- La simulación de los discursos, sus predicados, sus enunciados..., son un chantaje para la sociedad y para la democracia
Ignacio Ruelas Olvera
Aguascalientes, Ags, 28 de marzo de 2023.- (aguzados.com).- En estos tiempos constitucionales nos hemos adecuado a narrativas emocionales y dramáticas falases. En la medida que sube el nivel de ambas la realidad desaparece.
Cuando la mentira le robó la ropa a la verdad las audiencias prefieren la mentira vestida de verdad que a la verdad desnuda. Sobre esta lógica se diseña la agenda nacional. La simulación de los discursos, sus predicados, sus enunciados..., son un chantaje para la sociedad y para la democracia. Se pierde el sentido de lo real, esta es una de las razones de las decadencias de las religiones y la subida de tono de las ideologías.
La pedagogía escolástica en pleno siglo XXI nos secuestra en atmosferas de escándalo, de poder por vía de comunicación masiva. Suplantar verdades agita la opinión pública, lo verdadero queda solo en un dato. La narrativa publicita comportamientos “incorrectos”, “denuncias”, “corrupción de los Otros”, pensadas estratégicamente para detonar un escándalo que logre hacer una pública manipulación.
Se filtran con la finalidad que detone efectos varios en la esfera pública. Hay un matrimonio feliz entre medios de comunicación y opinión pública cuando se les inyecta escándalo, lo hemos visto con “el plan B” difundido en distintas narrativas mediáticas que tienen al sistema electoral y a la democracia desafiada mediante una estrategia: desestabilizar la legitimidad institucional.
Es impostergable para Universidades, pedagogos, intelectuales, científicos, filósofos, … crear la pedagogía virtual que logre enseñar cómo actuar en la evaluación de los escándalos, cómo desechar las mentiras; cómo cribar la información, los datos, las imágenes, en todas las plataformas comunicativas; cómo se produce la narración pública que repercute en los ámbitos sociales en un escándalo y en una división violenta entre los pares; cómo evitar la cancelación del encuentro civilizado de las posiciones; cómo aprender a aprender, aprender a compartir, aprender las virtudes desde la vida diaria en el campo y en la calle, en el trabajo y el hogar, en la cartografía de la ciudad, (donde habita la ciudadanía).
Que enseñe cómo optimizar tiempo, energías humanas, “gigas” … De lo contrario se seguirá acariciando y apapachando una falsa idea de opinión pública, en dónde los escándalos “tejen sus redes” para homologar lo que se piensa de las cosas o de alguien.
Las encuestas de opinión son instrumentos científicos que aglutinan probabilidad y estadística para mostrar comportamientos de eventos en un momento del tiempo. Pero, un destalle, no son opinión pública, son solo reflejo de datos estadísticos seleccionados en una muestra probabilística que intenta indicadores de un todo. La opinión púbica sintetiza una opinión colectiva, revela un pensamiento coincidente, donde los otros saben lo que otros de ellos piensan. ¿Cómo definir ese TODO opinante? En su núcleo está la palabra, es decir, la construcción de un lenguaje que comparta significados, garantía de buene encuesta.
Los significados transitados a escándalos son enfermedad del interés del discurso de los políticos. Se auto conceden la jurisdicción de condenar, castigar, injuriar a los que no piensan como ellos, así sancionar “a los enemigos, a los adversarios…”, en una lógica de ser ellos la gran bondad, la maldad los demás. La lógica, sabemos, no es bienvenida en la casa de Dios.
Queda claro que la opinión pública tampoco. Opera lo mismo en el político, no le embona ni lógica, ni opinión pública, ni Derecho, no son hospedados en casa del político. En la casa de Dios y del político los problemas se resuelven con arbitraje de autoridad. Por una razón simple, la opinión pública está en el ámbito de ejercicios comunicativos humanos; por su parte, Dios es referente religioso con influencia destacada en los que creen. También son impulsores de los escándalos de la iglesia, el caso del Padre Masiel, por ejemplo.
El escándalo está en la cartografía de la comunicación, siempre presente en los productos mediáticos con la finalidad de hacer opinión pública, presente en el consiente e inconsciente colectivo, entonces el escándalo no es ya la noticia de prensa, la nota de medios es una realidad. Es decir, en la opinión pública se crea el escándalo que no contiene la expresión de cualquiera, ni retrato estadístico de un momento dado, sino la narrativa la que otorga sentido al escándalo. Sentido, es campo semántico que contiene un juicio cierto, efectivo, delimitado y en término. Digamos que el sentido puede estar en el “espíritu objetivo” que enseña Hegel; el sentido absorbe pensamiento, está, es, y contiene una riqueza de significados y de significantes.
Entonces, el escándalo es escenografía insustituible en las democracias en sus mercados políticos. El escándalo alcanza luces y auditorios consumidores de bullicio. Los efectos del escándalo se atenúan en la medida que se incuba nuevo escándalo, los escándalos producen secuelas y reacciones de opinión pública, bombeados hasta por inteligencia artificial.