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Vale al Paraíso / Los pecados de Ricardo Rodríguez Vargas

  • Mario Granados Roldán

Aguascalientes, Ags.- 20 de octubre de 2020.- (aguzados.com).- La historia de hoy da vergüenza ajena. El personaje central, Ricardo Rodríguez Vargas, nace en el municipio de Aguascalientes hace 48 años. En su muro de Facebook se define como “economista por necesidad fisiológica y ontológica y escribano a sueldo de la vida”. Es egresado de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y maestro en economía por el ITAM.

Impulsado por el poderoso subsecretario de Finazas del gobierno estatal, Alejandro Díaz Lozano, el Sobrino de Oro del gobernador Carlos Lozano de la Torre, Rodríguez Vargas funge entre 2012 y 2013 como director de Planeación, Programación, Control y Seguimiento del Órgano Superior de Fiscalización del Estado de Aguascalientes, conducido por su maestro y guía, Arturo Solano López, quien el sábado 19 de enero de 2019 es detenido en Oaxaca por su participación en los delitos de peculado y ejercicio indebido de la función pública. El martes 22 el exauditor ingresa al Cereso de Aguascalientes.

Migra al Distrito Federal para trabajar en diversas instituciones públicas hasta llegar de la mano de su padrino, otro aguascalentense, Carlos Urzúa Macías, entonces titular de la SHCP, al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes. (SAE) y al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep).

Acepta que conoce al presidente López Obrador a partir del primer nombramiento; sin embargo, eso no le impide mimetizarse, repetir el mismo rollo, las mismas frases, el mismo léxico y las palabras consentidas del tabasqueño, como fifís, conservadores, machuchones, moralmente derrotados, cañería de la corrupción.

Se siente el heredero legítimo de Chucho el Roto (Jesús Arriaga). Con orgullo, dice, que hace de la austeridad una profesión, del estilo de vida un comportamiento franciscano y de los ideales de la llamada Cuarta Transformación una religión.

Cuentan los que visitaban al economista que en la mesa de su despacho del Indep tenía una bombonera con chocolates sin azúcar para diabéticos, hipertensos y con colesterol alto, como es su caso.

A principios de julio, Rodríguez Vargas renuncia al Indep para formar parte de la terna presidencial para encabezar la Procuraduría de la Defensa del Contribuyente (Prodecon), acéfala desde el 30 de abril del año pasado. Algunos columnistas, panegiristas del funcionario federal, vieron en la propuesta —detenida por un juez de Distrito desde el 11 de agosto porque su perfil no cumple con los requisitos legales—, un ascenso a manera de reconocimiento, pero no es así.

Mis orejas en el Palacio Nacional informan que en el cajón del escritorio de secretario particular del Presidente, está guardado el grueso expediente de los pecados mortales de Rodríguez Vargas en el Indep.

Al parecer, Ricardo tenía muy bien controlado sus padecimientos crónicos de salud para gozar de los placeres mundanos del bajo mundo, empezando por el acoso y la corrupción, pero olvidó aplicar su cita favorita, quizás producida por algún licuado de peyote: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Mire usted.

La periodista Bibiana Belsasso, el reciente miércoles 7, publica en La Razón el reportaje Indep: sexo, alcohol y bienes, y recuerda que recién llegado al Indep, Ricardo Rodríguez Vargas aparentaba ser un hombre honesto y austero. Llegaba a la oficina en un auto sencillo y saludaba amablemente al personal.

Poco le duró ese comportamiento. A los pocos meses, él y su asistente personal ya se movían en Suburban blindadas, con choferes y escoltas. Coches que resguardaba el Indep y que no le correspondía utilizar para uso personal. Pero también contaba con un chef para que le preparara sus comidas favoritas.

Al llegar a las instalaciones del Indep mandaba parar los tres elevadores para que pudiera subir rápido a su oficina privada, sin que los pudieran utilizar decenas de empleados.

Una oficina en donde, por cierto, sólo se podía entrar y salir con la huella digital de Ricardo y de otras dos personas.

En esa oficina, donde nunca faltaba el alcohol y, en ocasiones, hubo hasta mariachis, Ricardo Rodríguez llegó a encerrar a muchas de las mujeres que trabajan ahí, obligándolas a tomar, y como él tenía el control de su huella para abrir la puerta, él decidía cuándo las dejaba salir. Literalmente, las encerraba contra su voluntad; eso se llama privación ilegal de la libertad. Las denuncias, sobre todo anónimas de muchas víctimas, están en poder de las autoridades, aunque no se ha actuado, ni antes ni ahora, contra Rodríguez Vargas.

Pero también en poco tiempo aprendió a manipular las subastas y descubrió que la venta de ciertos lotes e inmuebles la podía hacer a conveniencia.

Uno de los tantos ejemplos es el de Grupo Texplus, S.A de C.V. Según documentos en nuestro poder, el pasado mes de febrero, este grupo, por medio de su representante legal, Jacobo Farhi Duschi, solicitó al entonces titular del Insabi el interés de adquirir de forma directa algunos de los lotes de telas que saldrían a la subasta, a lo que el Indep respondió con el oficio número DCCM/DEC/CCBM/109/2020 el 2 de abril que los rollos de tela sí se encontraban en estatus para la venta.

La empresa Texplus presentó una oferta por los 17 lotes de telas por siete millones 620 mil pesos, IVA incluido.

Estamos hablando de 120 toneladas de telas que en el mercado tienen un costo muy superior.

Para el 22 de abril, Grupo Texplus presentó una oferta aún más agresiva, en respuesta al oficio DCCM/DEC/CCBM/121/2020, el cual indicaba los números de SAIB, de los rollos de tela que querían comprar, escogieron los mejores lotes y ofertaron tres millones 935 mil pesos.

Nuevamente, un precio irrisorio por las toneladas de tela…

Pero Ricardo Rodríguez Vargas llegó a un acuerdo con esa empresa y le solicitó a los textileros comprar joyas mutiladas en la subasta, como una forma de obtener una retribución para él mismo.

Así, nadie se enteraría que algunas de las joyas estaban mutiladas e incompletas, porque se les había quitado piedras y metales preciosos, y éstas se convertirían en parte de la transacción por el bajo costo de las toneladas de telas.

Cuando se descubrió esa operación (que cita también en su denuncia Jaime Cárdenas Gracia) Ricardo Rodríguez Vargas fue dado de baja. Con su salida, se cayeron éste y varios otros negocios que operaba desde el Indep.

En manos del aguascalentense Rodríguez Vargas, siervo del presidente López Obrador y monaguillo de la llamada Cuarta Transformación, el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado se convirtió en el Instituto para Robar al Pueblo lo Devuelto.

Porque alguien tiene que escribirlo: Hasta la próxima

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mario20oct20

 

 

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