Daniela Casas
Aguascalientes, Ags, 28 agosto 2015.- (aguzados.com).- Entre el espesor del humo que sale del mole de olla y el olor a tortillas hechas a mano en el comal; en medio de la actividad en la cocina de las abuelas, de las mamás, está el molcajete. Todos hemos visto uno y aunque no todos lo hemos usado, entendemos casi por instinto ésta artesanía y herramienta que nos lega el mundo prehispánico.
Molcajete ¿Qué sería de la cocina mexicana sin esa piedra volcánica? ¿Las salsas y los moles quedarían igual? Definitivamente no, los sabios aztecas lo confirmaron y a la fecha no hay licuadora o procesador que logre lo que el texolotl y el molcaxitl. El origen náhuatl de su nombre nos remite a la acción de triturar o moler alimentos en un artefacto con tres patas, con forma cóncava y un brazo de piedra, que también es conocido como tejolote.
Se sabe de su existencia desde hace 6 mil años y su apariencia o uso no han cambiado, se utilizó en la zona de Mesoamérica y muchas veces se calentaba comida en su interior. Además, como el metate, no se puede utilizar la misma unidad para moler chocolate y chiles.
La piedra volcánica con la que se hace el molcajete en su mayoría viene del pueblo de San Lucas Evangelista en Tlajomulco, Jalisco, ahí también se elaboran molcajetes y metates como en muchos pueblos de Michoacán, Puebla y Estado de México. Para hacerlo, primero se pica la piedra, después se marcan las patas con cincel y martillo, y se ahueca la superficie de la misma manera.
Más que una simple herramienta es una artesanía que ha facilitado la vida de mucha gente, no solo en la cocina, sino en la industria. Los molcajeteros aprenden desde jóvenes las técnicas para picar, grabar y hasta pintar la piedra, las cuales pasan de generación en generación; incluso trabajar las minas para obtener la materia prima es un aprendizaje heredado. Los maestros artesanos tardan de cinco a seis horas en terminar el trabajo, mientras que los aprendices pueden tardar de uno a dos días.
Molcajetes. Antes de ser usados los molcajetes deben ser curados, es decir, se deben tapar los poros por donde pueda salir polvo o desprenderse piedra, y para esto se muelen semillas dentro del molcajete hasta pulverizarlas y se enjuaga constantemente hasta que el agua se vea clara. Después de que se seque estará listo para hacer salsas, moler maíz, chocolate o piloncillo, hacer moles o servir y presentar carnes y mariscos en él.
Los molcajetes, como las recetas, pasan de mano en mano de madre a hija. Es un símbolo dentro de las casas y se ha convertido en tradición a lo largo del tiempo. Es como pasar secretos, alegrías, enojos y lágrimas, es como contar historias una y otra vez que en la cocina se materializan y se convierten en tesoros para nuestros paladares.
Publicado originalmente en
{ttweet}