- Violar la ley “es su cruz y su rosario”, ellos son la ley, “nada de que la ley es la ley” …
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 03 de octubre de 2023.- (aguzados.com).- Violar la Constitución es un deporte acentuado en los últimos tiempos, padecemos una transgresión a los deberes señalados en la ley jurídica y moral por parte de gobernantes y políticos, abuso de autoridad y conveniencias.
Con ese lamentable ejemplo la ciudadanía se sube a la escena con gran facilidad. La infracción tiene punición con el propósito de tutelar el orden jurídico. En caso de que la autoridad aplique la ley por violaciones, de forma o fondo, procesalmente pueden apelar. El tiempo siempre está del lado del delincuente.
Posmodernidad, su proceder radica en mirar el mundo como multiplicidad de espacios y temporalidades. En los políticos posmodernos impera lo utilizable sobre lo organizado; desaparece la política de interés colectivo y una vida compartida regulada por la ética y la moral, suprime los alientos redentores.
La política posmoderna se ubica después de los argumentos de clase, su referente es solo EL AHORA. No admite más orden de lo sucesivo, extermina la trascendencia, corona lo efímero, reutiliza soluciones políticas, abraza la pluralidad de historias, relativiza el pensamiento, rechaza las grandes narrativas, desmonta las leyendas de bronce, acusa al progreso como ilusión, lo relativiza y lo vacía de contenido…
Una de sus paradojas es que germina del desengaño con el socialismo que ofrecía una mejor vida, profeso expectativas por las que muchos y muchas murieron, sin embargo, se diluyeron y se bautizaron, como apunta Lyotard, en narrativas históricas.
Maridaje muy actual entre posmodernidad y política, en su contrato se toleran la multiplicidad de culturas y discursos.
Así como cae el muro de Berlín, se deja caer la gran narrativa, conviven varios relatos pequeños dadas en espacios diversos, en sus culturas, raza, religión, ideologías…, el universalismo político pasa al panteón del olvido.
Se muestra un renacimiento religioso que realiza cruzadas por la vida, el cuidado del mundo participa en política con sus discursos efímeros… desaparecen los ofrecimientos redentores de la construcción de una sociedad transparente y el paraíso terrenal.
La tragedia se apodera de una liturgia intensamente pluralista y ecuménica. La posmodernidad se desarrolla y actúa en las realidades los pueblos sea cual sea sus dimensiones humanas y geográficas.
“El ahora todavía no” se disuelve en el presente, pierde valor; la heterogeneidad “es la neta”, se rechaza la idea de colectividad; empero, en México, el proyecto político de la modernidad aún impera, “un botón basta de muestra”, se desfiguran rostros y palabras, se sigue impulsando la homogenización; se ideologiza mediante culturas, religión, lenguaje…, por decreto de poder.
En los procesos electorales próximos pasados se ha sumado a los indígenas, sin embargo, subsisten como minorías. La política de la sana y deseable convivencia es reducida a una racionalidad calificativa.
El discurso político de la posmodernidad enfrenta al modelo homogeneizador, demanda pluralidad, rechaza la lógica política, prefieren política sin lógica, merced a ello se muda de informalidad, rechaza los vestidos institucionales, se instalan ecologistas, indigenistas, feministas… no hay crédito para la certidumbre ilustrada, la salida de una culpable minoridad que la ignorancia imputa.
Vivimos y padecemos incongruencias, los actores políticos anticipados a la lucha por el poder público del Estado mexicano 2024, desconfían de la pluralidad.
Actores políticos que en responsabilidad son posmodernos y en prerrogativas modernistas.
Notifican hasta en cuarta dimensión transformaciones, pero no problematizan las necesidades de lo necesario para los cambios sociales contemporáneos urgentes.
Violar la ley “es su cruz y su rosario”, ellos son la ley, “nada de que la ley es la ley” …
El reloj de la Patria señala la hora de un verdadero debate en torno a la sociedad, comunicación, naturaleza, cultura, enseñanza pública, educación…, que tenga el rigor que la política demanda para construir la mejor convivencia.
En varios países democráticos la posmodernidad fue superada con diálogo.
Nuestro país padece retraso de casi un cuarto de siglo, del pensamiento dependen los cambios, aceptemos que no existe la totalidad, pero demos la razón que demanda la “sociedad red”; démosle escenario al multiculturalismo, una multiplicidad de opiniones que en política democrática llega a acuerdos; escribámosle su epitafio a los normales y démosle entrada triunfal a los EXCEPCIONALES, todos; que en las asambleas, en los congresos, en la soberana representación popular no se embozalen las voces divergentes; los partidos políticos hoy son poco atractivos, la sociedad está desencantada de su actuación.
Como entidades de interés público, a pesar del mandato constitucional y financiamiento, NO han sido competentes para construir ciudadanía, lo han sido para desarrollar un estilo de gobernar gerencial-tecnocrático del Estado, modelo que no tiene la aquiescencia de los gobernados.
Posmodernos invadidos de irresponsabilidad, discursos emotivos, costumbres a modo…, al propio tiempo son modernos en su presencia mediática habitual, la popularidad pende de la publicidad de sus imágenes, voz, slogan... y de la propaganda ideológica de la casulla que les entalla.