Carlos Romo Medina
EL SEGUNDO DEBATE entre los aspirantes a dirigir este País resultó, por decirlo con diplomacia, fútil. Independientemente de los ataques personales -- ciertos o verdaderos--, los cuatro candidatos a la Presidencia de México mostraron que carecen de los ingredientes principales para ser auténticos líderes que puedan conducir con tino los destinos de la nación.
DESDE UNA ÓPTICA muy personal, se pudo apreciar que Andrés Manuel López Obrador sigue anclado por evocar épocas ya superadas, con un sistema de gobierno que depauperó las condiciones económicas, sociales y políticas de la población mexicana. Insiste en aplicar esquemas económicos que ahuyentarían la inversión privada en todos los niveles y aumentarían la pobreza de la mayoría de la población
EL CANDIDATO que por tercera vez que ambiciona regir los destinos de México exhibe, una vez más, su pobreza ideológica y su falta de propuestas serias para resolver los principales problemas que aquejan al país. López Obrador es ágil para “bullear”, para poner epítetos a sus adversarios, por lo que se le aprecia un “don” especial para hacer mofa de quienes lo cuestionan directamente cuando el dueño de Morena no tiene los argumentos y las respuestas directas, claras, a las soluciones serias que demanda la sociedad.
AL MISMO tiempo ha sido incapaz para responder de manera precisa a los cuestionamientos francos sobre sus posibles acciones de gobierno que aligeren la pesada carga que la población lleva a cuestas sobre su espalda. En lugar de ello, se evade, se ríe, se sale por la tangente y lo más grave, en un arranque de soberbia (al saberse arriba en las encuestas) se autoproclama ya, como el próximo presidente y humillas a sus ponentes al vaticinarles la derrota. No hay que olvidar que cuando no se sabe reconocer el fracaso y perder con dignidad, difícilmente se podrá ser un buen ganador, un ganador que debe ser más humilde ante la victoria que ante la derrota.
POR ELLO, su mensaje final en el debate de este domingo 20 de mayo, López Obrador dijo: “Sonríe. Vamos a ganar la elección y vamos a sacar a nuestro querido México del atraso. Tenemos lo que se necesita para que sea una potencia económica y que sea la capital del mundo”. (¿?) Quedó evidenciado una vez más que lo suyo, lo suyo, no es el debate… ni la exposición y el contraste de las ideas y las propuestas
EL LLAMADO “joven maravilla”, Ricardo Anaya Cortés, recién rebautizado por López Obrador como “Ricky Riquín Canallín”, confirma lo dicho líneas arriba.
CUANDO SE ESPERABA que Anaya Cortés fuera contundente en sus propuestas para atender con eficacia y eficiencia los temas que se plantearon en el debate de este domingo 20 de mayo, de pronto su “chispa” se desvaneció. Se le apreció dubitativo en ciertas ocasiones y pareció perder esa energía que le ha caracterizado por su juventud. Podría suponerse que se “apanicó” y perdió el brillo mostrado en el primer debate. Tal vez le hizo falta Margarita para que lo acicateara.
SUS PROPUESTAS en poco difirieron de las presentadas, tanto por López Obrador como por José Antonio Meade Kuribreña. Ello podría llevarnos a la conclusión que en realidad las soluciones a los problemas añejos en materia migratoria, agudizados por la presencia en la Casa Blanca (la de allá) del demonio de Nueva York, son más complejos y difíciles de sortear que los propios aspirantes imaginan.
ANAYA CORTÉS COMETIÓ el grave error de alterar una portada de la revista Proceso para tratar de atacar al oponente que lleva la delantera. En una, en donde se menciona “Los ricos de López Obrador”, pero eliminó el cintillo superior en el que se lee en la edición original: “El frente de Anaya también recluta fichas negras”.
EN SU MENSAJE final Ricardo Anaya se dirigió a la audiencia: “La paz es mucho más que la ausencia de conflicto; la paz es justicia y felicidad y vamos a recuperar la paz, hagámoslo juntos, hagámoslo todos, tengan confianza, si se puede y lo vamos a lograr”.
A PESAR de que la propaganda oficial del PRI dio como “ganador” del segundo debate a su candidato “ajeno”, José Antonio Meade, la verdad es que sigue sin transmitir emoción alguna, merced a su falta de carisma, a su actitud plana y a su monótona voz que nada más no motiva a la audiencia. Plano y frío como una loza de mármol, José Antonio Meade perdió nuevamente la oportunidad de mostrarse con una personalidad propia, desligada de los intereses del Olimpo del poder que ahí lo colocaron.
CONTINÚA COMETIENDO el error de tratar de defender lo indefendible, como fue el caso de la infame invitación que desde Los Pinos le corrieron al demonio neoyorkino en plena campaña electoral en Estados Unidos, cuando éste sujeto tenía más de un año de injuriar y denigrar a los mexicanos. Así no, Meade, así no. Jamás se destetó de su creador. Otra vez, con más pena que gloria.
AL FINAL del debate su mensaje fue muy claro para predecir su derrota: “hago un llamado a los mexicanos para que, al decidir su voto, el próximo 1 de julio, reflexionen si quieren la certidumbre o el riesgo. La elección se integra de tres momentos: contrastar propuestas, reflexionar y, finalmente, optar por el país que queremos”. El harakiri, pues.
HELIODORO RODRÍGUEZ “El Bronco”, quien todo para perder y nada para ganar, fue el que delineó la realidad que muchos mexicanos observan desde hace años: la partidocracia que se ha apoderado de los destinos de este País, no para mejorarlo, sino para explotarlo impúdicamente y por ende, destrozarlo.
FIEL A SU CONDICIÓN de nacido para perder en esta elección presidencial, Heliodoro Rodríguez les plantó en su cara a los otros tres oponentes muchas verdades que se quedaron sin respuesta. Una de ellas fue que los partidos utilizan el presupuesto público para costearse sus campañas de manera “legal”, discriminando a otros ciudadanos que tienen el derecho a competir por los cargos públicos.
NO ESTÁ de más citar que lo mismo ocurre con el uso de los tiempos “oficiales” en los medios electrónicos que bombardean los espacios propagandísticos de esos medios masivos y taladran las conciencias de los ciudadanos hasta adormecerlas, manipularlas y hartarlas. ¿En verdad creen que les creemos?
EN SUS PROPIAS PALABRAS:
El “chistecito” del tabasqueño sobre cuidar su cartera, es un chiste que se ha escuchado desde hace 12 años. Me recuerda a un tío que en cada reunión familia cuenta el mismo mal chiste. Ricardo Anaya Cortés. Candidato a la presidencia de la coalición Por México al Frente.
FRASE DEL DÍA:
No es pobre el que tiene poco, sino el que mucho desea. Séneca (2 AC-65). Filósofo latino.
EL BISTURÍ. El ajuste de cuentas entre los sucesos y las declaraciones.
Lo que los candidatos presidenciales omiten es reconocer que el crecimiento económico y las inversiones frescas no las deciden ellos de forma directa ni dependen de un plumazo demagógico; éstas se dan cuando la rectoría del Estado facilita la implementación de condiciones que le brinden certeza jurídica a los inversionistas privados, al mismo tiempo de procurar un sano equilibrio entre las ganancias de los empresarios y unos salarios dignos para los trabajadores. Ese debiera ser el principio rector de las políticas públicas en materia de economía. Solo falta un pequeño detalle: primero habría que combatir la corrupción y la impunidad que campea en las relaciones entre los gobernantes y los dueños del capital. Nadie escuchamos que hablaran de ello.
COLOFÓN.
Los soliloquios por el poder nos exponen al peligro de caer a un mayor vacío. Y sí, la caballada está flaca.
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