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Un nuevo capítulo de la Patria chica

  •  Ignacio Ruelas Olvera

Aguascalientes, Ags.- 20 de septiembre de 2022.- (aguzados.com).- El Proceso Electoral Local 2021 – 2022 llegó a su fin la semana pasada cuando la Sala Superior del Tribunal Electoral Poder Judicial de la Federación agotó, los asuntos que le fueron presentados por inconformidades en procedimientos electorales. El Estado de Aguascalientes tendrá según su calendario político a partir del día uno de octubre, ahora, gobernadora. Dicho de otra manera, el pueblo ahora hospeda una nueva página de orden democrático, decidió su futuro por los próximo cinco años y meses. Hospedar nos lleva a idea del “Otro”; si podemos decirlo, en una palabra, “Otro” es el eje de la democracia, pues el gobierno del pueblo no se da en solitario. La democracia es la fiesta de los pares, el festejo de la convivencia; es la estética de la solidaridad, es la ética del compromiso. La participación democrática tiene olor a “Otro”, para que ocurra es preciso que emane de la imparcialidad. Esencialmente, el “Otro” es donde se engendra la justicia. Justicia es el peso de lo otro. En el espíritu colectivo se inventa la ley y la génesis moral del Yo que nos hace responsables del “Otro”. Hemos la garantizar que el “Otro”, el ciudadano, es el eje de la convivencia. Reflexionemos la vida compartida.

Para saber convivir se requiere respetar la ley, pero se requiere más cuidar al legislador, exigirle cotidianamente y en lenguaje público que sepa hacer la ley. En las letras de la ley debe generarse calor de la palabra en la lógica de predicados, en ella se instala el espíritu colectivo. En las palabras de la ley inicia el espacio del diálogo y la responsabilidad que tenemos del “Otro”; ello nos obliga a hablarle y el compromiso de escucharlo. Nunca debemos olvidar que cada uno de nosotros es el “Otro del Otro”.

La pregunta no es la zona donde se agota la palabra ni el pensamiento, tras cuestionarnos, o cuestionar al “Otro”, anticipamos una afirmación: SÍ, interpretándola como palabra neutra, ni como testimonio, ni como declaración. Este sí consiste en comprometerse a escuchar al “Otro”, hablar con él. Antes de la pregunta ya existe el sí, este sí liberal es el estado de apertura que posibilita la democracia. Pensar el “Otro” es la sintonía de un nuevo rostro de ciudadanía.

El “Otro” no es reducible a nosotros mismos, lo que demuestra que hay una justicia irreductible a su representación jurídica y moral. Insisto, la justicia no se reduce a la representación jurídica que le demos. La justicia se origina en la intimidad de la justicia, no se trata del círculo eterno de readecuación entre falta y condena. En cambio, el Derecho sí calcula qué es el “Otro”. Pero, lo que acabo de decir no es un axioma inimpugnable; es preciso transformar el Derecho de modo que sea lo más justo posible.

Los conceptos “Otro”, ética, justicia, cultura, educación, etcétera, requieren calibrar emergentemente las válvulas de sus significados. Se requiere volver a pensar, pensar siempre, para elaborar el discurso de la democracia del siglo XXI, debemos iniciar desde el punto cero. Empecemos por reflexionar sobre el espacio público.

Representantes y representados, como pares, tenemos el deber ciudadano de repensar la democracia, pensar sobre las avenidas que se deben diseñar y construir: las del espacio público. Esencialmente el uso adecuado de la voz con razón pública, sobre todo replantear el uso de las palabras. Nos quedamos satisfechos porque tenemos democracia, porque para algunos ya pasó la transición democrática. Pero cómo está constituida, cuál son las razones para dotarle de existencia.

La democracia, lo ordena nuestra Carta Magna debe de ser una forma de vida. ¿Vivimos la democracia, la tenemos?, la respuesta es no. Es preciso transformarla, dotarla de particularidades ciudadanas, de ética ciudadana.

La democracia no existe nunca en presente. Su concepto lleva consigo una promesa, y en ningún caso es tan determinante como lo es una cosa presente. Cuando afirmamos la democracia existe, la podemos someter a juicio, puede ser cierto o falso, un juicio válido, pero no verdadero. La democracia no se adecua, no puede adecuarse, en el presente a su concepto. Porque es una promesa, ello impide que sea sometida a cálculo, tampoco puede ser objeto de un juicio del saber que lo determine. La democracia no puede ser una cosa en abstracto, pues la democracia nace en la libertad y el respeto a la singularidad del “Otro”. La democracia es una institución que es patrimonio del pueblo. La democracia del porvenir es la utopía, luchar por el espacio que le corresponderá. En presente la democracia no será en tanto no tenga como génesis la educación y la cultura, ese cultivo de la ciudadanía es la única manera de poner en tiempo presente a la democracia, para que ello ocurra es esencial el “Otro”.

¡Bienvenido el nuevo tiempo aguascalentense!

 

 

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