- El imperio de la posverdad en el marco de políticos posmodernos
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 27 de febrero de 2024.- (aguzados.com).- “Songo le dio a Borondongo, borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga le echó a Burundanga…” Primera premisa, mi vida útil ha terminado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, SCJN, a la que serví con independencia y autonomía…, me incorporaré a la vida política en la ideología que comulgo, algo así explicó el ministro en retiro.
Segunda premisa, el jefe del ejecutivo federal, JEF, señaló en su cotidiana alborada, …cuando el ministro en retiro presidía la SCJN… entonces había coherencia, hablábamos con él y de inmediato transmitía los jueces el interés del JEF…, dio a entender.
Inter silogismo, declara el ministro en retiro, … ¡no es cierto, siempre defendí la autonomía y la independencia de la SCJN!, el JEF… no es abogado, ni se expresa con el lenguaje del derecho…
Conclusión, el JEF es mentiroso; el ministro en retirado es falso. Sus contradicciones los delataron.
El afamado abogado, salió a medios de comunicación, con su estilo inconfundible de no mirar a las cámaras, seguir una minerva confusa, ególatra, pretendiendo un atractivo alternativo. No se inmutó en exhibir al JEF. El imperio de la posverdad en el marco de políticos posmodernos.
La posverdad describe a una pérdida de la realidad a pesar de sus evidencias objetivas y en sentido contrario la enorme influencia de emociones, turbaciones, afirmaciones falsas de interlocutores cuando hacen opinión, bajo la idea de solo mi dicho es verdad, es la neta. En el discurso político es una imagen como de Hiroshima, una bomba atómica de lenguaje. Las voces de posverdad como el recetario de las alboradas del palacio de Tenochtitlán son una luxación intencional de la realidad.
Un neologismo de nuevo cuño, post-truth, léase falsedades conmovedoras. La atmosfera política gubernativa y las circunstancias políticas transitan en modo posverdad. El daño cultural, social, político, en la era de la comunicación y la información ha sido de gran calado de tal manera que la falsedad de los enunciados se documenta como si existiesen a manera de verdades.
Las contradicciones en un ministro en retiro y el JEF agravian el marxismo fuente de la izquierda que dicen abanderar. La influencia hoy se extiende a la velocidad de la luz, 300,000 kilómetros por segundo en las redes sociales, escenario en que los cibernautas defienden sus posturas, sin importar sean ciertas o falaces, como si fueran de vida o muerte, se hace crítica desde una agitación emotiva, han quedado aniquiladas las enseñanzas de las aulas educativas que, más allá de ser ciertas o falsas, las personas defienden y critican desde sus emociones y no desde la objetividad de los hechos.
Acoto, Karl Marx jamás fue un imaginativo del mundo de la vida. Insistió en su concepción filosófica el reconocimiento existencial de la materia. Además, insistió en revisar, por una parte, la realidad concreta o externa, lo que impulsa las reflexiones de 1º grado, la realidad objetiva siempre cognoscible y, por otra, los objetos eidéticos que se hospedan en la conciencia como un espejo de la realidad material, que impulsa reflexiones de 2º grado, las ideas.
En esta línea reflexiva la verdad contraria de la mentira se acomoda en el sentido de correspondencia, misma que Aristóteles presentó hace más de 2000 años, “la correspondencia entre la representación consciente del objeto y el objeto mismo, correspondencia que se propiciaría a partir de la observación.”
La verdad como valor jurídico. La verdad por correspondencia, desde su ser, tiene una trabajosa diferencia con la verdad formal, pues ambas pretenden conocer lo inédito, a deferencia de no buscar la verdad, pero encontrarla como las filosofías del “underground”, la verdad formal y por correspondencia indagan en el pasado y reconstruyen esa verdad en el mundo presente.
La formal, busca los medios que prueben una verdad desde el derecho procesal, una suerte de arquitectura legal, restauración actual de hechos en el proceso judicial, para valorar las circunstancias y acontecimientos contundentes.
La hermenéutica jurídica ha sentado sus reales para resolver casos en el mérito de la racionalidad los fallos judiciales, en tono de persuasión y seguridad, en segundo plano pruebas y demostraciones de la verdad, epistemología imperante en las ciencias fácticas. Las falacias consiguen subsumir la acción argumentativa.
Es fácil inferir en los políticos posmodernos una constante pública de no dar lugar a la verdad, dificultan sus interpretaciones del concepto, una imagen de “teoría del caos”.
La marquesina mediática muestra formas indiscriminadas de transmisión de imágenes de un edificio sin cimientos en política, estructuras impotentes ante una falta de verdad, una falta de organización específica de las cosas, con ello se exponen las atmosferas de corrupción, ausencia de valores y virtudes…
Entre otras razones son por las que la ciudadanía cada día es más presente en la participación y la deliberación, ellos son los verdaderos políticos.