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Polígrafo político

 

  • La forma de mirar delata al mentiroso que niega siempre, en palabras reiteradas, “no, no, no, no, nosotros, nunca lo haríamos…”

Ignacio Ruelas Olvera

Aguascalientes, Ags, 14 de febrero de 2023.- (aguzados.com).- El polígrafo es un aparato electrónico detector de mentiras, un ingenio de la verdad. Un registro de mediciones fisiológicas relacionadas con la presión arterial, el ritmo cardiaco, la periodicidad respiratoria…, que se generan como acompañantes de la respuesta ante preguntas a que es sometida una persona.

Una técnica auxiliar para la averiguación de la verdad, con el propósito de apoyar al juzgador para reconocer veracidad, credibilidad… El polígrafo es un aparato polémico en el Derecho, ofrece un testimonio o versión del investigado y al propio tiempo subsume la dignidad de la persona, cuestión de enfoque.

Una muestra de inteligencia que prueba la confiabilidad y credibilidad mediante la muestra de variaciones emocionales devenidas por causas emotivas para detectar el engaño, cuestionamientos lúcidos, coherentes que delatan mentiras. Verifica las proposiciones que escuchamos, es decir, produce credibilidad.

No comprueba los hechos, solamente hace recapitulaciones, erige escenarios veraces investigados, un modo de escuchar la verdad desde las expresiones. En la atmosfera democrática es de pronta y urgente resolución su analogía en política.

La utilidad del polígrafo nos debe crear una disrupción en la política donde la mentira tiene atmosferas muy eficaces. Un polígrafo político-electoral será más apreciado ya que no será una máquina que someta a los candidatos y políticos a las mediciones de verdad, sino una confrontación entre hechos y promesas, realidades inventadas y realidades, utopías y mentiras, pasado y futuro de quien profesa…, formato de insistencia que ponga a prueba los valores y virtudes de los políticos, una examinación que someta a prueba de la verdad para poder determinar el fallo de otorgar el voto o la confianza a candidatos y gobernantes, respectivamente, desde luego, ello no resulta contrario al orden jurídico.

El cuerpo electoral, quien toma las decisiones con autonomía y libertad, debe apreciar la verdad en sus particularidades y principios: objetividad, consistencia, honor, franqueza, evidencia, claridad…, para llegar a la verdad es necesario diálogo, exigir la validez de las interlocuciones, propiciar la colaboración para una discusión, debate, confronta de ideas y argumentos, deseables en la comunicación.

“La posverdad”, un impacto de dichos en imperativa intención de verdad es una mitomanía de los políticos, favorecida por desinformación pública. Nada más adecuado para combatir la posverdad que no dar crédito a nadie, es preciso confrontar.

La filósofa Victoria Camps señala una ruta para cernir las interpretaciones y evitar desproporciones ideológicas, manipulaciones políticas: “…volver una y otra vez hacia la realidad que queremos interpretar; conocer las diversas interpretaciones respecto de los hechos y dirimirlas a través del diálogo dinámico y abierto con los otros. Sin denostar, sin dividir entre amigos y enemigos”.

Tengamos claro que la mentira política no es de persona a persona, la forma política, tiene sus propios discursos, entrevistas, conferencias, conversatorios, asambleas…

Su dialéctica es muy especial, contiene una suerte de signos convencionales (el signo una naturaleza no presente) que la comunidad sabe a lo que se refieren, un tropo que dice algo que en otro contexto sería inentendible.

Tratan de proferir una creencia falsa, los políticos mienten para que se entienda una realidad apócrifa.

Los políticos nunca buscan desmentir una información o negar los juicios sobre un tema, atacan como serpientes amenazantes el principio de autoridad, arremeten contra la institución que aplica el Derecho, con ello crean un ambiente de incredulidad que engendra, desconfianza, frivolidad, encono, irracionalidad, violencia.

Pasar de la ignorancia a una duda razonada, confrontar los argumentos a favor y en contra, es adecuado.

En los espacios democráticos se tiene el deber ético de defender la verdad ante la competencia por el poder público, en ejercicios de gobierno, en la comunicación política.

Exigir el dialogo abierto y válido en todas las rutas, hoy más que nunca, en las redes sociales, que viven aún un estado nonato, esas realidades virtuales son los espacios del dialogo, en el que caben, divergencia, pluralidad, respeto, pros y contras de argumentos, que son alma de consensos.

Confrontar la mentira es desintoxicar la desinformación, y por supuesto, la posverdad.

Las decisiones públicas son decisiones que se enriquecen con la opinión colectiva.

Se deben emplear tecnologías y recursos científicos adecuados y que sean accesibles al colectivo.

La forma de mirar delata al mentiroso que niega siempre, en palabras reiteradas, “no, no, no, no, nosotros, nunca lo haríamos…”.

El lenguaje corporal señala a los mentirosos pues ocultan partes vulnerables de su cuerpo, realizan una huida.

Los discursos largos son muestra del mentiroso, su narrativa tiene que ser creíble.

En las respuestas se desvela el mentiroso, retrasa su respuesta, repite la pregunta o finge no entender.

El mentiroso divaga, es reiterativo y cree impresionar con sus afirmaciones; “fulanito no tiene principios es un retrogrado, un conservador… un vividor…” siempre sin pruebas que verifiquen sus dichos, en su histriónica actuación pretende convencer, en la novedad lo logra, pero luego va padeciendo invisibilidad.

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