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Distopía del Estado liberal

  • Jorge Varona

Aguascalientes, Ags.- 9 de septiembre de 2021.- (aguzados.com).- Para Gramsci (Antología. 2010) el Estado liberal es ético, pero sólo como ideal, es aspiración antes que realidad, es utopía, pero “precisamente esa su naturaleza de espejismo [por encima del conflicto social y clasista] es lo que le da vigor y hace de él una fuerza conservadora. La esperanza de que acaba por realizarse en su cumplida perfección es lo que da a muchos la fuerza necesaria para no renegar de él y no intentar, por tanto, sustituirlo”.

De ahí que, aclara Gramsci, “la utopía consiste en no conseguir entender la historia como desarrollo libre”. Por tanto, interpreto, ese Estado liberal privilegia intereses y cultura de dominación clasista, y, en consecuencia, esas ideas-límite son ideas-mínimo (Gramsci) para el resto de la sociedad, particularmente las clases desposeídas al margen de acceso integral a los satisfactores de una sociedad justa. Es, por tanto, una utopía que fracasó porque “no se funda en un solo principio moral”.

Para Lukács, el gran problema teórico y práctico de la democracia liberal radica en la concepción individualista y percibir las relaciones sociales sólo como tratos entre particulares. La democracia liberal ignora que “la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales” (Marx, sexta Tesis sobre Feuerbach).

Ahora bien, falsa conciencia significa que las “ideas de los individuos no corresponden –o directamente entran en contradicción– con sus condiciones materiales de existencia. Esto, además de no ofrecer una visión fiable de la realidad, dificulta conocer la verdad”. (Marcuse. Razón y revolución).

Marx tomó de Hegel el concepto de alienación (separarse de uno mismo, volverse extraño).  Por lo tanto, es una “falta de autoestima, la ausencia de sentido en la vida de uno, consecuente a ser coaccionado para llevar una vida sin oportunidad de auto-realización”. (Marcuse) Para Marx, la enajenación no era un sentimiento ni una condición mental, sino una condición económica y social de la sociedad de clases, en particular, de la sociedad capitalista. (Paul D'Amato)

A partir de esos supuestos, Lukács enfatiza que en la democracia liberal el ciudadano cree ver su existencia como “ser integral del hombre como individuo”. Sin embargo, como consecuencia de la división de su personalidad entre su función en la economía (trabajador-consumidor) y su carácter ciudadano (político), da lugar a la separación de las esferas de lo político y de lo económico como ajenas a su individualidad, y generan percepción, ideología y práctica social y política que desligan al hombre de su realidad. Hoy en día, la escisión –como realidad-- y la enajenación –como ideología--, se agudizan a partir de las desiguales relaciones del individuo en la sociedad, con el Estado y con el imperio global, lo cual determina:

1.-El carácter dependiente y subordinado de la nueva etapa de organización económica que vive cada país, dentro del proceso global de reproducción y acumulación de capital;

2.- El nuevo tipo de hegemonía que impone la globalización financiera-tecnológica- informativa;

3.- La relación económica, política, jurídica, cultural e informativa de cada miembro individual de la sociedad con ese Estado y con esa realidad supranacional.

4.- La relación necesaria entre la base material productiva y la estructura jurídica y política, de una parte, y las condiciones reales de existencia, por la otra, enfatizada por la circunstancia de economía periférica y dependiente, y el nivel del desarrollo desigual, yuxtapuesto y contradictorio que reproduce el colonialismo interno;

5.-La elaboración muchas veces idealizada, pero frecuentemente en forma confusa y mediatizada, de esas realidades, reproducidas al nivel de la conciencia como realidades diversas, distintas, ajenas, sin conexión entre sí ni con la propia existencia individual.

Cuanto más se desarrolla la economía capitalista, incluso en su fase actual de expansión global, las formas de la estructura jurídica y política del Estado supuestamente acotado por el ciudadano vía la democracia electoral, parecen cada vez más cercanas a la vida real de los individuos. Por ello se desarrolla cada vez más el lado ciudadano, el carácter aparentemente independiente, y se desarrolla, por lo tanto, el sentido de una abstracción vacía (Lukács), cuya evidencia está en que el sufragio no altera en lo absoluto la realidad social y económica. Las ilusiones, la alienación y la confusión son productos necesarios y naturales de la división social, económica y cultural del capitalismo y, en general, de toda sociedad clasista, radicalizadas en su fase global:

  1. la ilusión de la independencia del Estado y la libertad del individuo, ya sea como ciudadano, trabajador o consumidor, respecto a la clase económicamente dominante (ya sea criolla o supranacional);
  2. la ilusión del predominio de los intereses generales sobre los intereses particulares de esa clase dominante;
  3. la ilusión de un pueblo soberano y de una república independiente.

Así como es necesaria y natural la efectiva conexión entre estos aspectos, lo es también el dominio de la economía real y de la política real sobre todas las ilusiones y la enajenación (Marx). Así, cuando menos corresponde la realidad social objetiva a toda esa apariencia, a toda esa abstracción vacía, tanto más inmediata se presenta ésta en dichas formas (Marx): el ciudadano libre, el individuo independiente, el pueblo soberano.

La naturaleza de estas relaciones –en lo interno y en lo externo—la percepción de ellas, entendidas como engaño ideológico, y su desenvolvimiento a partir de su propia lógica, se manifiestan finalmente en toda su desnudez como lo que son: contradicciones esenciales de la sociedad en un estadio específico de su desarrollo: espejismo carente de principio moral.

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