David Pérez Calleja
¿Cómo acusar al mundo por los asesinatos cometidos en medio de un temor delirante entre adultos o de la crueldad juvenil entre una hipócrita sociedad moderna?
Estoy enajenado, sin duda. O tal vez, soy otro preso voluntario de la modernidad tecnológica. De su crueldad disfrazada de noticia o manipulación de la verdad. Justo al amanecer de cada día en mi corta existencia, y de manera casi automática, parece que me “deleito” leyendo y escuchando las malas noticias de una sociedad adormilada que horas antes intentaba descansar encobijada y solitaria, y que sufría pesadillas de muerte sin saber lo que, le deparaba, la mañana siguiente.
El Android de mi cabecera anunciaba en sus mensajes de WhatsApp la muerte de más amigos de mis contactos; eran notas de asesinatos, suicidios y secuestros, de aquí y también de allá. Se transmitían falsas estadísticas y datos manipulados de gobiernos que no temían al castigo social. De políticos erráticos que no dudaban del impacto de sus “generosas dádivas”, que estaban muy seguros de que se verían reflejadas en muchos sufragios para renovar sus desgobiernos; eran también informaciones que difundían con delirio la sana distancia, la separación de las familias, el rompimiento del tejido social y por supuesto el temor a la muerte.
La intensa iluminación del sorprendente Huawei, y un brillante vídeo, me anunciaba que la noche anterior uno de los partidos políticos recién nacidos, había impulsado una especie de “rebelión de los barrios”. Se escuchaba el sonido de un alegre grupo musical y se miraba el poder de los políticos con el bloqueo de las calles de la Ciudad de Aguascalientes. Allí aparecían las sonrisas de la hermosa juventud que no le teme a la muerte, que no cree en las estadísticas del gobierno y, que ante la crueldad hipócrita que la caracteriza, decide gritar su tragedia, cantar, bailar y contagiarse.
De forma intermitente, Teo, el líder barbado, el empático animador de aquel mitin social aderezado con música popular anunciaba la presencia de “los candidatos del barrio”; y anunciaba el adiós al temor manipulador de una sociedad aterrorizada por el COVID19. Adiós a la crueldad de la Epidemia. Adiós al tapabocas nacido con la Peste Negra de Hong Kong, en 1890. Adiós a los amuletos destinados a alejar toda influencia maléfica en el Siglo XVI. Adiós a Louis Pasteur y su “miserable Teoría de los Gérmenes” la cual demostraba que los gusanos sanos se enfermaban por contagio al anidar en el lecho de gusanos enfermos y, que para evitar la propagación tenían que ser esterilizados.
Bailando al ritmo de la chona y de su popular quebradita; al son de Bronco y su estridente música grupera, aquel hermoso nido “agusanado” del barrio cumplió con su misión trascendente: contagiar a sus familias, al hogar de los gusanos sanos.
La hipócrita crueldad social que representan las campañas políticas en medio de la Pandemia del COVID19, alcanzó el milagro de la multiplicación del contagio entre los “gusanos del Barrio”; fue el digno contagio del olvido, de la irresponsabilidad, de la generación de agentes de la muerte, creados para atacar, y matar a los organismos más débiles de su entorno.
Y en aquella alegre fiesta democrática en honor del virus SarsCov2, quedó comprobado que los alegres gusanos de “la chamacada del Barrio”, jamás conocieron los argumentos científicos investigados por Louis Pasteur en su Teoría de los Gérmenes, ya que el hipócrita Plan de Estudios de la educación básica no lo contemplaba como objetivo social.
Sin embargo, en aquella primera mañana de febrero, en otros múltiples videos, pude comprobar que también los educados “chamacos del Barrio del Campestre y sus alrededores” mostraban su hipócrita crueldad social. Observé al gobernador, a los alcaldes, a muchos hombres del Poder en Aguascalientes, posando muy juntos y unidos, y demostrando que la política electoral resulta ser la más grande fuente de Contagio.
¿Será que en las escuelas particulares de Aguascalientes también se omite el estudio de la Teoría de los Gérmenes de Luis Pasteur?
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