del marxismo-leninismo, fueron cooptados por los grandes maestros que tenían sus influencias en la naciente URAP o Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos Patrice Lumumba, la escuela de cuadros para las filas del Partido Comunista Mexicano.
Todos sabíamos ya cómo lograr que el engrudo no se nos hiciera bolas.
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