- Mario Granados Roldán
Aguascalientes, Ags.- 24 de agosto de 2021.- (aguzados.com).- En marzo de este año, de acuerdo a un estudio reciente patrocinado por las Naciones Unidas, Finlandia “es el país más feliz del mundo”, porque ha llegado a “niveles superiores en las medidas de confianza mutua que han contribuido a proteger vidas durante la pandemia". Tiene un nivel de servicios públicos que funcionan muy bien. Y registra índices muy positivos en materia de solidaridad comunitaria y lucha contra la pobreza y desigualdad.
Ser feliz y vivir mejor no son sinónimos. Revisemos el caso de Aguascalientes, donde el respeto se extravió hace tiempo en algún lugar del municipio capital.
Para vivir mejor se necesita la participación generosa de todos los habitantes, pero sobre todo de una administración pública profesional, donde todavía no se entiende que las grandes obras se construyen con pequeñas acciones contempladas en el artículo 115 constitucional.
No es necesario meterse en las profundidades del infierno para llevarse algunas quemaduras de tercer grado. Cito algunos ejemplos: Corrupción pública y privada. Inseguridad pública en todas sus modalidades. Nefasto servicio de Veolia. Caos vial. Transgresión a los reglamentos municipales.
Automovilistas que recorren avenidas, bulevares y distribuidores viales sin las rayas en el piso que delimiten los carriles para una adecuada conducción.
Hombres y mujeres hacen de las calles un territorio privado al bloquear con su auto las rampas de acceso destinadas a los minusválidos; para estacionarse en doble fila, raya amarilla o roja, y lugares asignados a los discapacitados, embarazadas y adultos mayores.
Los vecinos ruidosos, amos de la noche y madrugada, forman parte de otra pandemia, la social, con la complacencia de la autoridad.
Y qué decir del vecino que jode a los vecinos, como es el caso de Mario Alberto La Bola Romo Muñoz, que desde su arribo, en 2006, a Calzada de las Américas 110, fraccionamiento Los Vergeles, se ha convertido en el azote del respeto al derecho ajeno.
Cuenta el vecino quejoso que el miércoles 18 de este mes, el socio de la empresa ROI Briquetting, S.A. de C.V., ubicada en el municipio de Jesús María, estacionó a las ocho de la mañana su camioneta frente a la cochera ajena, a pesar de que su residencia tiene 20 metros de frente donde puede acomodar hasta un trailer.
A la petición amable de mover la camioneta respondió, entre 10 y 11 de la mañana, con el corte de los cables del teléfono y de la fibra óptica de Telmex a la casa del vecino agraviado. Horas más tarde, el también socio de la desaparecida empresa Express Raleigh, S.A. de C.V., salió de vacaciones con su familia. Dejó el tiradero tecnológico. Y no se enteró del reclamo del ofendido.
Telmex, casi una semana después, apenas hoy, reparó los destrozos para poder reanudar los servicios telefónicos y de Internet, y el monitoreo de la empresa de seguridad LEDU.
La venganza. El vandalismo fifí. Es el mismo que se padece al diario en Pericos y otras peligrosas colonias del oriente de la capital, donde la ley del más fuerte se impone con una navaja o una pistola en la mano.
En la primavera de 2015, el periodista Matías Lozano le dedicó cuatro columnas a La Bola Romo Muñoz para exhibir la vida, milagros y corrupción de cuando era presidente del Club Campestre de Aguascalientes, decir de los correos que recibió el columnista de parte del grupo de Los Ganzos, integrado por socios del club: “El costo de las obras en el Hoyo 19 fue de 4 millones de pesos y Mario Romo Muñoz, alias La Bola, presidente del club, presenta una cuenta de 6 millones de pesos”.
Otros informantes puntualizan que la construcción se elevó a “8 millones de pesos” y “el concurso para asignar la obra fue un verdadero cochinero para favorecer a Nicandro Valdepeña Campos, quien le construyó a La Bola Romo Muñoz la residencia en Los Vergeles, casualmente”.
Héctor Aguilar Camín, en su texto El desgobierno de las pequeñas cosas, refiere que “todos los días millones de mexicanos se topan con alguna forma ofensiva de gobierno ineficaz y malos servicios públicos. Cuando no, con golpes irreversibles a sus personas o a su patrimonio por la inseguridad” (Milenio, 24/07/2017).
Si se tuvieran gobernantes eficientes. Los anarquistas fueran sometidos por las autoridades. Y los mala sangre retomaran el camino de los principios y valores morales. Los aguascalentenses vivirían mejor. Disfrutarían de la merecida calidad de vida. Y todos convivirían terrenalmente felices en la comunidad. ¿Es mucho pedir?
Porque alguien tiene que escribirlo: Hasta la próxima.
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