- De Roy (Campos) recuerdo esta frase que me dijo una vez comiendo en Ags: “yo no creo en las encuestas sino en el negocio de las encuestas”. Le agradecí, desde luego, la franqueza. Otto Granados
Francisco Javier Garcia Zapata
Aguascalientes, Ags, 29 de mayo de 2024.- (aguzados.com).- Playeras, gorras, pulseras, paraguas, abanicos… y toda una gama de “artículos utilitarios” nos encontramos en cada proceso electoral, del nivel que sea. Aunque en fase menguante, también hallamos pintas en bardas y desplegados en los cada vez menos medios impresos, sustituidos ahora por sitios web y páginas de Facebook, cuentas de Twitter, TikTok Instagram-.
Con el advenimiento de las nuevas tecnologías bien pudiéramos decir que el cielo le dio a la Patria un reportero o fotoperiodista en cada hijo.
Ganan muchos de manera limpia: como el panadero al incrementar la venta de bolillos para las tortas; los pintores, los diseñadores, los publicistas y fotógrafos; los comerciantes mayoristas, al surtir despensas; los transportistas, con el acarreo; las tiendas de pinturas y brochas; los que venden tinacos, materiales para construcción, calentadores...
Las elecciones claramente son un gran negocio para todo mundo, principalmente, por supuesto, para los candidatos y evidentemente en mayor cuantía para quienes resultan triunfadores. Todos quieren su tajadita. Hay quienes incluso tienen hasta récord de participaciones como candidatos, casi siempre derrotados en las urnas, pero muy prósperos en sus finanzas personales.
Una buena parte de los recursos, limpios o no, que fluyen con abundancia en las campañas los captan las empresas encuestadoras, en cuya gran mayoría parece que la ética, la moral, la decencia no tienen cabida. “Bisnes son bisnes”, como parece resumirlo el dueño de Consulta Mitofsky, Roy Campos, en conversación con Otto Granados.
Es decir: las encuestas son de quienes las pagan, porque más que en elemento de diagnóstico se han convertido en artículo de propaganda, como pueden serlo las gorras o las playeras (ya ni bolígrafos), aunque, eso sí, a costos infinitamente más elevados.
Las encuestas son herramientas para torcer la realidad y golpear la percepción del electorado, buscando convencerlo de que “las mayorías” piensan de tal o cual manera, por lo que, si alguien disiente o, mejor dicho, ve objetivamente la realidad, es que está equivocado y no merece ser parte de la sociedad.
¿De qué “realidad” hablan las encuestas? De la que “el patrón” quiere proyectar, no importa que la “realidad” inventada se estrelle contra el sólido muro de la realidad real. Su divisa parece ser que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en realidad, sobre todo si se difunde reiteradamente igual en los “pasquines inmundos” que en los medios gubernamentales.
¿Por qué los números tan dispares? La respuesta es la misma. Porque las encuestadoras muestran lo que quiere mostrar quien les paga el servicio.
En esta contienda presidencial hay dos casos que llaman la atención: el de Massive Caller, que fue cuestionada por Xóchitl Gálvez, pero que paradójicamente es la única que desde hace varios días le da una apretada ventaja a la candidata opositora. Por cierto, que la última encuesta de El Universal (de Buendía y Márquez) otorga 20 puntos de ventaja a la candidata oficial, y al respecto Gálvez recordó que cuando fue candidata a delegada El Universal la ubicaba 17 puntos abajo y terminó ganando por cinco puntos; o sea, “nomás” 22 puntos de error.
El otro caso es el de un muestreo llevado a cabo en Facebook por un simpatizante de Morena e “influencer”, Jousin Palafox, que rompió toda expectativa: tuvo una participación de UN MILLÓN 571 mil 400 personas, y resultó en una preferencia de 42% para Xóchitl y 39% para Claudia. El propio Palafox dijo estar “sorprendidísimo” por el resultado.
Si tenemos instituciones que mal que bien defienden a ciudadanos y consumidores (léase, Derechos Humanos, Profeco, Condusef), bien cabría alguna instancia que ponga sellos y letras grandes, como a los alimentos, y advierta que las encuestas tienen exceso de edulcorantes, mentiras, sesgos, errores de levantamiento y procesamiento, pero, sobre todo: patrocinios.
Así, pues, la participación de las encuestadoras en los procesos electorales debe ser sujeta de una revisión profunda en cuanto a su difusión. No se puede mentir tan descaradamente, no se puede errar tan evidentemente, no se puede actuar tan impunemente apostando a la mucha desmemoria, ignorancia y poco interés de los ciudadanos.