- Hay un signo distintivo ético-político ausente en la idea de la reforma: “el plan B”
Ignacio Ruelas Olvera
México ha sobrevivido reformas y circunstancias políticas desde la constitución del IFE, hoy INE. Ha transitado por muchos capítulos de la vida institucional frente a la sociedad en 32 años y más de 350 elecciones, por cierto, CON ALTA SATISFACCIÓN POPULAR.
Ha pasado de la presidencia del consejo general por el secretario de Gobernación a la construcción colegiada de autonomía en todos sus capítulos. El INE no vive su circunstancia, el INE es la circunstancia misma.
El reconocimiento de la sociedad es el carácter de la inteligencia emocional que hospeda al administrador de las elecciones como valor del pueblo mexicano.
Las circunstancias se han padecido en las consideraciones ideológicas convencidos que crear el caos en la emergencia y resolverlo (teoría del caos) es una ayudado para mantenerse en el poder público, una carencia de virtudes. Revisémoslo en clave de tiempo presente.
Hay un signo distintivo ético-político ausente en la idea de la reforma “el plan B”: ausencia de legitimidad y legalidad. Una dificultad honda y difícil. Una mentalidad unipersonal, con discurso y liturgia con tipo de religiosidad ideológica, casulla sacerdotal “de izquierda”, mañanitas alcazarenas que “tienen un no sé qué… que, qué se yo”, para cuestionar las reglas y modalidad de instituciones esenciales para la República y la democracia. El discurso operador NO las fundamenta, ni legitima.
El Instituto Nacional Electoral no pierde legitimidad, la razón es simple, jamás ha caído en la ilegalidad, la institución se actualiza en la conciencia de su legitimidad. Sus trabajadores y directivos saben que es inútil enfrentar la legitimidad recurriendo solamente al poder jurídico.
La legitimidad no transita solamente las avenidas del derecho. Debemos reconocer que padece hipertrofia normativa, y que, a pesar de ello, la institución no pierde su legitimidad trascendente.
El INE no se justifica solo a través del derecho positivo. No permite que la legitimidad desaparezca en la legalidad y se paralicen acciones institucionales, merced a ello se ha convocado siempre a una arremetida de profesionales del procedimiento electoral, el “mísero detalle de la democracia”, para superar las reglas jurídicamente procedimentales:
VOTO DE LOS MEXICANOS RESIDENTES EN EL EXTRANJERO
VOTO ANTICIPADO
SERVICIO PROFESIONAL ELECTORAL NACIONAL
DEMOCRACIA INTERNA DE LAS ENTIDADES DE INTERÉS PÚBLICO
ADMINISTRACIÓN DE LOS TIEMPOS DE RADIO Y TELEVISIÓN DEL ESTADO MEXICANO
PADRÓN ELECTORAL Y LISTA NOMINAL DE ELECTORES
CARTOGRAFÍA ELECTORAL
APLICACÓN DE ACCIONES AFIRMATIVAS
FISCALIZACIÓN DEL FINACIAMIENTO PÚBLICO A LOS PARTIFOS POLÍTICOS
AZAR DE DOS SORTEOS PARA NOTIFICACIÓN
CAPACITACIÓN E INTEGRACIÓN DE LAS MESAS DIRECTIVAS DE CASILLA
ENTREGA DE LOS PAQUETES ELECTORALES
CADENA DE CUSTODIA PARA EL REGRESO DE LOS PAQUETES ELECTORALES
SISTEMA DE INFORMACIÓN DE LA JORNADA ELECTORAL
ENCCIVICA
PARLAMENTO DE LOS NIÑOS
CONSULTA INFANTIL Y JUVENIL
INFORME PAIS
ACCIONES EDITORIALES… (y un largo etcétera).
El tema es enfrentar el déficit cívico que nuestra sociedad entraña.
El civismo es una forma ética fuera de los límites de la administración electoral, le corresponde coadyuvar con la educación para la democracia y con la democracia para la educación.
El Consejo General demanda: preparar al ciudadano en una democracia no sólo establecida, también exige ser mantenida y perfeccionada, cristalizada en “una forma de vida”. Educación ciudadana y electoral no como aprendizaje de términos legales o erudiciones, sino como una manera que la persona aprenda sus responsabilidades frente a los otros, y construya una vida digna en las capacidades de una ciudadanía activa. ¡Este llamado no deja exento a nadie! Es un diálogo colaborativo para educar a las personas que comparten las mismas ciudades, “Reguilete que engaña la vista al girar”.
No es fácil captar el problema, no se trata de enseñar ideas llenas de emoción.
La virtud no se enseña, los valores hay que ejercitarlos, no nacen en invernadero ni se dan en solitario.
La formación de valores democráticos no puede ser sólo una actividad pensada, corren el peligro de lograr resultados desafortunados.
Tenemos que identificar los valores y mantenerles el vínculo formal con la realidad.
Los valores requieren equilibrio: ni fundamentalismo, ni encubrimiento, ni complicidad. Consumir acríticamente un producto ideológico trae aparejado el peligro de ser manipulado para conservar un estado de cosas determinado, no deseable.
Para atender la democracia del siglo XXI se requiere ¡amor por México!, ¡amor por la Patria!, ¡amor por la ciudadanía!
Es irrefutable, vivimos un vacío del sentido, el hundimiento de utopías ha engendrado más angustia, más pesimismo, más indiferencia.
La democracia electoral es una actividad certera, inteligente y legal, tolerante e imparcial, es de todos, pero autónoma, es ecléctica e independiente, es axiológica y objetiva.
La democracia de calidad es comprometida siempre, tiene un estado de deudor todos los días y todo el tiempo se da en el devenir y con el advenir, logra su autenticidad en el pacto racional de los valores.
¡Dignificar la vida compartida es la necesaria y verdadera reforma política!