Martes, 26 Noviembre 2024
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Las bajas formas de la vida

 

Jorge Varona R

Cuando con las palabras y los hechos se festina el veredicto de los electores porque, alucinados, unos y otros suponen que se aviene a los intereses del poder político (oficial o de las oposiciones, algunas vergonzosas otras leales sólo consigo mismas) o del poder económico (doméstico o trasnacional).

Por el contrario, cuando no logran la mayoría que ambicionan acusan las debilidades de la democracia (aunque contrahecha es la forma más civilizada de convivencia humana), y no sólo ponen en duda valores esenciales (Estado de Derecho, libertades) sino, incluso, advierten como amenaza la inminencia de crisis de cualquier tipo, lo cual, más allá de la tribulación de su conciencia, es síntoma y premonición. Toman cuerpo y rumbo riesgos políticos como la polarización clasista, la exclusión y la desigualdad. La base son las disparidades económicas y la arbitrariedad política: impúdica violación de las leyes, desempleo, concentración de la riqueza, disminución de la masa de salarios, agudización de la pobreza (intensidad y número de pobres), nulo crecimiento o, de hecho, crecimiento negativo.

El dolor de México, hoy, proviene de los fracasos de revoluciones inconclusas, intervenidas y traicionadas (Reforma y movimiento social de 1910), por el fiasco de la modernidad de la globalidad neoliberal, así como por el desengaño de una transformación sin forma ni fondo.

Sin proyecto de democracia social, aparece un fantasma inflado por la palabrería de la ultraderecha (Monsiváis sentenció que es la única derecha posible), que, confundida, cree asomarse el comunismo, pero la amenaza del fascismo pasa desapercibida, parece desvanecerse, pero ahí está: real y amenazante. Es la confusión compartida por los equívocos y contradicciones del discurso de ambas partes y las consecuentes acciones que se hunden en la barbarie de la anti-política, negación de la racionalidad del diálogo, y, al abusar de las palabras, con audacia saludan el caos que precede al apocalipsis.

Implementan también la ciega estrategia de crispación política, dicen que rechazan, pero incitan a la confrontación, la cual no logra articularse como una eficaz lucha social que impida tanto los excesos de la opulencia y la miseria, como los desvaríos de mentiras a medias, mentiras totales, infundios, datos inverificables, oponiéndose así unos y otros a realizar una verdadera reforma social radical, preámbulo obligado, aunque pospuesto de la reforma política. Los extremos se unen y se retroalimentan

Ante la inexistencia del enemigo, los prefascistas se encargan de crearlo empleando los viejos recursos: conspiracionismo, soberanía virginal, comunismo-no, “transformación moral”. Alimentan a la vez la ilusión de lo que podría llegar a ser, pero si fracasa acuden al fatalismo: qué podemos hacer ante los embates de los emisarios del mal. Es la contrarrevolución sin revolución.

Democracia devenida en demagogia es el dominio de las bajas formas de la vida. Sobran quienes religiosamente han creído que la nueva clase gobernante tiene grandeza y posee naturaleza diferente de la clase política corporativa y neoliberal de la cual procede. Posee espíritu de secta. Es anacrónica: aspira a ser, cuando sea grande, como los fifís tan señalados. Y su poder persuasivo deriva del elogio de la mentira, vocero de las nimiedades. Mienten con el aplomo que da el cinismo.

No disponemos de más información que la publicada por "analistas" y las declaraciones de los funcionarios que no funcionan. Es decir, hay contradicciones, mentiras, simulación, jerga mañosa para distraer. Por lo pronto quedan en claro tres cosas: 1) gobierno inepto, ineficacia, tal vez, deliberada para encubrir propósitos reales. De ser así, la proclama de honestidad queda en entredicho. 2) La clase económicamente poderosa cuyo estridente vocerío exige que no toquen sus privilegios ni con el pétalo ni la espina de una rosa en el florero. 3) Ciudadanos de a pie, al margen, espectadores de un circo que se les ha impuesto.

Tal vez, entre la irracionalidad de las circunstancias, destaca algo que parece sorprendente: según las encuestas, la mayoría aprueba a un gobierno que se ufana de combatir la corrupción, aunque no haya resultados tangibles, saluda con abrazos a otras bandas criminales y hasta protege a presuntos implicados en denuncias públicas. En contraste, proliferan la opacidad en el gasto y en los programas oficiales, así como el fracaso en economía, empleo, seguridad pública, seguridad social…

Cabe recordar a Rius y Los Súpermachos: México, explicó, es un país de machos tan machos que aguantan todo (incluso que les quiten lo macho), al grado de convertirse en Los Agachados. Hay quienes califican eso de "fortaleza de ánimo" (¿qué?) y otros de "resiliencia", elasticidad o habilidad para adaptarse a todo: al desarrollismo inequitativo, al neoliberalismo salvaje, al timo de la izquierda kitsch.

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