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“ATENDER LAS CAUSAS”

 

 

  • El recién terminado sexenio, mostró hasta la saciedad, odio, rencor, repugnancia, indiferencia y exclusión de la investigación científica

 

Ignacio Ruelas Olvera

 

Aguascalientes, Ags, 15 de octubre de 2024.- (aguzados.com).- “¡Atender las causas!”, es correcto, siempre y cuando se transforme la realidad en hábitos deseables, valores y virtudes al servicio de la vida compartida. De lo contrario seguiremos en la narrativa de alborada que padecimos.

“Rebelde sin causa”, frase de mediados del siglo XX asignada a la parte más sensible: los jóvenes, cuya percepción de libertad desarrollaban en la medida en que impedían normas, costumbres, medidas, ejercida sobre ellos.

La amenaza sobre sus conductas ofreció más oposición a las normas morales de una generación adulta formada en ambientes escolásticos y raigambres religiosas.

CAUSA, fondo, fundamento, inicio, motivación, … de algo. Una “foto-multa” tiene como causa más velocidad que la permitida. En ese “mísero detalle” tenemos una contradicción a la responsabilidad gubernamental, pues primero es el ser humano, sus derechos, la política pública primero protege a las personas de las altas velocidades, foto-cuidado-a-la-ciudadanía, antes de recaudar.

La causa está más allá que la alta velocidad, en educación vial, respeto a los “Otros”, conductas éticas y morales… En fin, las causas están en un origen más responsable y hondo. La causa da motivo para conducirnos con razón, esto es, nos lleva a las personas al dominio, enérgico y firme en los deseos, mostrar carácter en comportamientos, profesar ante los demás determinadas conductas para lograr objetivos de escudriñar el origen de algo.

El atorrante tema de drogas, violencia, y sus derivados, urge su solución, generaciones completas se lanzan al “basurero de la historia”. Se diga lo que se diga, es un tema multifactorial, salud, seguridad, política, educación, cultura...

Está claro que no basta con incautaciones, detención de personas, destrucción de estupefacientes…, etcétera. En la salud pública está una causa clara en la experimentación del uso y sometimiento de drogas y estupefacientes, heredada o adquirida. No es solución el secuestro institucional de estos enfermos, es preciso reconocer diversificaciones entre sustancias y efectos, para impulsar políticas acordes.

Se requieren indicadores sociales de la salud pública en el centro del debate para lograr soluciones adecuadas con un impacto evaluado para la sociedad en su conjunto. Deberá ser un fin último. Demanda una actitud ética de las políticas públicas más allá de la “chunga narrativa” de buscar votos y culpables en el pretérito, conocer, entender, poder explicar las causas reales de la violencia y su relación con las drogas.

El recién terminado sexenio, mostró hasta la saciedad, odio, rencor, repugnancia, indiferencia y exclusión de la investigación científica. Hoy está nuevamente al servicio gubernamental la investigación científica básica y aplicada, por una razón simple: no es rencorosa, tiende la mano a la oprobiosa ignorancia. Sin ella no se podrá resolver el problema desde sus causas.

Se hace inminente un real combate a oferta y demanda. Para reducir la primera se requieren programas, políticas públicas racionales, coherentes, ética de la responsabilidad.

Atender las adicciones con sus consecuentes humanos, personales y colectivos, institucionales y sus normativas. Para la solución se debe integrar la sociedad civil. Los partidos políticos renunciaron, a pesar del financiamiento público, a ser entidades de interés público, para nadar en las aguas de las franquicias políticas. Es la opción ciudadana, cívica, la que nos queda; deberán ser acompañantes de una política integrada, en ella está la familia, que juega un lugar excepcional en el reparto y la escena pública.

La violencia es un conflicto latente y eterno, siempre está en “el mundo de la vida”, por ello los gobiernos y la sociedad deben tener voluntad de encontrar soluciones que se adecuen a circunstancias de tiempo, modo y lugar.

Evitar el uso y abuso agresivo de poderes que avasallen, sometan e impongan hábitos y conductas. La narcoviolencia es un trauma actual y pretende extender su temporalidad destructiva.

Matan, dañan, secuestran, cobran derechos de piso y benevolencia por vía de la fuerza física; también por faenas verbales y lenguajes corporales que disminuyen a los interlocutores, los empequeñecen en narrativas que los afrentan, ofenden, subsumen, descalifican, basurean.

Verbigracia, lo hemos visto en el congreso de la unión, en sus curules, a pesar de sus presumidos grados académicos y sin estudios, políticos con beca legislativa NO logran mostrar para México, lucidez, congruencia, prudencia, virtudes…

La violencia surge también del mutismo, fanfarronería, comedia, ignorancia, despotismo, incoherencia…; lamentable es que se siguen patrones de los representantes populares. Es preciso revisar la actualidad de la violencia en las foros de lo científico, que lo científico esté más allá de la presunción.

La violencia es un consecuente, cultural, de educación temprana, instrucción áulica, ausencia de hábitos deseables.

Trasciende una enfermedad, es urgente resolverlo, desde los cambios cultural, educativo, ético, jurídico...

Políticas públicas de prevención, trasiego de armas, alcohol, drogas, trata de blancas, tráfico de órganos, desigualdades.

Las becas y merecimientos constitucionales de bienestar no resuelven el problema; serían un detonante si acompañan la transformación cultural y educativa, cívica y ciudadana.

 

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