- Una interpretación de la transición al pensamiento moderno (2)
- Del Estado Absolutista al Estado Liberal
- Jorge Varona Rodríguez
Aguascalientes, Ags.- 29 de mayo de 2022.- (aguzados.com).- El siglo 17 es la culminación y decadencia del absolutismo. Sucesión de conflictos de los cuales emergió imbatible el Estado capitalista y, en el plano teórico, las ideas del utilitarismo, mercantilismo, liberalismo político y liberalismo económico.
Fue una centuria de crisis económico-sociales (hambres y revueltas campesinas). Crisis políticas y guerras: de los “Treinta años” (1618-1648); “Fronda” (1648-1653) [rebeliones en la transición monárquica entre Luis XIII y Luis XIV, por problemas fiscales y las ambiciones de la nobleza]. En Inglaterra, ejecución de Carlos I (1649), sustitución de Jacobo II por Guillermo de Orange (revolución de 1688). Desórdenes en los Países Bajos.
Confrontaciones religiosas: 1) jansenismo [hunde sus raíces en las enseñanzas San Agustín]; 2) revocación del Edicto de Nantes [en 1598 Enrique IV decreta la libertad de conciencia y libertad de cultos, limitada al catolicismo y al calvinismo. Luis XIV en 1685 declara legal únicamente el culto católico]; 3) quietismo [movimiento místico en España, Italia y Francia. Su fundador, el sacerdote español Miguel de Molinos predicaba “pasividad en la vida espiritual y mística, ensalzando las virtudes de la vida contemplativa”. Finalmente fue condenado por el Papa Inocencio XI, “por herético”, en 1687].
Vicisitudes intelectuales: 1) libertinos [movimiento cultural que fomentaba el “espíritu libre” y conocimiento adogmático]; 2) preciosismo [moda social que promueve “elevación y refinamiento de los modales”]; 3) barroco (Touchard).
La secuencia de acontecimientos históricos impacta en el pensamiento político. El desarrollo capitalista, el comercio y la riqueza de Europa occidental por la explotación de los territorios “descubiertos” en América, África y Asia oriental. Inglaterra y los Países Bajos desplazan a España e Italia. Hay un corrimiento del Mediterráneo al Atlántico y al Canal de la Mancha. Mientras en España y Alemania siguen disertando sobre Reforma y Contrarreforma, los Países Bajos, Francia e Inglaterra aportan ideas innovadoras respecto a la sociedad civil y el Estado (Grocio, Hobbes, Spinoza, Locke, entre otros).
Adicional a factores económicos (la burguesía se apoya en el Estado nacional bajo la potestad del monarca absoluto), hubo causas religiosas que por un tiempo sostuvieron al absolutismo: la exigencia de paz social luego de las contiendas por la Reforma, así como independencia respecto del Vaticano que genera un sentido de identidad nacional. Entre las causas políticas, en Inglaterra, necesidad de orden después de las sediciones de Cromwell; y la Fronda en Francia. Además, las guerras requerían consolidación y concentración del poder monárquico.
Las ideas sobre economía en el siglo 17, consolidación del colonialismo, sostenían el oro y la plata como expresiones de riqueza de las naciones, sobre tres premisas: 1) desarrollo de la producción nacional al máximo (extraer metales preciosos y materias primas baratas de las colonias y detentar mercados cautivos para sus productos); 2) intereses pecuniarios (usura); 3) proteccionismo frente a la competencia extranjera. Política económica nacional en doble sentido: pasa de lo local a lo nacional, y a la vez política de Estado: “las compañías de comercio son los ejércitos del rey; las manufacturas, sus reservas, y el comercio mismo ‘una guerra de dinero’” (Colbert). En consecuencia, el Estado facilita la creación de compañías comerciales “de Indias” (Holanda, Inglaterra y Francia), protegidas las flotas mercantes por barcos de guerra y con “licencia” para la piratería. Exigían la protección del Estado, pero promovían “la libertad de comercio”.
En estas condiciones, explica Touchard, Estado absolutista y burguesía comparten intereses: “el mercantilismo económico supone y reclama una política de seguridad, poderoso agente de unificación nacional”, y convenientemente aporta ingresos a la corona. En un proceso dialéctico, la consolidación de la burguesía en lo económico sentó su fortaleza para reclamar espacios y preeminencia en el poder político. Así, el absolutismo cede paso al liberalismo.
Paralelamente, desde el siglo 17 (liberación del conocimiento racional frente al dogma que desembocó en la innovación de las ciencias), va evolucionando la revolución científica, especialmente en física, mecánica y matemáticas. Galileo, Kepler, Bacon, Descartes, Newton, Pascal no eran pensadores políticos, pero impactaron en la reflexión política.
La historia de las ideas políticas se imbrica con la historia del derecho, en particular las concepciones sobre derecho natural. “A partir del Renacimiento se desarrolla una concepción nueva de la naturaleza” (Touchard), laica, separa derecho de teología y religión. Coincide con el progreso de las ciencias (“nueva confianza en la posibilidad que el hombre tiene de comprender y utilizar la naturaleza”). Su impulso más vigoroso proviene del nuevo orden económico, que requería fundamentación doctrinal (filosofía, teoría política y derecho) para la plena expansión del capitalismo mercantil. Para ello “invocan la utilidad general de los derechos del individuo y el estado de naturaleza”. Justifican así, de manera polivalente, las pretensiones de la monarquía absoluta, la nobleza y la burguesía. Con el tiempo ésta sobrepone sus intereses y fija su ideología y reglas.
Hugo Grocio. holandés, “consciente de los intereses comerciales de su país” (Touchard), argumenta el derecho de hacer la guerra, explotar los recursos de las Indias (incluido comercio de esclavos y sobreexplotación de su trabajo) y libertad de comercio. Emplea razones jurídicas para acreditar “una concepción mercantilista de la libertad … que puede ser el objeto de tráfico, de contrato, de conquista y de prescripción” (Paul Janet citado por Touchard). Así vincula libertad con propiedad y soberanía. Su doctrina propone “un poder fuerte, capaz de favorecer la expansión comercial y hace reinar el orden y la paz”.
Samuel Pufendorf, alejado del dogma romano, es “el verdadero teórico del derecho natural deducido por la razón”. “El derecho positivo adquiere así un valor eminentemente racional” (Touchard). El problema con esta doctrina del derecho natural, explica Touchard, es que “permitía justificar cualquier poder, a condición de que apareciera como razonable y útil a la sociedad”.
En otras palabras, es la utilización del derecho o religión o filosofía o teorías políticas con fines ideológicos y hasta propagandísticos, para legitimar los fines del dominio ya sea de clase o de potencia comercial o militar.