- La ciudadanía no tiene estratos ni categorías
Ignacio Ruelas Olvera
El curso de la democracia en México. Partamos de un indicio clave, la democracia se desarrolla en un ámbito de desigualdades. Es preciso no perder este mísero detalle en la elaboración de políticas públicas, que son eje del actuar y gobernar democrático. El Informe País 2020, el curso de la democracia en México revisó tres extensiones: representación, participación, trastornos de la democracia.
Estos conceptos ofrecen una serie de indicadores e inferencias que enriquecen la discusión y las acciones de gobierno.
Los procedimientos electorales son ahora un referente común en la sociedad mexicana. En ese mérito la confianza en el administrador de las elecciones aumentó a 40% en la 1ª década del siglo XXI; en la segunda a 60% y, en los primeros dos años de la tercera alcanza el 76%, levantamiento de MORENA por Parametría.
Sin embargo, enfrentamos desconfianzas, personales, colectivas, institucionales, nos asalta la posverdad, el imperio de lo efímero, debemos afinar el currículo de la formación, la instrucción, la educación, la cultura; ¡ya no hay justificantes!
Un abanico conceptual nos define: la situación del país, el interés en la política, los asuntos públicos, el consumo de medios e información, percepción y valoración sobre la política, las ideologías, los derechos de nuevo cuño, la cohesión social, la participación política, la relación gobierno y gobernados, la legitimidad, la transparencia y rendición de cuentas, los valores autoritarios, valores democráticos, el compromiso y el déficit democráticos.
El informe país nos pone frente al espejo y permite la inferencia, nos refleja y nos apoya a encontrar las claves del verdadero cambio, las asignaturas pendientes, los derechos humanos, el carácter de las ideologías, ética civil, el derecho de la legitimidad, nuevas formas de participación... La utopía implica que todos los ciudadanos estén incluidos en la dinámica del desarrollo y gocen de la ventura que este desarrollo promueve.
Frenar las desigualdades mediante la acción responsable del Estado, un reconocimiento sin distinciones a todos sus miembros. La ciudadanía no tiene estratos ni categorías.
Los efectos de la desigualdad nos demandan acciones inmediatas fuera de ocurrencias, ideologías, explotación de emociones. Requieren acciones formales y sistémicas: la escolaridad, por un lado, que consiente desarrollar habilidades de conocimiento y creatividad, transmite valores, hace realidad la cultura política, la educación como institución que explica la realidad que nos rodea e interviene en ella para transformarla.
La pertenencia generacional, por otro lado, que refleja las vivencias que experimentan los individuos a lo largo de su vida con las transformaciones del sistema político, en el debate de las formas e impulsos culturales, atempera las pulsiones sociales.
Además, en el espacio de la ciudad, el lugar dónde están las personas, la región que habita, la pluralidad, la diversidad, las experiencias con el sistema político en la práctica, la calidad de la vida compartida.
La ciudadanía es un título de derechos con voluntad de obligaciones, acompañado de respeto a reglas procedimentales de la institucionalidad democrática y del Estado de derecho. De manera superlativa la voluntad para participar en los asuntos de interés público en los espacios públicos, físicos y virtuales.
La igualdad es exigencia de la norma jurídica, al propio tiempo es un valor cuyo puerto llega a la virtud. Es enunciativa de compromisos mutuos, gobernantes y gobernados nos debemos un trato igual que atienda la diversidad de ideas y construya los valores al amparo de una moral y ética cuyo carácter sea adecuado y apelativo.
Las diferencias económicas no pueden seguir en el catálogo de la geometría, vértices raros, la izquierda, que agudiza las ideas al grado de devoción, el lugar del pobre; o, de la derecha que solo cree y por ello está en la esperanza, el lugar del rico.
Por ello las relaciones de poder deben someterse a una pedagogía adecuada a los ordenadores, la inteligencia artificial, la mente factura. Pensar es la clave, pensar para renovar, pensar para crear, pensar para imaginar, pensar para transformar al mundo y sus relaciones.
Los gobernantes no pueden ser improvisados, requieren carácter para otorgar igualdad en el trato para la toma de decisiones en las políticas públicas que hagan de la confianza un santuario de todas y todos.
Transitamos por un choque de trenes del conocimiento, pasamos de un modelo de comunicación tortuoso a uno al instante, en ese santiamén se desarrolla la cultura política en un espacio público ubicado en las zonas de pantallas, la política por internet. El reto es homologar a las generaciones en el mérito de una pedagogía del siglo XXI.
La soberana representación popular se acrisola en el poder legislativo, es esta instancia gubernamental debe valer la voluntad del pueblo, de las personas, de los ciudadanos, de los electores, el resto es lograr una representación más autentica y un diálogo constante y directo con la sociedad.