- Mario Granados Roldán
Aguascalientes, Ags.- 13 de abril de 2021.- (aguzados.com).- El martes 9 de marzo, a las 15:30, mi hijo inició el llenado de la forma en el sitio mivacuna.salud.gob.mx, para anotarme en la lista de los 124 millones habitantes que supuestamente recibirán por partida doble la vacuna para ahuyentar a la pandemia.
Después de enviar los datos solicitados —hasta el de la confirmación y la primera comunión—, el gobierno de México me informó que a las “15.42:21 horas” había quedado registrada “exitosamente” la petición y “a la brevedad nos pondremos en contacto con Usted (?)” a mi teléfono, correo electrónico personal y correo electrónico de apoyo apuntado.
Con una pizca de esperanza y otra de ilusión revisaba diariamente la bandeja de entrada de mi Outlook Express. Mi corazón —sin ser el Corazón de México— empezaba a palpitar más de la cuenta cuando recibía alguna llamada al celular, como si fuera aquel Romeo Montesco en espera de la dulce voz de Julieta, para escuchar el genuino compromiso de si “tú me juras tu amor, eso me basta, dejaré de llamarme Capuleto”.
Pero el presidente López Obrador se encargó de recordarme que no soy el apuesto joven. Ni Morena es la protagonista del comprometido amor. Tampoco Shakespeare escribió la historia sentimental de mi vida. Y Aguascalientes nada tiene que ver con Verona.
Más bien, Hugo López-Gatell, fallido zar de la Política Nacional de Vacunación contra la Covid-19, confirmó que “más pronto cae un hablador que un cojo”: el mensaje y la llamada nunca llegaron. Y no tenían porque llegar, considerando que la ineficiente 4T sucumbe en la guerra contra la calamidad.
Aguanté callado el desaire. Rechacé cualquier intento de sumarme al turismo de vacunas, como si fuera el intrépido gato cazando al ratón representado por la ansiada ficha que me permitiera inocularme en territorio extranjero; más sin embargo, la posibilidad parecía atractiva desde el punto de vista gastronómico al comprar los quesos en Calvillo y las carnitas en San Pancho.
No caí en la tentación y finalmente acepté los designios del orden alfabético de la lengua española. Pero la regla establecida por la autoridad federal para los adultos mayores no estuvo exenta de un susto mayor, cuando el incapaz súper delegado de la 4T, Aldo Ruiz Sánchez, contempló la posibilidad de alterar la seguidilla del abecedario; afortunadamente, los griegos, padres del alfabeto, pudieron dormir tranquilos al no concretarse semejante profanación.
El gran día tocó el portón de la inoculación para adultos mayores en la UAA, hasta donde llegamos mi hermana y yo, con la asistencia de lujo de mi hijo, comandante supremo de la expedición granadita.
Puestos de acuerdo en la logística familiar. Bajé de automóvil. Me formé en la larga fila de los desposeídos de la anhelada ficha. Esperé 30 minutos hasta que una diligente chava me pidió que la acompañara a la atestada puerta de ingreso para hablar con otra joven que después de escuchar la explicación de la minusvalía de mi consanguínea —operada recientemente de la pierna—, entregó las dos fichas y señaló la puerta especial de acceso para adultos mayores con capacidades diferente. El lance me hizo recordar a los cadeneros de los antros que desde la escalera de la prepotencia deciden quién entra y quién debe esperar hasta que les de su regalada gana.
Mientras afuera de la UAA se padecía un desmadre muy organizado, adentro reinaba el reluciente orden y la posibilidad de saludar al apreciado maestro Enrique El Chamuco Rodríguez Varela, como así ocurrió para mi fortuna.
Al ingresar, previa entrega de la credencial de INE, nos facilitaron una silla de ruedas, convertida en algo así como el tren bala del Cruz Azul, que manejé con la misma destreza de Juan Reynoso, técnico del invencible líder que el sábado cenará pollito tatemado del América.
Tres horas después el recorrido había concluido con la aplicación de la biológica Sinovac —medio chafa, 50% de efectividad— del lote K202102002, de acuerdo a lo anotado en el comprobante de vacunación contra el virus Sars-Cov2, aunque reconozco que en lugar de inyectarme el producto ruso, me hubiera encantado recibir de parte del gobierno de Morena una vacuna de aire o una vacuna de agua (jamaica o limón, en lugar de natural), que ya aplicaron exitosamente en Ciudad de México, Sonora y Estado de México, por ejemplo.
Salimos bien librados, gracias a Dios. Pero otros miles de viejitos, de los 145 mil que habitan en el estado de Aguascalientes, no podrán contar la misma historia porque fueron humillados en el mercado callejero de la salud por la desorganización, inexperiencia e ineptitud del gobierno de Morena. Que los consideró pordioseros al momento de entregarles la ficha. Que los confinó a largas, indignas, apretadas e insalubres filas, bajo los rayos del implacable Sol. Que, seguramente, volverán a ser humillados cuando los convoquen a recibir la otra ficha y el segundo pinchazo para completar el tratamiento médico, al día de hoy inconcluso
Al viernes, apenas el 7.3 por ciento de las personas, es decir 10 millones 984 mil 869 de los 124 millones que habitan en México, han recibido alguna inoculación, dato muy inferior, por cierto, al registrado en Chile; y para los 15.7 millones de adultos mayores, solamente están contabilizadas 8 millones 493 597 de dosis aplicadas, de las 31.4 millones que se necesitan para completar el tratamiento prescrito.
La Cuarta Deformación, perdón, la 4T, deben sentirse muy orgullosa del fracaso de la Política Nacional de Vacunación, el abandono de los adultos mayores y de los más de 250 mil muertos por la pandemia.
Vamos mal. Con Morena estamos peor.
Porque alguien tiene que escribirlo: “Si a los 60 no te duele nada, es que estás muerto”, cortesía de Rosa Villacastín.
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