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DE CAFÉS Y NEVERÍAS

 

 

  • Los cafés son un lugar predilecto para el encuentro de todo tipo de personajes

 

José Ciro Báez *

 

Aguascalientes, Ags, 08 de agosto de 2023.- (aguzados.com).- Asistir a un café no es cualquier cosa,  es penetrar a una atmósfera diferente, en donde no existe el tiempo, mientras se disfruta de una taza de esta aromática bebida, cuya preparación también es importante, digna de un buen alquimista, porque entre los asistentes a estos lugares, se encuentran verdaderos expertos en el arte de saborear un auténtico café.

Los cafés son un lugar predilecto para el encuentro de todo tipo de personajes, que se reúnen con muy diversos fines, casi siempre de acuerdo con sus filiaciones políticas e ideológicas, tan es así, que tratan de asistir en grupos al mismo café y a la misma hora, hasta sentarse en la misma mesa, que también es importante.

En estos lugares podemos ver desde las parejas de enamorados, que buscan el sitio más recóndito y obscuro del local, y frente a una olvidada bebida, prometerse mutuamente la luna y las estrellas.

Los que se reúnen después de enterarse de las ultimas noticias, y todavía con el diario bajo el brazo comentarlas con otras personas, no siempre afines a ellos y entre sorbos de varias tazas de café, tratar de arreglar el cada vez más desordenado mundo, y arreglar uno que otro negocio o venta de los más diversos artículos.

Los intelectuales o los que tratan de serlo, también tienen en los cafés su lugar de reunión, ya sea en solitario, frente a una libreta abierta, con la mirada perdida en el firmamento, y entre apuntes y sorbos de cantidades industriales de café, tratar de que llegue la inspiración. O en grupo, con sus comentarios sobre el último concierto o libro del momento, o sus propios escritos; sin olvidar le ultima gracia de algún funcionario público, y sin medir el tiempo mientras corren varios litros de café, bajo la atenta mirada de la mesera, que jarra en mano trata de que no falte esta bebida.

Sin que pueda faltar en estos lugares la legión de desempleados, de los que abundan en nuestra ciudad, que con desesperación revisan la sección de empleos del aviso económico de los diarios, marcando los que puedan ser de su interés, y con el estómago vacío, mientras tratan de alargar la única taza de café que están en posibilidades de pagar,  mientras  con la mirada buscan alguien que pueda salvarlos de su crítica situación, o cuando menos alguien que les haga más agradable el momento y les invite otra taza de café.

O de los amigos que se reúnen sin ningún fin especifico, y sin saber gran cosa de la calidad del café, se pasan las horas mientras fluyen las anécdotas y contando sus aventuras, o lo que ellos consideran sus mejores   chistes casi siempre a costa de los ausentes, o de los vecinos de mesa, que también tienen su propio ambiente.

Posiblemente en nuestra ciudad, los primeros lugares donde se expendía el café como bebida, fue en las fondas y en los restaurantes, donde vendían principalmente alimentos, así como en las neverías, y ya como café, surgieron a fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, del pasado siglo.   Por 1938 Andrés C. Settshiw tenía su café y restaurante, en la acera norte de la Plaza Principal, posteriormente lo cambio a Madero y Morelos, con el nombre de café y pasteles Al Minuto; por esos años Macario Jaramillo tenía su restaurante y café, en Morelos 14; María de Jesús Luévano tenía su café en Artega 20; Elías Nicolopulos  su nevería y café en Madero 71; Pedro Roldán su lonchería y café en el Portal Aldama 8, en el Parían;  Josefina Silva tenía el mismo giro en Madero 86  y Jesús Márquez, tenía su chocolatería y café por la calle de Libertad 128.

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En 1940 Luis Mercado tenía su cafetería Puerto Rico, en el número 137 de la calle de Juárez; en el 171 de esta misma calle, se encontraba el café La Flor de México; en 1941 Geronimo Macías tenía su mesa de café en la calle de Arteaga; en el número 6 de esta misma calle se encontraba el café Nipón, y en el número 18  Otilia Castañeda tenía su café Concordia, con venta de alimentos y  cerveza;  en 1943 se encontraba el café Cantón, en el 12 de Cinco de Mayo; por 1944 se encontraba el Café Ciros en Alameda y Progreso, de Luis Medina Muñoz; en 1945 María de los Angeles Moreno tenía su café y cervecería Moscú, en Darío y Vázquez del Mercado; por esos años Rafaela Gutiérrez  tenía su café Rex, en el número 180 de la calle de Cinco de Mayo y  en 1947 se encontraba el Café Olimpia, en Madero 71.

Durante la primera mitad del siglo XX, con motivo de los movimientos migratorios que se dieron en nuestra ciudad, algunas familias de origen oriental como son los Chinos y Japoneses, quedaron ligados a la actividad comercial, específicamente a los cafés y restaurantes, de esta forma podemos ver que el señor Chong Gwon Pay, tenía su fonda y café América, en el  19 de la calle de Juárez, y su café en el cuarto 22 del mercado Terán; Uichi Aoki Aoki, con su esposa Kaoru Hirata, tenía su Café La Japonesa en la calle de Arteaga, a un costado del mercado Terán; en el número 24 de esta misma calle de Arteaga, Magdalena y Jacinto Y. Hashimoto, tenían su Café y Pastelería y Sato Misa Kinji tenía su café La Flor de México, en el 71 de la calle de Juárez.

Un restaurante y café que dejo huella en nuestra ciudad es La Opera que se ubicaba por la calle de Madero, casi esquina con Morelos, del señor Chong, también de origen oriental, este establecimiento despedía un agradable aroma de café hacia el exterior, cuya especialidad eran los tacos con pollo, los huevos revueltos y regresar como vuelto de la cuenta, bisquetes o quequis que elaboraban en el mismo restaurante, con el socorrido pretexto de no tener cambio.

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Este restaurante La Opera también ocupo un local por la calle de Morelos, en un sitio cercano a donde se encuentra actualmente el Monte de Piedad. Muy recordado es el señor que colocaba en el exterior de La Opera por Madero, su carrito con vitrina, donde vendía unas sabrosas flautas, que servía con un repollo muy bien picado y una suculenta salsa.

Uno de los cafés que se pueden considerar de más larga vida en nuestra ciudad, fue El Fausto ubicado en el interior del hotel Francia, cuyo origen viene desde principios del siglo XX, desde antes de la construcción de la finca del hotel, obra de don Refugio Reyes y termino su vida junto con el hotel, también de gran historia en nuestra ciudad.

Un lugar predilecto de los intelectuales de épocas pasadas era el Excélsior, cuya historia inicia en el primer Parían, pasando por toda la etapa del segundo y parte el actual Parían, durante su vida ha tenido diferentes modalidades, como son la venta de libros, revistas, raspados, teléfono público y por supuesto su servicio de café.

A principios de los años cincuenta surge un establecimiento llamado Café Plaza, ubicado al costado norte de la misma, aunque de vida muy efímera, fue uno de los primeros intentos por establecer un café con los adelantos de la época, sobre todo con las entonces modernas y llamativas luces de neón.

El Café Plaza era propiedad del muy conocido Cuco Díaz, que trato de darle mucha vida al lugar, con sus bailes y matines los domingos, Cuco Díaz era además propietario de la cantina el Gato Negro, ubicada en la esquina de las calles de Juárez y Larreategui y de tapancos, que instalaba durante la feria.

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En el interior del segundo Parían, en su esquina de Morelos y jardín Del Estudiante, se encontraba la muy concurrida nevería Nápoles, del señor José Silva, mejor conocido como El Pulpo, lugar frecuentado por los preparatorianos a donde asistían a escuchar la música de moda en su rocola, mientras disfrutaban de su café o alguna otra bebida, que era servida por la señora Reyna.

Don José también tuvo un local conocido como La Ideal, en la esquina de las calles de Madero e Hidalgo. Con la destrucción del Parían, la nevería Nápoles cambio su ubicación a una antigua finca que se encuentra en la esquina de Hidalgo y Hospitalidad, y posteriormente desapareció.

Otra nevería que se encontraba en el mismo segundo Parían, era el Salón Salvador de don Salvador Herrera, se ubicaba a medio Parían en su costado por la calle de Juárez, ocupaba un amplio local con su muy imprescindible rocola.

Por esos años se encontraba la nevería Los Alpes, que inicialmente ocupaba un puesto de lámina a un costado de Catedral, y posteriormente se cambió a un local más en forma a un costado del teatro Morelos, con sus mesas y sombrillas por el hoy andador.

A principios de los años sesenta, surgen los establecimientos que tienen como producto principal el café preparado como bebida, en locales que se encontraban a media luz, en ocasiones con una decoración a base de pintura fosforescente, con un mobiliario ya más moderno y con una música de acuerdo con las tendencias de moda.

Como es el caso del café El Jav, iniciales del señor Jesús Ávila Vázquez, con ubicación por la calle de Morelos, casi esquina con Madero, era atendido por el señor Felipe Ávila, posteriormente se cambió a la calle de Madero, en el local que anteriormente ocupaba el café La Opera del señor Chong.

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Tiempo después surgieron otros locales, como el café El Monasterio de la calle de Madero, en el local que  posteriormente ocupo el café El Sótano; El Molino Rojo que estuvo por  la calle de Morelos y en  Juan de Montoro, actualmente convertido en lonchería;  El Convento de la segunda cuadra de Cinco de Mayo y en la calle Juárez, que era de Gutiérrez y después de Chuy Ávila; El Oasis del jardín de Guadalupe; el Café Copelia de la primer calle de Juárez;  El Café y Arte de Aguascalientes, de Benito Palomino que estuvo por Juan de Montoro y después en Allende y Victoria; la Cafetería y Nevería Pink de Juan de Montoro; La Cochera de Gusva, de las Américas; La Ronda de la calle de Juárez; La Hostería del Jardín, de Manuel M. Ponce y  La Peña de los Monjes Lucrecios, de Vázquez del Mercado.

Y más recientemente el Café La Parroquia de la calle de Hidalgo, y posteriormente por las calles de La Democracia y Zaragoza.

Sin faltar los cafés donde se podía escuchar música de trova, como Artesanos de José María Chávez; El Caminero de Jesús Contreras y Rivera; La Querencia de la calle de Alarcón, con una programación muy completa, con platicas, funciones de cine, conciertos de Jazz y de trova, posteriormente se cambió a la calle de Jesús Contreras, de donde desapareció; la Casa de los Milagros, que se encontraba por la calle de Juárez y posteriormente por Petróleos Mexicanos y Ojalá el Lugar del Trovador, por Sierra de Las Palomas.

Y los cafés en que se puede disfrutar además de un buen café, un fresco y agradable ambiente, como es el café de la Casa Terán por la calle de Rivero y Gutiérrez, ubicado en una vieja y acogedora casona de fines del siglo XVIII, que fuera casa habitación de la familia de don Jesús Terán y que hoy se encuentra convertida en centro cultural.

Esos eran y son los cafés, que se han convertido en punto obligado para infinidad de personas, sin importar la clase social, para los que buscan un momento de soledad o de compañía, lugar de planes y de negocios, o simplemente para pasar el rato.

* INVESTIGACIÓN Y TEXTO JOSÉ CIRO BÁEZ

 

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