- Detalles
- Categoría: opinion
Rodolfo Popoca Perches
Recuerdo que antes de que yo iniciara mis aventuras a través de los medios electrónicos, primero en la radio y después en la televisión, era un ávido radioescucha de lo que en aquel tiempo era Radio Casa de la Cultura, prácticamente la única verdadera opción para quienes nos gustaba el rock y que teníamos curiosidad por conocer más, afortunadamente esa estación (yo nunca imaginé que algún día trabajaría ahí, que haría mi carrera en este lugar, y menos aún, que algún día yo dirigiría esa estación de radio junto con Alternativa FM 92.7 que apareció en el año 2000), te decía que afortunadamente Radio Casa de la Cultura contaba con conductores tan enterados en las cuestiones musicales como David García (q.e.p.d.), Pepe Reynoso o Juan Manuel Muñoz con quienes aprendí muchas cosas y descubrí una música maravillosa que nunca me hubiera imaginado.
Recuerdo especialmente una ocasión en que David presentó el álbum Phisical Graffiti de Led Zeppelin, fue una fuerte impresión para mí, acostumbrado a otras cosas más convencionales. El Phisical Graffiti de Zeppelin era diferente, evidentemente las pretensiones musicales del grupo no eran las mismas de los compositores de canciones que hasta ese momento solía escuchar, prácticamente todos los músicos, bandas y solistas, hacían sus canciones buscando, con apoyo de su respectiva casa disquera, que esa canción ocupara los primeros lugares de las listas de popularidad y ya, sin otra pretensión.
Cumplido el tiempo estimado para que la canción mantuviera su reinado en los charts, evidentemente pasaría y entonces se hacía necesario pensar en un nuevo lanzamiento que sustituyera al anterior, así trabajaban la mayoría de los que ocupaban la escena de la música nacional e internacional, situación que hasta la fecha no ha cambiado en absoluto, las fórmulas siguen siendo las mismas.
Pero Led Zeppelin no, ellos no tenían esas pretensiones comerciales, sino que lo que los movía a grabar discos era solamente su amor por la música, el arte por el arte. Evidentemente como consecuencia de ese amor por el arte y a lo virtuoso que eran los cuatro músicos de Led Zeppelin, sus discos se vendían escandalosamente, aún sin la promoción ni los reflectores que tenían otros artistas, Led Zeppelin se convirtió en una verdadera industria que vendía enormes cantidades de discos y que tenían legiones de seguidores que buscaban opciones musicales más serias, no esa música perecedera con una irrevocable fecha de caducidad.
El Phisical Graffiti de Led Zeppelin significó para mí el encontrar una nueva dimensión musical, aunque ya tenía la experiencia de conocer bandas de rock de los años sesentas como The Doors, The Cream, Iron Butterfly, Jimi Hendrix o Bob Dylan que renunciaron a toda obediencia y sumisión comercial impuesta por los sellos discográficos en función de una más honesta y convincente propuesta musical, sin embargo, escuchar este disco de Zeppelin fue una verdadera sacudida, posiblemente porque lo escuché en radio cultural y al mismo tiempo que conocí las verdaderas posibilidades del rock representado en este caso por Led Zeppelin, también tuve la inconmensurable oportunidad de conocer una radio distinta a la que hasta ese momento conocía, en Radio Uva los locutores solo presentaban las canciones, en Radio Casa de la Cultura, más tarde Radio Instituto Cultural de Aguascalientes, encontraba la historia del grupo, las anécdotas, los pormenores del disco, las letras de las canciones y claro, lo más importante, el punto del vista del conductor, cumpliendo así con una de las funciones básicas de la radio, formar opinión en el radioescucha.
De esta manera fui poco a poco formando mi propia opinión respecto a la música, eligiendo lo que me gustaba, y desechando lo que definitivamente no me gustaba, pero no ya de una manera irracional y dócil, solo porque lo dice la radio (comercial), sino con un conocimiento de causa, seguramente todavía insípido, pero finalmente ya había una razón, un justificación. Fue gracias a la radio cultural, y de manera especial, gracias a David García, que yo empecé, primero a formar y a fortalecer después, mis criterios musicales hasta hacerlos sólidos como una roca, hoy no tengo duda de lo que me gusta y porqué me gusta, como tampoco tengo duda de lo que no me gusta y porqué no me gusta, podrás estar de acuerdo conmigo o no en cuanto a mis radicales preferencias musicales, pero al menos tengo un argumento para defenderme mucho más sólido e inteligente que decir: “porque lo dijeron en la radio (comercial)”.
Esos eran los años setentas que yo viví, que considero íntimamente míos, con un paulatino, pero irreversible desprendimiento de los criterios musicales que reinaban en el establishment, fue entonces que entendí que había muchas otras cosas qué escuchar y que paso a paso, disco a disco, canción a canción, fueron dando forma, fueron fortaleciendo mi criterio musical, ya no era fácil que yo cayera en el engaño, entendí que no todo lo que brilla es oro y que es necesario pulir el diamante para apreciar toda la intensidad de su brillo.
Lógicamente al Phisical Graffiti de Led Zeppelin siguieron otros discos igualmente contundentes y, si me permites la expresión, noqueadores, discos que fueron poco a poco enriqueciendo mi muy personal perspectiva musical y que a la postre formaron parte de mi fonoteca. Todos estos discos no son asunto pasajero, sino que son propuestas que trascienden por mucho la simple intención de grabar un disco para que muchos lo compren, para que rompa los records de ventas y alcance las alturas en los charts, más allá de eso, está la intención de hacer buena música, estoy seguro que todos aquellos grandes íconos del rock, ni siquiera pensaron en la inmortalidad al grabar algunos de estos discos, solo es la inquietud característica del creador, del artista, ávido de hacerse escuchar, de encontrar eco en su propuesta, eso y nada más, todas las consecuencias se dan por añadidura.
O ¿alguno de ustedes, gentiles y pacientes lectores, supone que, por ejemplo, Jim Morrison escribió su poema de The End pensando que este texto integraría uno de los mejores discos de los años sesentas y consecuentemente, uno de mejores discos de rock de todo esto que no nos atrevemos a definir como historia o leyenda? Seguramente no, gente como él hacía poesía o escribía música como una verdadera necesidad, como una prioridad para poder sobrellevar la existencia, como una manera de sortear los obstáculos que plantea la vida, ninguno de los grandes artistas que registra la humanidad decidió hacerse músico, poeta, pintor, escultor, bailarín, con el afán de alcanzar la inmortalidad.
Esos, los que inician una carrera en la música, pensando en la inmortalidad, en la trascendencia, son los que generalmente terminan por grabar discos con fecha de caducidad, hacen música perecedera y mientras están en su efímero momento de gloria, les gusta mirar hacia abajo creyéndose en las alturas, pero todo es ficticio, es sólo un espejismo y las caídas suelen ser más duras, entre más alto suben más fuerte caen, a menos que las alturas tengan algún sostén sólido, pero este sostén lo tienen quienes encuentran en el arte una forma de vida y no buscan la inmortalidad, eso, evidentemente, es consecuencia de la creación, de lo contrario esas ambiciones mezquinas terminan por deteriorar y corromper el arte.
Pero el objetivo de las presentes líneas de manera alguna pretende ser una crítica a la industria de la música, de eso habrá tiempo después, aquí el objetivo es revivir y compartir contigo las emociones generadas por la escucha absorta y atenta de algunos de los grandes monumentos que han quedado registrados en documentos grabados, esos que con el paso del tiempo se han convertido en la banda sonora de mi vida, si, ya sé que el término se ha convertido en un lugar común, pero busqué otra manera de decirlo y no lo encontré, es que efectivamente, cada canción, cada disco, cada banda de rock, tienen su momento, su lugar, su circunstancia, hay discos que me recuerdan cosas, personas, momentos, calles, en fin, escuchar aquellos viejos discos de rock es como darte una zambullida en la piscina de los recuerdos de la que cuesta trabajo salir, al salir sientes frío, entonces prefieres quedarte ahí.
Recuerdo algunas de aquellas tardes de principios de los años ochentas, cuando las preocupaciones no van mas allá de aprobar un examen, terminar el trabajo pendiente que hay que entregar el lunes y que solicitó el más estricto de los profes y recuperarse de la más reciente ruptura sentimental, generalmente todas esas cosas se hacen con música, pues si, recuerdo alguna de tantas tardes en donde cansados del siempre fallido y postergado intento de ponernos al día en los apuntes de la escuela, un par de buenos amigos, Antonio Campos y Alberto González Rojas, pero dejémoslo mejor en Campos y Rojas, decidimos darnos un “break” y escuchar un poco de buena música, Campos acababa de comprar un disco de U.F.O. Después, cuando estaba yo más informado, me enteré que se trataba de una edición especial editada como álbum doble de las dos primeras producciones de esta banda.
A partir de ese momento empecé a tener un interés enorme por U.F.O. este es un grupo alemán que proponía un rock sorprendente, cuando escuché aquel disco en la casa de Rojas, desde el momento en que la aguja empezó a recorrer los surcos del vinil, mi todavía incipiente sapiencia musical entendió, sin embargo, que lo que estaba escuchando era música muy inteligente, muy atrevida, nada convencional, ya no eran las mismas baladitas dulzonas de los Platters ni las tonadillas pegajosas de los Everly Brothers, aquí había un compromiso más serio, un rock que si bien, me parecía lejano, ajeno a mis referencias musicales, estaba sorprendido al asomarme a aquel abismo musical al que definitivamente no le veía el fondo. Entonces mi interés musical fue realmente insaciable.
Esos discos de U.F.O tenían canciones muy largas, una de ellas con poco más de 20 minutos de duración, no concebía que una canción de rock durara tanto, pero al mismo tiempo, esto significaba asomarme a un inmenso mar de nuevas posibilidades que cada vez entendía como algo inagotable, estaba realmente fascinado. Creo que el día que me disponga a hacer la lista de mis discos favoritos, tendré que anotar estos dos de U.F.O. Recuerdo que una de las cosas que más me sorprendieron de aquel par de producciones de UFO fue el impresionante trabajo del guitarrista, me puse a investigar y me di cuenta que este músico se llama Mike Bolton, -por favor, en honor a su majestad la música, no confundir con el baladista aburrido que todos identifican como Michael Bolton, nada que ver entre ambos- Mike Bolton, el guitarrista de UFO tiene una perspectiva de la música mucho más ambiciosa, irreconciliable con el conformismo del otro Bolton que arranca suspiros de quinceañeras cantando horribles versiones de canciones exitosas de otros músicos. Lo extraño es que después de ese par de verdaderas joyas del rock, así, simplemente rock, sin etiquetas, el grupo de U.F.O. decidió sustituirlo por un guitarrista más… posiblemente histriónico, que no por eso deja de ser extraordinario músico, el guitarrista en cuestión se llama Michael Schenker que además de su incursión en la banda, desarrollo una impresionante carrera como solista, además de su muy afortunada asociación con McCuley, formando el dueto de McCuley-Schenker, un rock más ligero que el que había logrado en su carrera solista, pero igualmente convincente.
Y a partir de este momento, la bola de nieve ya no se puede detener, va en caída libre y no hay forma de detenerla, conocer a U.F.O. y con la previa y sacudidora experiencia que me había dejado Led Zeppelín, tenía clara la idea de que lo que veía era solo la punta del iceberg y que había una profundidad inconmensurable que se abría antes mis sorprendidos ojos, así que, sin los adelantos y alternativas tecnológicas que tenemos el día de hoy, ya sabes, el Internet te permite acceder a toda la música que quieras, pero en aquellos años, te recuerdo que estamos a principios de los 80’s, las cosas no eran como ahora, había que conseguir los discos y no había muchas tiendas que te ofrecieran un buen catálogo de rock, excepto “El Golpe” de mi buen amigo Chuy Díaz con quien conseguí algunos de esos discos clásicos, las posibilidades era nulas. Por cierto, recuerdo que ahí, en la tienda El Golpe compré discos como “Close To The Edge” de Yes o el de Premiata Forneria Marconi en vivo desde los Estados Unidos. Algunos años después, el mismo Chuy Díaz abrió una tienda de discos en Madero, la legendaria Discos Yes, utilizando el mismo logotipo que el diseñado por Reger Dean para el grupo inglés del mismo nombre. No sé cuantos discos compré en ese lugar, fueron muchos, entre ellos recuerdo ahora el “British Steel” de Judas Priest, “We´re An American Band” de Grand Funk Railroad, algunos de Michael Shanker Group, el álbum doble de la película “Heavy Metal”, o el triple en vivo de Yes: “Yessongs”, sólo por recordar algunos.
También MC (Muebles Colonial) tenía una sección de discos que estaba en la planta baja del colosal edificio de la calle Madero, y esa tienda de discos era atendida por David García, ahí también me hice de algún buen material.
Uno de esos discos que compré en alguna de esas tiendas y que me marcó per saecula saeculorum es el “Master Of Reality” de Black Sabbath o el “Machine Head” de Deep Purple, este par de discos provocaron una revolución interior y claro, la búsqueda de más y las cosas se fueron dando casi de manera natural, más grupos, más discos y la convicción de que el rock era mi música, se convirtió en mi refugio en los momentos difíciles y por supuesto, también en los fáciles. Como dice la canción de Sha Na Na de 1969: “Rock & Roll Is Here To Stay” y hasta que la muerte nos separe.
{ttweet}