- Jorge Varona Rodríguez
Aguascalientes, Ags.- 8 de noviembre de 2021.- (aguzados.com).- La inconformidad y la polarización social no surgieron ni detonaron el uno de julio de 2018. Tampoco emanaron de 36 años de “neoliberalismo”. Vienen desde décadas atrás, desde que la Revolución Mexicana fue conculcada desde fuera y traicionada desde dentro. Y decir Revolución Mexicana es decir independencia nacional, reforma liberal, restauración de la República, movimiento social de1910. El pueblo de México en armas con vocación y destino.
La novedad, actualmente, proviene de la élite económica y cúpulas políticas, escindidas y contrapuestas, no lo admiten públicamente (¿temor, táctica?), pero es telón de fondo en declaraciones, advertencias, cuestionamientos, críticas, encuestas… Condenan el populismo, los altibajos en la racionalidad del debate público, pero también temen la conflictividad y la crispación social que emanan de la contradictoria concentración de la riqueza-crecimiento de intensidad de la pobreza.
En paralelo, la acción del “crimen organizado” reta al Estado nacional, al punto de generar un narco-Estado dentro del Estado nacional, que impone reglas y gravámenes en los espacios que domina, sustentado no sólo por el poder de hecho de las bandas sino también por poblaciones a la expectativa entre el miedo y las aspiraciones. Asimilarse a ello es un modo de rebelarse ante la situación imperante.
En estas condiciones, el desafío, hoy, para el PRI es el de definir de cuál lado social y político se asume. Volver a las raíces, que no es lo mismo que regresar al pasado, sino el de proponer una revolución social del siglo 21. ¿Revolución cultural por los derechos humanos, económicos y sociales?
En gran medida, las nuevas generaciones y los jóvenes de espíritu simplemente no ven partido alguno que los represente ni los motive. Se movilizan por su propia cuenta, cuando no son presa del escepticismo y la abstención.
Poseen ideas que expresan sus necesidades y aspiraciones con la mira puesta en el siglo 21. El contenido específico de sus valores respecto de democracia, justicia social, participación, representación política y derechos humanos, no corresponde a los paradigmas del siglo 20 ni al liberalismo económico que depreda a la sociedad, como tampoco al populismo engañoso que adopta posturas autoritarias y represivas propias del protofacismo, por definición antidemocráticas.
Por ello ven hacia otro futuro. Un futuro que diseñan y perciben con claridad, confían en que pueden construirlo, con partidos o sin partidos. Rechazan demagogia y politiquería porque comprenden que la política es ámbito para razones y acuerdos. Y es posible, pero bajo otra forma y actitudes,
¿Qué propone el PRI en su Asamblea Nacional?
Independientemente de la tentación de copiar o imitar recetas foráneas, en México debemos tener el valor de vernos en nuestro propio espejo, hacer frente sin rubor a nuestros defectos y sin ostentación nuestras virtudes.
Cosío Villegas advertía, en su momento, que la ruta mexicana hacia la democracia parecería caracterizarse por ser una respuesta intermitente al agravio, que oscilaba pendularmente según los cambios en el contexto de operación: “… hemos alimentado nuestra marcha democrática bastante más con la explosión intermitente del agravio insatisfecho que con el arrebol de la fe en una idea o teoría, lo cual, por sí solo, ha hecho nuestra vida política agitada y violenta, y nuestro progreso oscilante, con avances profundos seguidos de postraciones al parecer inexplicables.”
México ha sido país de revoluciones y revueltas, pero también de reformas. Y ahora se encuentra inmerso en la indecisión y confusión de falsas transformaciones en un proceso contradictorio y conflictivo entre la democracia liberal y la democracia social. Ante la multiplicidad de reformas “estructurales” de carácter económico y electoral llevadas a cabo durante los recientes 40 años, sigue pendiente aún la gran reforma social que salde en definitiva la deuda histórica de la desigualdad y la pobreza extrema.
Ciertamente no estamos ante una crisis de Estado, al menos por ahora, pero recordemos a Colosio y su idea de “reforma del poder” que vinculó al México que observó de excluidos, rezagos sociales y regionales, de injusticias y desigualdades. Quizás sí, hoy, crisis de organizaciones de masas, partidos, sindicatos, asociaciones campesinas y de productores.
“La división y trivialización de las organizaciones de masas serán la base de una futura crítica a la política desde posiciones reaccionarias [que en realidad ya están aquí]: las luchas en el Congreso se presentarán como luchas de locos, irresponsables, desaforados; las elecciones populares, como fraudes que no se deben atajar en lo que tienen de fraudulento sino en lo que tienen de expresión popular, y por inútilmente costosas.
Así se planteará la exigencia de un orden empresarial-militar [abrazos y complicidades; ejército-Marina: control de puertos, aeropuertos, obras públicas, funciones policiacas. Licitaciones en la opacidad y la selectiva complacencia empresarial; justicia en modo de componendas o venganzas] … El capital monopólico necesita captar al mayor número de funcionarios públicos para su nuevo esquema de poder…” (González Casanova, 1990). Téngase presente el creciente predominio de la kakistocracia desde tiempo atrás, así como hoy se reproduce bajo la demagogia que ostenta sus vicios como virtudes.
La política pierde sentido para la vida cotidiana de los ciudadanos, cuando algo falla en la capacidad de gobernar para hacer frente a los poderes fácticos y a los desafíos del crecimiento, empleos de calidad y “sin consensos mínimos para producir políticas estructurales en pro de la igualdad y la inclusión”, resultado de la sujeción, sin autonomía, a la globalización. “… Es la fragmentación de la sociedad como hogar público”. (Federico Vázquez Calero)