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Notas acerca de las ideas políticas XXXVII

 

  • Montesquieu (3). Constitucionalismo liberal

Jorge Varona Rodríguez

Aguascalientes, Ags, 30 de octubre de 2022.- (aguzados.com).- El análisis de Sabine destaca que el interés real de Montesquieu (en lo cual coincide con Touchard), “antes que consideraciones empíricas” o histórico-geográficas, era la república de Francia, teniendo como modelo la idealización que se hizo de la república romana. Abrigaba el temor al absolutismo de la monarquía, y supuso que el modelo inglés, o lo que creyó era éste (gobiernos locales, parlamento, nobleza y preeminencia de las libertades), era el adecuado para Francia.

Con la separación de poderes legislativo, ejecutivo y judicial y la existencia de frenos y contrapesos, según atribuyó a Inglaterra, “estableció esas doctrinas como dogmas del constitucionalismo liberal”. Sabine expone los antecedentes de Platón (Las Leyes). [En el libro I, diálogo entre un ateniense y Clinias, afirmó que “inteligencia, justicia, templanza y valentía”, son los fines de la legislación], y Polibio (“para explicar la supuesta estabilidad del gobierno romano”). Así como en la Edad Media existió “la monarquía templada o mixta”, sobre la base de división de poderes. En todos esos casos se partía del principio por el cual se participaba del poder mediante “un equilibrio de intereses y clases sociales y económicos”, ya que “ninguna organización política puede funcionar a menos que pueda dar por supuesta la colaboración y el juego limpio de sus diversas partes”.

En rigor la exposición de Montesquieu fue diferenciar las funciones políticas en legislativas, ejecutivas o judiciales, sin abundar en ello. Tampoco propuso que esa distinción político-jurídica fuese radical o absoluta, dando por supuesto alguna forma de colaboración o corresponsabilidad. La revolución de 1688 instauró la supremacía del parlamento. El “mito” (así le llama Sabine) adoptado por los propios ingleses fue imitado por Montesquieu, quien aprendió de su amigo Henry St. John, Vizconde de Bolingbroke (1678-1751): “por esta mezcla de poder monárquico, aristocrático y democrático, fundidos en un sistema y por el hecho de que estos tres estamentos se equilibran recíprocamente se ha mantenido inviolada durante tanto tiempo la libre constitución de nuestro gobierno” (A Dissertation upon Parties. Carta 13; Craftsman, 1733-34 [periódico inglés también conocido como The Country Journal (El Diario del País, traducido literalmente) se publicó desde 1726 hasta 1752, que principalmente difundió escritos de Bolingbroke].

En su interpretación del liberalismo inglés, rechaza “la virtud” –al igual que Maquiavelo—como fundamento de la política, lo cual tuvo el efecto de “hacer un laberinto de la relación entre ética y política, [y con ello] favoreció una ciencia política que pierde interés en la moral y en el arte de gobernar”. [La moral de la política es su propia eficacia. Razón y acción pragmática de Estado en vez de “arte”].

Montesquieu precisa que la ley en un sentido amplio se refiere a “las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas”. Por tanto, la ley humana debe entenderse desde esa perspectiva [la naturaleza problemática de las relaciones sociales]. Rechaza la concepción de Tomás de Aquino de la ley positiva como una derivación de la ley revelada y eterna [la ley positiva evoluciona continuamente en cada circunstancia histórica por la voluntad humana, así que no emana de inspiraciones sobrenaturales ni es para siempre], y, por el contrario, propone “una ciencia de las cuestiones humanas congruente con la física cartesiana y newtoniana” [racionalidad, no revelación].

De ahí que “la ciencia humana requiere de los estudios históricos … que forman el nexo entre teoría y práctica. La práctica política, o el arte de gobernar, exige que cada sociedad sea concebida y tratada en su peculiaridad … a la luz de su historia”. Por tanto, “el auténtico conocimiento histórico precisa de la teoría o de la filosofía” (Prólogo de Espíritu de las leyes).

Para Montesquieu las estructuras políticas son los medios para reprimir el conflicto social. La razón no constituye el espíritu o mentalidad de ningún pueblo, sino que las naciones viven en función de la pasión y el prejuicio, no del entendimiento (David Lowenthal).

El despotismo existe, acusa, cuando un hombre gobierna de acuerdo con sus deseos sin ley alguna. Despilfarra en vez de usar los recursos de la república en el bienestar de los ciudadanos, a quienes considera súbditos “carentes de virtud, honor y conocimientos”. La población se aviene porque estima la anarquía como mal mayor.

En cuanto a las formas de gobierno, Montesquieu hace una amplia apología de la democracia (desde su perspectiva aristocrática). La democracia exige grandeza moral de sus ciudadanos, siendo necesario que todos participen en la elección de gobernantes y representantes. Asimismo, requiere virtud [el honor corresponde a la monarquía], templanza, valor y ambición patriótica, por lo cual deben evitarse los extremos de pobreza y riqueza, incluso estableciendo límites mínimos y máximos a la posesión de la propiedad.

La democracia también debe ser conservadora, opina, ya que necesita del tiempo libre e independencia económica del acaudalado (Lowenthal). Touchard advierte que Montesquieu era un “aristócrata liberal” y su pensamiento –que “llegó demasiado tarde o demasiado pronto”—fue “adoptado y adaptado por la burguesía que lo dirigió en el sentido de los valores burgueses de la seguridad, la paz, el régimen censitario y el orden [según su acepción de la] moral”.

La sociedad, opina Montesquieu, tiene su origen en la solución de necesidades esenciales como la propia conservación (seguridad personal y pública), seguridad económica y la satisfacción sexual. La virtud, la igualdad y la libertad de la democracia deberían apreciarse como los medios políticos que permitan que tales necesidades sean satisfechas. Así, los bienes humanos supremos son producidos por la acción de los vicios morales y el mejor orden político depende de tales vicios (Lowenthal). (Subrayados míos).

 

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