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EL APLOMO QUE DA EL CINISMO 1/2

 

 

  • La seguridad pública enfocada a justificar, por no decir proteger, a delincuentes y no a las víctimas

 

Jorge Varona Rodríguez

 

Aguascalientes, Ags, 23 de marzo de 2024.- (aguzados.com).- Advertencia. Todos los comentarios contenidos en este artículo no se corresponden con la situación de este país o cualquier otro. Son una entelequia. Son el producto de la torva imaginación acerca de un país que no existe, de una caricatura de república tropical, de una distopía. Cualquier semejanza con la realidad es inverosímil.

Ciertamente nadie puede objetar el combate a la corrupción y la persecución a los corruptos. El cuestionamiento radica en que ese discurso anticorrupción, en no pocas ocasiones, es distractor de la propia corrupción o de la incompetencia o la estulticia o la frivolidad. O todo ello a la vez. Peor incluso cuando la persecución a los corruptos es selectiva o es disfraz de venganza, la cual es producto de rencores, frustración o simplemente maldad.

Existe la idea generalizada de identificar como corrupción solamente aquello que tiene que ver con cuestiones pecuniarias, el desvío de recursos públicos o privados (lo que no es raro en lo absoluto en el medio oficial o empresarial) para beneficio personal y en perjuicio de la institución pública o de la empresa privada. O la utilización del cargo para medrar en negocios o para fines distintos a la responsabilidad conferida, siempre en provecho propio, la familia o los cuates. Todo lo cual, en efecto, es la forma de corrupción más socorrida y en lo absoluto puede tolerarse. Pero hay muchas otras formas de corrupción, tan dañinas o más, ya que repercuten en la confianza, la convivencia social y las relaciones humanas. A la larga, implica afectación a las leyes, a la justicia y a los derechos humanos.

Corrupción deriva de romper, destruir (rumpere) (Diccionario Etimológico, Corominas, T. V). Según la Academia de la Lengua, aplica al vicio o abuso en cosas no materiales, por lo tanto, a una depravación moral o simbólica, o bien al abuso en el ejercicio del poder público.

Y de esas otras formas perversas de corrupción, destacan, entre otras, la intelectual y la política. Intelectual en la incongruencia o simulación o falsedad entre pensar, decir y actuar. Ocurre con frecuencia no únicamente en el medio político sino también en el religioso o empresarial. Incluso en la academia. En el aspecto público, por ejemplo, ostentarse liberal, pero empeñarse en la hueca retórica pseudo religiosa o las “limpias” de chamanes para eludir o pretender justificar acciones de gobierno o de Estado. Contradicción grave ya que en el Estado de Nunca-Jamás por prescripción constitucional y experiencia histórica es laico. Así. Sin matices. Punto.

Como en toda dictadura que se respete, corrompe el diálogo público suponer que los ciudadanos a los cuales se debe servir son adversarios o enemigos sólo porque cuestionan o preguntan. En cambio, descalifican con cualquier peyorativo, y evaden responsabilidad legal, moral y política. Prevalece el hostigamiento a periodistas, medios informativos, analistas o comentaristas. Si algo debe caracterizar a la sociedad democrática es, precisamente, la libertad de pensamiento, de expresión y consecuentemente de los medios para manifestarse. Aun con excesos, es preferible a toda forma de autoritarismo o despotismo.

Perversión intelectual movida por la soberbia de no admitir otras causas sociales y humanas que no sean las propias, y hasta desdeñarlas o, peor, denigrarlas. Como las marchas por la seguridad y la paz social o la lucha de las mujeres por la equidad y la protección a su vida (¿misógino?); o las madres cuyo consuelo es localizar los restos de sus hijos. Las demandas por atención médica y medicamentos, especialmente dramático en el tema de los niños con cáncer. Deficiencias patéticas en el rubro de salud. Médicos y enfermeras hostigados por la carencia de recursos. Y los pacientes deben conformarse con un “no hay”, pese a ser derechohabientes, es decir, pacientes con derechos. Anteriormente no estábamos como para presumir, pero hoy en día es estremecedor. Respecto del sistema educativo, cuestión lamentable de carencias y abandono.

Corrupción, asimismo, en el caso de asumir un cargo público y comprometerse a cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. Y por medio subterfugios rehuir ese esencial deber. Caben varias referencias. Para empezar esa histriónica expresión: “no me vengan con que la ley es la ley”.

La deshonesta indolencia de poner la seguridad nacional al servicio de intereses extranjeros, como queda explícito en las fronteras sur y norte a cargo del trabajo sucio. La seguridad pública enfocada a justificar, por no decir proteger a delincuentes y no a las víctimas que no son sino el “pueblo bueno”. Todos los días hay reunión del “gabinete de seguridad” en Palacio. ¿Resultados? Más de 113 mil desaparecidos; se disparó el robo a negocios con violencia, 11.3% y 19.2% arriba de Peña y Calderón, respectivamente; 60% de empresarios sufrieron robo a transporte o extorsión, incluso asesinato de conductores; baños de sangre cotidianos: 15 mil homicidios en el primer semestre de 2023; 827 feminicidios al día; 2 mil 433 homicidios en enero de 2024.

Igualmente, el regreso al centralismo feroz, en el sistemático esfuerzo para nulificar estados y municipios. El afán de destrozar el orden constitucional de separación de poderes, lo cual es una de las formas de garantía de respeto a las libertades y los derechos del ciudadano. Esa avidez enfermiza de someter al Poder Judicial (incluso interfiriendo en resoluciones de jueces, magistrados y ministros), acosando y difamando a funcionarios judiciales. El debilitamiento y sujeción de los órganos autónomos que, incluso con deficiencias y limitaciones, son parte sustancial del equilibrio de poderes y coadyuvan a limitar los excesos de la autoridad y salvaguardan derechos ciudadanos. Como la CNDH o la Fiscalía de la República, por citar los más evidentes, ahora totalmente copadas. Del Congreso de la Unión, ni qué decir.

Ciertamente, ni honrados ni honestos. Corruptus in extremis (*).

(*) Lema del afamado alcalde Diamante, que maliciosamente indica el contraste entre el nombre (Diamante, esto es, límpido y transparente) y la verdadera personalidad del hombre: corrupto y cínico.

 

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