- Con respeto a mi amigo Alfonso Pérez Romo
David Pérez Calleja
Aguascalientes, Ags, 27 de octubre de 2022.- (aguzados.com).-
Un conocedor profundo del arte del redondel
y la pasión que entre la afición agitada despierta la fiesta taurina
y que apenas respira
y que desde alguna pequeña rendija lo mira
y entre la circunferencia mágica intenta comprender la esencia natural de la vida
y de muerte en la tauromaquia
y de ese bello toro bravo que sale rumiando
y que encorajinado por el largo encierro salta desde los corrales
y que trota veloz y levanta polvos al paso de su paso
y sobre el ruedo da tres vueltas a la plaza mostrando su brillante pelaje tornasol
y con su actitud natural violenta
y con su mirada retadora busca embestir a quien se acerca
y repentinamente, como rindiendo honores, se detiene
y rumiando a los cuatro vientos levanta su rudo rostro
y le saluda al admirando Poncho Pérez Romo dueño de simbolismo mistérico y que anuncia su última vuelta al redondel
y se despide entre olés de la afición y trompetas de la eternidad prometida.
Fue una tarde fría sobre el cómodo sillón de un rinconcillo hidrocálido en su finca del Campestre cuando el Médico estampó firma y dedicatoria de su obra El Sentido Profundo del Toreo, Rafael Rodríguez, un homenaje literario que escribió para ese Matador y me compartió en aquel veinticinco de enero del dos mil quince.
Entre un dialogo salpicado por el buen humor rememoramos nuestros pasos por las gradas y el redondel de la plaza política y nos concentramos en la virtud y el placer de la literatura y la narrativa, de la poesía y de su pasión por el arte taurino.
Igual compartimos la filosofía del Quijote quien pensamos entre sus aventuras alanceó algún toro bravo y hasta recordamos la frase célebre de Cervantes, Por la Libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar en la vida, monumento a la literatura que orgullosa luce entre las fuentes del agua clara y se exhibe sobre la glorieta principal de Aguascalientes.
Y departimos un platón de queso pan y vino
y de sus palabras pacientes
y bien entonadas aprendí que la muerte es pura y simple naturaleza
y que representa la mayor pasión de la divinidad
y del arte
y simboliza un ritual que seguiremos
y al tropezar sobre el ruedo de lutos apasionados
y entre airados corazones rojos que tarde a tarde danzamos
y entre las ardientes pasiones saltamos barreras encadenados
y a los amigos tomados en un brazo emulando al toro bravo
y bajamos al ruedo
y recolectamos sobreros, flores y botas repletas de vinos generosos
y sedientos bebemos hasta mas no poder
y así pues entendemos el sentido profundo del toreo
y lo mismo nos da cantar, gritar olé, reír o llorar
y vivimos el mito, la magia, el simbolismo
y la esencia de la vida real que se resume en la sangre hirviente
y que se derrama con la consumación de la pasión humana
y del hombre que ya sin remedio pierde su fiereza
y su poder reproductivo de noventa y siete años le abandona
y la fuerza vital que regala Dios en su infinito amor vuelve de su encarnación
y despojada en una tarde soleada de toros.
Alfonso no ocultaba su admiración por aquella antigüedad del Coliseo romano donde los imperialistas solían presentar espectáculos violentos y brindar con Pan y el Circo ante los gritos del nutrido populacho que suele aún estar tan distraído de lo esencial de la vida, admiraba ese redondel romano en que escenificaban míticas luchas sacrificales de milicias romanas para entretener al vulgo.
Hablamos del actual Coliseo o Plaza de Toros que durante las ferias de los pueblos escenifica con belleza plástica la tauromaquia esa fiesta criticada por defensores de causas animalistas y tan amada e incomprendida se lamentaba Poncho y decía que por alguna razón mítica la figura de un toro bravo aparecía a los pies del evangelista San Lucas y representaba un sugestivo simbolismo mágico religioso de la pasión y muerte de la naturaleza y la subsistencia de animales bravos con seres humanos.
No volví jamás al hogar de Poncho, algunas ocasiones lo visité en su despacho de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, siempre sonriente, amable y generoso, y nunca más le entrevisté. Una vez fue suficiente para respetarle y recordar eternamente el fino pensamiento de su compromiso social. Alfonso Pérez Romo, médico de humanos y curandero del arte taurino, migrante desde Parral a Aguascalientes, amante de la cultura ibérica y mexicana, hombre de buenas costumbres y trato respetuoso con su Legado literario nos ilustró y con su partida nos recuerda su mayor lamento que reza así: en la actual sociedad humana se pierde el sentido de lo sagrado, de lo trascendente, de la solidaridad y la justicia, se mata con frialdad y se roba con descaro, sin un aparente atisbo de vergüenza, remordimiento o responsabilidad.
A su familia, dedico este recuerdo con todo mi afecto y solidaridad.
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