
- Tomar lecciones de ética y sustentar exámenes rigurosos debiera ser exigible para aspirantes a conductores
Francisco Javier García Zapata
Aguascalientes, Ags, 25 de febrero de 2023.- (aguzados.com).- En fechas recientes se han registrado numerosas y lamentables pérdidas de vidas jóvenes en sendos percances viales ocurridos en diversos puntos de la ciudad. Por lo que puede observarse, han sido causados fundamentalmente por la falta de respeto y consideración, no a los ordenamientos viales sino a la vida propia y ajena.
Ese desdén, y por supuesto fata de amor por la vida, se expresa en un descuidado manejo, que frecuentemente se mezcla con el desmesurado consumo de alcohol. Ciertamente la inexperiencia personal y hasta el deficiente trazo de los pasos a desnivel también son factores que inciden.
Por supuesto que cabe una parte de (falta de) responsabilidad en toda la comunidad, que mira con indiferencia la problemática social. Y es que, según reza un refrán africano, "el niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para poder sentir su calor". Y parece que los muchachos nos están quemando la aldea, de una u otra formas y con ellos adentro, mientras permanecemos recostados en la abulia. Por cierto, el abrazo debe ser también de guía y contención y no de apapacho convenenciero.
Ignoro si los conductores protagonistas de estos incidentes contaban con la debida licencia de manejo, y este punto, que pudiera parecer irrelevante, es sobre el que quiero centrar mi comentario.
¿Cuántos de los millares de conductores que se desplazan día a día por nuestras calles contarán con el respectivo documento que certifique sus conocimientos y los autorice para el manejo de un automotor? ¿Cuántos de los que cuentan con licencia también cuentan con la pericia suficiente? ¿Cuántos de los que tienen la licencia y pericia necesarias tienen igualmente principios éticos, valores humanos?
Por estos días una persona conocida mía acudió a renovar su licencia; puesto que hacía buen tiempo que el documento había perdido vigencia, el solicitante tuvo que someterse al correspondiente examen teórico. Lector contumaz, tardó apenas unos tres minutos ("no, menos; cinco", diría el clásico) en leer, y otros cuatro en responder las veinte preguntas de que consta el cuestionario, preguntas que son muy básicas y de respuesta inducida más que de opción múltiple, para cuyo entendimiento y resolución se requiere apenas un ápice de sentido común.
Para no enredarnos en disquisiciones en torno a la ética, podríamos atenernos a la conclusión que propone el español Fernando Savater, quien afirma: “Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir”.
Tales virtudes parecen estar ausentes casi de manera total en la vida de hoy; ya no digamos la de los jóvenes, sino de incontables adultos que lo único que han acumulado son años, arrugas, dolencias y amarguras, y siguen pensando que, así como "la moral es un árbol que da moras" (diría el cacique potosino Gonzalo N. Santos), la ética es "una señora fifí pasada de moda", o "una perrita panzona por desnutrición".
Porque parecen entender que "coraje para vivir" significa andar "faroleando" con la música a todo volumen y el auto a toda velocidad; creen que es asumir conductas suicidas y homicidas tras el volante al ritmo de violentas canciones; suponen que significa meterse litros de alcohol por lo menos. Y todo ello casi siempre para eludir la realidad.
El "coraje para vivir" significa exactamente lo opuesto: asumir la existencia con sus desafíos, con sus éxitos e incluso con el aparente sinsentido con que a veces nos confronta.
La "generosidad para convivir" queda reducida hoy a malgastar el tiempo en las redes sociales con desconocidos a quienes ni siquiera les importan, emocionan o conmueven nuestros anhelos, triunfos y pesares. No se convive ni con la familia sino con las pantallas.
"Prudencia para vivir" suena a nombre de artista del siglo pasado, cuando no a cobardía, lo cual va a contrasentido de su ser temerario (no precisamente del grupo musical oriundo de Fresnillo).
Con que se exigiera a los aspirantes a conductor el aprender, entender, digerir y apropiarse al menos de esos tres conceptos, seguramente daríamos un paso para evitar percances de altos costos humanos y económicos. Recuérdese cuántos y cuánto seguimos pagando por la imprudencia --para decirlo con decencia-- del chafirete que se le atravesó al tren en al Fraccionamiento México hace algunas semanas.
En suma, que las licencias de manejo no sigan expidiéndose casi a ojos cerrados como se surten las tortillas, sino que haya una acuciosa valoración de aptitudes, hasta sicológica cabría, pues a fin de cuentas un vehículo --sea bicicleta, moto (¡tema aparte!), auto o camión-- es un arma mortal, como se ve cada día.
A la par, es importante llevar a cabo una revisión profunda, permanente y amplia en el tema de las licencias, a riesgo de que los eternos inconformes acusen ánimos recaudatorios; y, bueno, además, extremar la aplicación del alcoholímetro y revisar que los conductores no vean al celular en lugar del camino, y que los pasajeros se coloquen el cinturón de seguridad.
Lo deseable, claro está, es que la ética permee toda nuestra vida. Y esta parte, la del transporte vehicular, es muy importante del día a día.
Como bien apunta Marta Postigo, profesora de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Málaga: "El estudio de la ética permite reflexionar críticamente sobre qué debemos hacer y cómo debemos vivir, ayudándonos a comprender la relevancia que tiene el cultivo y desarrollo de las virtudes cívicas y morales para alcanzar una vida buena y aspirar a la excelencia humana".
En éste, como en otros temas, no hay esfuerzo pequeño ni estéril.