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PUBLICIDAD PARA “POLÍTICA FICCIÓN”

 

 

  • No hay un cambio en la forma de las campañas, su fuerza es la mentira política

 

Ignacio Ruelas Olvera

 

Aguascalientes, Ags, 10 de octubre de 2023.- (aguzados.com).- La clase política tiene un bajo nivel de credibilidad en la vida social, más aún, en el altercado ideológico, en sus niveles de información, intelectuales, culturales, epistemológicos…, se exponen en la célebre mentira.

Se les gangrena la ética y la moral en rupturas políticas. Hay una convicción en el ambiente político que la mentira es necesaria para la existencia de los que disputan el poder público.

Se manifiesta en la baja calidad del debate, en la engañosa atracción a las causas políticas, de partidos, de gobernantes que con pérdida del sentido gobiernan solo para su partido.

La opinión es un escenario clave en la política, “un tren de ida y vuelta”, escuchar y profesar para convencer o quedar convencido con los argumentos del “Otro”.

La clase política asume posicionamientos ideológicos y de coyuntural conveniencia, pocas veces de los problemas sociales. Es difícil que asuman posiciones imparciales.

Si fueran ecuánimes legitimarían su valor político, llevarían los argumentos al atrevimiento de la imparcialidad, calidad de no favorecer posturas para atender caprichos y ocurrencias. Revisar las opiniones de “Otros” precisamente para empoderar sus tesis.

La mentira afectó la nariz de Pinocho de igual manera que afecta al politicado dejándolos en el escándalo como hábitat natural de sus discursos y lenguajes que detienen lo justo; arbitrarios y parciales muestran su poder desequilibrado ante la opinión pública.

“La democracia como forma de vida” demanda deliberación.

La idea central es el diálogo, es esencial votar, pero no basta, es preciso fomentar la sana convivencia, gobernar para todos, no solo para el partido en el poder, es preciso que los gobernantes veneren la ley, los acuerdos y procedimientos parlamentarios, buscar puntos de acuerdo para tomar decisiones.

La deliberación debe manifestarse precisamente en las pruebas llenas de contenido, incluida la cláusula: “¡puedo estar equivocado!” No es ruta complicada, requiere interlocutores válidos que no acepten la mentira como ejercicio político, que impulsen los entendimientos mediante la comunicación como proceso de aprendizaje, ¡si mejora el diálogo mejora la democracia! Sin duda, la mentira, burla la responsabilidad, las virtudes, el deber, el deber ser…

La publicidad es una de las avenidas de la disputa por el poder público. Da a conocer el producto en el mercado político, pretende impactar a la ciudadanía, con magros resultados.

El consumidor que acude a votar representa un promedio del 50% que se distribuye entre las opciones políticas, es decir la publicidad no garantiza la simpatía electoral, su impacto en las preferencias se moldea desde encuestas que no son demoscopía sino publicidad y, con certeza, no alienta a la ciudadanía a su cita con las urnas.

En efecto, la publicidad se afana en un abanico de posibilidades, “encuestas” en calidad de horóscopos y erróneas predicciones, espectaculares que no conmueven, televisión y radio sujetos a “tiempos de radio y televisión del Estado mexicano”, lo cual estimula la simulación entrevistas y supuestas noticias de la actividad política mitómana de los actores, periódicos impresos que casi nadie consume.

Las “benditas redes sociales” y sus indignantes robots en abuso de transmisión indiscriminada de imágenes para manipular al votante, Internet a la que no le encuentran el modo. La comunicación política a 300,000 kilómetros/segundo, dio un giro de 360 grados en tránsito de “spot” publicitario a revelación de escándalo político.

No hay un cambio en la forma de las campañas, su fuerza es la mentira política, jamás asumen posturas verdaderamente políticas de cara a problemas y necesidades, menos a un proyecto de nación.

La mentira política es insolente, desfachatada y desvergonzada, por decir lo menos. Opera con promesas de porvenires anhelados, ofrecimientos inalcanzables, entre más inverosímiles más funcionales en “el pueblo”, la mentira opera persuasivamente, codiciada e inaccesible; una suerte de anti-utopía.

La mentira política es distintiva en sus consecuentes, impulsar creencias quiméricas, pero lo más lamentable, quebranta la confianza social, lesiona la calidad del diálogo, sus deliberaciones y discusiones sobre los problemas que nos afecta a la sociedad, como la violencia en todas sus formas...

La mentira política está en la escena, en todos los regímenes políticos, empero en las democracias ha abusado.

La ruta de realizar una comunicación política adecuada al siglo XXI en “la sociedad red y de la comunicación” es simple, se requiere prudencia para “seleccionar los conceptos fundamentales que determinen el ámbito objetivo de la acción comunicativa…”, como lo enseña Habermas.

Las sinfonías de la ética política se interpretan sin éxito, sus partituras no las quieren leer de manera adecuada. Prueba de ello es el desprecio a la ley.

Los discursos prácticos se vocean con presunciones de validez, sus pautas tienen presencia en la evolución social de la representación del derecho y la moral que son cartografía de la historia del individuo.

La política demanda urgentemente “…desarrollos cognitivos, lingüísticos e interactivos, con ello el YO se forma en un sistema de delimitaciones”. Otra enseñanza Habermaciana.

 

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