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Un enfoque acerca de las ideas políticas 10

  • Una interpretación del Renacimiento al pensamiento moderno (4)
  • Jorge Varona Rodríguez

Aguascalientes, Ags.- 24 de abril de 2022.- (aguzados.com).- “Antes que el Estado nacional sucediera al feudalismo, la economía medieval había iniciado su evolución” (Salazar Mallén): la burguesía se puso en marcha desde la segunda mitad del siglo X, en que los mercaderes solían buscar protección en los recintos amurallados de los burgos o ciudades, que con el tiempo fueron insuficientes para albergarlos. Entonces se establecieron en las afueras de la ciudad o burgo, y fundaron burgos de afuera o foris burgus (de aquí el fauborg, arrabal o suburbio). Desprovistas de tierras, los mercaderes no se consideraban vinculado al régimen territorial de la Edad Media. Ello hacía necesaria la libertad de movimiento y de comercio, no como un concepto moral o un derecho natural, sino “condición necesaria y útil”, que ya en el siglo XI dio lugar al jus mercatorum, embrión del derecho mercantil, que les reconocía ciertos privilegios. Los señores feudales los toleraron porque su actividad generaba ingresos por alcabalas y derechos de peaje.

Desde el principio la burguesía fue una clase privilegiada. Protegió sus prerrogativas, elevándose al nivel de la nobleza y el clero. En los siglos XII y XIII asumieron por entero el gobierno municipal, instituyeron el crédito y las finanzas, construyeron mercados y lonjas, abrieron escuelas. Fue la época de las comunas. En su interior los gremios retenían y concentraban monopolios. “El bien particular se sobreponía al bien común”.

En estas condiciones fue debilitándose cada vez más la nobleza feudal, convertidos en simples rentistas de sus tierras, en tanto la burguesía evolucionaba rápidamente. La consolidación de los estados nacionales, necesitados de ejércitos y armamento, indujo a los monarcas al apoyo financiero de la burguesía. Ambos se beneficiaron de esta alianza entre poder económico y poder político: sin éste aquél no había podido vencer el particularismo de comunas y feudos (proteccionismo de Estado), en tanto los monarcas no abrían podido consolidar su poder.

Otros acontecimientos acentuaron este proceso: la Reforma que destruyó “la unidad universal” fincada en la Iglesia y el Imperio, así como el reconocimiento a la soberanía de cada Estado, (obligado a respetar la diversidad religiosa). Los “descubrimientos” de nuevos territorios (América, África, Asia oriental), el monetarismo catapultado por el oro y la plata de las nuevas colonias y el paulatino desarrollo de las ciencias. Desde entonces, prevaleció el afán de lucro como fin utilitarista y, no podía faltar, la justificación ideológica a cargo de Tomás Mun (mercantilista inglés, impulsor del comercio exterior (vender más e importar menos; aprovechamiento al máximo de los recursos naturales y de trabajo propios, proteccionista), y Guillermo Petty (estudios sobre demografía y economía, promotor del pleno empleo). Anticipan las ideas liberales y hacen responsable al gobierno de mantenimiento de caminos, puentes, puertos y ríos navegables, a fin de apoyar el comercio. Asimismo, un sistema fiscal que impulse exportaciones y control de importaciones para que fuesen “útiles a la producción y el comercio de Inglaterra”.

Ante las confrontaciones sociales y políticas por las divergencias religiosas, así como la necesidad de consolidar el Estado nacional, Juan Bodino (1530-1596) forjó la justificación ideológica del poder del Estado nacional absolutista: la tesis de la soberanía, el poder del monarca por encima de las contiendas religiosas, distinguiéndolas de las cuestiones políticas. Es el poder de hacer la ley “sin el consentimiento de los súbditos” (Touchard). Asegurar el bienestar público, al margen de las creencias, antes de alguna explicación filosófica “como un imperativo categórico de la existencia y la unidad del Estado” (Touchard). Bodino sostuvo la teoría del derecho divino de los reyes (éstos derivan su autoridad directamente de Dios, y por tanto sólo son responsables ante el tribunal divino, y no de los súbditos bajo su dominio). A pesar de ese “origen divino” del príncipe, “aisló a la política de cualquier principio ajeno a ella misma”. El poder del soberano se manifiesta en la capacidad para dictar leyes independientemente del Derecho Natural, respondiendo a las necesidades políticas, económicas y sociales del reino. Es decir, igual que Maquiavelo, la política se justifica por sí misma, por su eficacia para gobernar, aunque rechazaba a Maquiavelo, quien “estuvo de moda entre los corifeos de los tiranos”. Y es que Bodino, en medio de las intensas polémicas de su tiempo, debió elucidar el derecho no sólo por el hecho de la fuerza, sino por un principio con sustento lógico y racional. Y no sólo fue su teoría de la soberanía, la cual matizó al puntualizar que, para decretar impuestos, “salvo excepcional urgencia”, debía estar a cargo de los “Estados del pueblo, y cada provincia, o ciudad o comunidad”.

El fundamento de la autoridad política es deducido directamente del orden natural (indirectamente de la divinidad, ya que razón y naturaleza son creaciones de Dios). “La idea de la cristiandad ha desaparecido por completo de los horizontes de Bodino, quien examina las cuestiones políticas en el marco del Estado soberano sin que le planteen problemas las relaciones entre éste y la Iglesia universal” (Touchard). De ahí se concluye que la república, ajena al conflicto de confesiones diferentes, es secular y nacional. En lo cual, asimismo, coincide con Maquiavelo.

Las distancias entre ambos, es que Bodino teoriza a partir de formulaciones jurídicas imbuido además de enseñanzas evangélicas y supersticiones (acude a la influencia de los astros y a cábalas numéricas), en tano que Maquiavelo tiene una visión de tipo científico –dentro de los parámetros de su siglo—porque se basa en datos históricos y en la interpretación de éstos, sin recurrir a exégesis religiosas. Por otra parte, Bodino (influencia aristotélica y anticipo de Montesquieu) hace referencia a la “naturaleza de los pueblos”, hombres y sociedades están condicionados por el medio natural (al que transforman), así como componentes étnicos, geográficos e históricos.

Para Touchard, “la riqueza de la République deriva de una doble forma e universalidad abstracta en la idea de soberanía (lo cual presupone la existencia del Estado en cierta cohesión, impuesta y reconocida); universalidad concreta del método histórico comparativo”, extrayendo elementos comunes de sistemas jurídicos y morales diferentes.

Bodino sustentó, además, las características esenciales de la soberanía (Seis libros de la República): potestad absoluta, perpetua e indivisible. Distingue entre la titularidad de la soberanía y el ejercicio de ésta, que puede ser delegada, lo cual posteriormente da pie a teorías sobre el contrato, el ejercicio del poder por fideicomiso (Pufendorf). Puede ser considerado precursor del Estado entendido como el espacio territorial del mercado nacional, ya que propone un ejército nacional permanente, unificación de pesos y medidas, que confieren autoridad más efectiva al Estado y al monarca.

* A raíz de la reflexión de un amigo, he creído oportuno advertir, antes de continuar con estos breviarios, que las ideas políticas expuestas, responden a la cultura, las condiciones sociales y económicas, así como el “horizonte histórico” de Europa y responden, por tanto, a la lucha ideológica por el poder en el occidente de los países de ese continente. El racismo científico-cultural impuesto por el colonialismo ha hecho suponer que esas doctrinas poseen carácter universal. Pero no se corresponden con la realidad del resto del planeta, en particular de la América Ibérica. Cabe estudiarlas porque, aunque nuestros pueblos son muy diversos sociológica y culturalmente, a marchas forzadas, colonizados, forman parte de ese conglomerado global que inició desde finales del siglo 15. Las luchas de nuestras naciones, así, han respondido tanto a la dialéctica interna como a la dialéctica dependencia-independencia-soberanía. Tema que ya abordé en octubre de 2021: “Colonialidad cultural”; agosto de 2021: “Distopía del Estado Liberal”, entre otros. Tal vez será necesario abundar en ello.

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