Ciudad de México.- 20 de agosto de 2020.- (aguzados.com).- La corrupción para los mexicanos es una preocupación histórica. Basta poner como ejemplo el lema de campaña del expresidente Miguel de la Madrid en 1982. Hace casi 40 años la promesa fue: “La renovación moral de la sociedad”. Esta frase reconoce implícitamente que hay un problema a resolver que va más allá del gobierno. Es interesante que no habla de la renovación moral del gobierno o del Estado. Implica que la responsabilidad es compartida también por los ciudadanos.
Hoy día seguimos debatiéndonos sobre cómo combatir dicho problema. Independientemente de los logros de la administración de Miguel de la Madrid en la materia –encarceló a un ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano y a el jefe de la policía de la Ciudad de México, Arturo Durazo Moreno— es evidente que nos persigue todavía.
La elección presidencial del año 2000 fue otro momento emblemático donde la corrupción fue tema recurrente. Una parte sustancial del discurso de “cambio” del expresidente Fox cuestionaba al partido en el poder por este mal. Frases célebres que se dieron durante el debate presidencial en ese proceso electoral dan cuenta de ello: “… mi estimado señor Labastida, a mí tal vez se me quite lo majadero, pero a ustedes, lo mañosos, lo malos para gobernar y lo corruptos no se les va a quitar nunca”.
Un tercer episodio que denota la visibilidad del tema o su latencia en nuestra discusión pública fue la declaración del expresidente Enrique Peña Nieto en 2014: “La corrupción es un asunto cultural”. La frase, polémica en su momento, nos ofrecía un diagnóstico fatal, una especie de condena. La frase reconocía un problema, al que el expresidente no le veía solución. Un problema inevitable con el que había que convivir.
Un tema que parece coyuntural en esta administración y en opinión de algunos intenta encubrir otros problemas del país como la crisis de salud, la inseguridad o la terrible situación económica, en realidad es un tema con una gran carga histórica. Representa una demanda ciudadana añeja. De allí su fuerza. Pensar que la corrupción es un tema de coyuntura es subestimar su peso.
De todas las áreas evaluadas de la actual administración federal, la corrupción es con mucho la mejor, a diferencia de la lucha contra el narcotráfico, por ejemplo. Si bien no representa hoy día la mayor de las preocupaciones de la ciudadanía, no significa que le sea indiferente. Comparado con otras preocupaciones urgentes del público hoy la corrupción parece un tema menor. Sin embargo, cuando se le recuerda aparece en la agenda con mucha fuerza. Sobre todo, si se les presenta un caso emblemático.
No existe una frontera clara entre lo que se considera la lucha a la corrupción y el combate contra la impunidad. Para el público en general son categorías equivalentes. Hoy si se combate a la impunidad se combate la corrupción. El propio presidente reconoció que sería gravísimo que durante su gestión se registrara casos de corrupción. En alguna medida él se está haciendo responsable de cualquier escándalo que pase durante su administración.
El tema Lozoya pasa a ser relevante por la carga histórica que lleva. No tanto por lo que pueda ocultar de otros temas coyunturales. Tres de cada cuatro mexicanos se enteraron, y la mayoría espera que se le juzgue por un fiscal y no por razones políticas. Allí podría haber una diferencia entre lo que espera la opinión pública y lo que termine sucediendo. Tanto por la forma en la que se está llevando el proceso, como por la expectativa que se ha generado.
Veremos el desenlace. El público espera que no haya impunidad y que se juzgue a los responsables. Es posible que haya diferencias entre lo que diga la justicia y lo que quiere la opinión pública. Si la resolución final no cumple con las expectativas del público podría haber un costo para la actual administración. Es cierto que la encargada de llevar el proceso es una fiscalía autónoma. Sin embargo, para el ciudadano promedio el responsable del proceso es el gobierno federal.
La ventaja del presidente López Obrador es que no es el único caso de corrupción que investiga su administración. Tiene una gran cantidad de casos a exponer sobre los cuales puede proceder. Si no es un expresidente del país quien este por ser juzgado podría ser un miembro de su gabinete o un gobernador de la administración anterior. Mucho margen de maniobra para el presidente.