- Les gusta hablar y luego gozarse viéndose en el vídeo
- La ambición del poder ha olvidado las instituciones de la moral y la ética, también reprime la individualidad y la imaginación
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 30 de enero de 2024.- (aguzados.com).- “El Ocaso de los Ídolos”, de Friedrich Nietzsche. Con el humor de “Röcken”, pequeño pueblo de Sajonia-Anhalt, cerca de Leipzig Alemania, analiza sociedad y cultura de su época.
Adquiere una dimensión e importancia trascendente hoy, ya que discute la creencia y valores que entraña, que se establecen como verdades absolutas, algo mega parecido al presente.
En ese menester es preciso una auditoría ciudadana a los “ídolos-líderes”, sus discursos, su explotación indiscriminada de sentimientos, el uso perverso de la mentira para coronarse, idolatrarse, admirarse, sin restricciones éticas.
Sus narrativas se han adecuado al tiempo y a los espacios de ciencia y tecnología, cibernética y biotecnología, pero jamás a la CIBER-ÉTICA, nunca a las virtudes sociales; con ello han construido una “torre de Babel” que inocula una servidumbre cerebral a muchos, un encarcelamiento despótico. ¡Manumitirse demanda una decisión ético-política desde las urnas!
“La voluntad de poder” no es como la presentó Schopenhauer sino un carácter que germina en cada persona y evoluciona con sus costumbres, culturas, utopías…, así afirma su individualidad.
La lección que Nietzsche nos da es que la sociedad tiene la obligación de independizarse de los “ídolos-líderes” engañosos que siguen pensando que la vida social es geometría que solo contiene “izquierda, centro, derecha”.
Un nuevo amanecer demanda conocer límites y cultivar virtudes de las personas para empoderarse en la vida compartida.
Los líderes políticos, los líderes gobernantes, han desplegado creencias, que no llegan al saber y menos al “estar seguro”, con el firme propósito de cancelar autonomías y libertades.
Una inferencia actualizada es el momento del ocaso, la decadencia; en la atmosfera posmoderna los valores tienen “bulimia” de posverdad, “anorexia” de significados y un caos de significantes en la expresión de sus narrativas. Les gusta hablar y luego gozarse viéndose en el vídeo.
Efectivamente nuestra cultura perdió la arquitectura de nuevos valores para formas adecuadas de compartir la vida.
“Los líderes” creen que engañan con las frases que se repiten desde mediados del siglo pasado en toda contienda electoral y discurso político, “seré muy claro… caerá todo el peso de la ley… la corrupción estaba en el pretérito… no somos iguales… no vengo a servirme…”, la dialéctica de Hegel les creó un mundo dual del que no han podido salir, aunque no sepan nada de Don Hegel.
No se han dado cuenta que la sociedad de hoy no considera los valores necesarios. El cómo, por qué, para qué, con qué, cuándo…, no está en la narrativa que demanda la sociedad contemporánea por vía de políticas públicas, así de sencillo.
Es preciso desafiar las mentiras con “toga” de verdad y, restituir la exigencia de la “ética cordial”, coronar a la verdad, en un ambiente libertario; para ello es preciso cuestionar el discurso de los “ídolos-líderes”, sus envíos de mensajes de manipulación por vía de la propaganda.
La lección para este siglo XXI que nos deja el filósofo alemán es que la libertad será verdad solo cuando las personas se realicen por vía de valores transformados en virtudes y con ello nuevas formas de vida comunitaria adecuadas, en la cual la Ética señale límites y, el Derecho comportamientos, ¡esa es la verdadera transformación!
Una nueva pedagogía política con eje en las personas que alcancen la subjetividad en la “experiencia” y en la calidad del carácter, lo que nos representa a cada persona.
La política como arma de la convivencia y atenuante del conflicto nos demanda recuperar su cartografía para insertar ideas nuevas. “La voluntad de poder” está en la persona no en el género; en el colectivo se atesora el consenso, para que el sistema de valores tradicionales sea convertido en nuevos valores que reflejan “la voluntad”, ya que voluntad es querer. Así se explica mejor la idea de “pueblo con adjetivos”.
La idea del “superhombre”, concepto menospreciado y “sobaqueado”, bajo la errónea idea de un “ciborg”, el filósofo se refiere a un “superhumano”, lenguaje incluyente; la arcilla de la clase política es esa idea del “superhombre”, es decir: ¡personas con ética, moral, cultura…! que superen las prohibiciones imputadas a la mala política.
Ellos son los gambusinos que encontrarán la veta de, virtudes, verdades y las rutas apropiadas para la sociedad. Demanda de la política una reflexión propia y de su “ser en el mundo”, dar curso a la “Otredad”, aceptemos los nuevos polígonos de la cartografía de libertad, creatividad, verdad...
La política requiere una narrativa directa y decisiva para expresar sus ideas.
Los tropos, metáforas del “breve siglo XX” están muy gastadas, como explica Nietzsche han quedado en “puro metal, en monedas sin valor”.
La ironía, la socarronería, requieren talento, cultura, criterio, creatividad…, la política es alma de las sociedades, espíritu de “pueblos”.
La ambición del poder ha olvidado las instituciones de la moral y la ética, también reprime la individualidad y la imaginación…