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El águila calva y la BOA

Ciudad de México.- 16 de junio de 2020.- (aguzados.com).- Un documento de procedencia dudosa generó un debate intenso sobre las prácticas y las formas en que se organiza la oposición en el país. Una supuesta organización conocida como Bloque Opositor Amplio (BOA) se prepara para la contienda electoral de 2021, de acuerdo con esta filtración. En ese documento de 7 páginas se listó una serie de actores e instituciones entre las cuales se incluye a Parametría.

Para aquel que haya generado ese documento hay un sólo reclamo. No entender la naturaleza y función política y social de nuestro trabajo. La información que generamos los que medimos a la opinión pública y el comportamiento electoral, sólo vale por su neutralidad, de otra manera pasa a ser inútil. Por ello no podemos ser parte de este o de cualquier otro movimiento.

A lo largo de casi 20 años podemos presumir que nos han clasificado en su momento y dependiendo de la elección, de ser perredistas, priistas, panistas, morenistas o cualquier otra denominación política, sólo por trabajar para estos institutos o porque en alguna elección los resultados les favorecen. Hemos sido nombrados como partidistas o miembros de organizaciones de casi todos actores en el espectro político. Eso es un honor y nos honra la confianza que todas estas organizaciones han depositado en nosotros.

Parametría trabaja para todos los entes públicos y privados, sin excepción. No tiene exclusividad con ninguna institución. El trabajo de consultor en opinión pública obliga a la neutralidad, a la objetividad, para la realización profesional de nuestra tarea. No puede ser parte de ningún movimiento político. Aquel que crea que la naturaleza de trabajo es distinta no entiende la función pública que realizamos.

Los que aspiramos a la neutralidad, a la objetividad, independientemente de si el dato conviene a uno u otro bando, somos los que tomamos los mayores riesgos. Sabemos que dependiendo de la circunstancia y el contexto los datos gustarán a unos y disgustarán a otros. El debate se debería dar alrededor de los números que se generan. Las discusiones sobre los números deben se metodológicas, no políticas. No hay nada más difícil que aceptar la realidad de los números, lo más fácil es descalificarlos.

La propuesta de tener “otros números” no debe de ser una discusión cerrada o excluyente. Debe ser una discusión abierta en la que aplicando la misma metodología deberíamos de llegar a los mismos resultados. Tener “otros números” no le basta a la ciencia social. Los resultados en las ciencias sociales son por definición validables y replicables.

Por ello los datos que se están publicando recientemente son un problema. No son replicables. En particular las mediciones por internet que se presentan como “una caja negra” de metodología “secreta” o “cerrada”. Eso no existe en las ciencias sociales. El principio básico para saber cómo se midió un dato es saber su metodología. La mayor obligación de un proveedor de información es transparentar sus estimaciones. Las “cajas negras” no existen. Esa es la conspiración real a la que estamos expuestos. La mala información o la información sin transparencia metodológica.

El modelo liberal en su definición más ontológica implica libertad de información. Las mediciones de encuestas deberían ser las primeras en ser transparentes, como lo han sido para los procesos electorales por iniciativa del INE. Esta iniciativa debería incluir otras mediciones como la medición de la aprobación presidencial o de gobernadores, por ejemplo.

Se puede no coincidir de manera precisa con el resultado de la elección, como ha pasado y ha sido magnificado por la ignorancia de algunos comunicadores, pero al final todo es transparente. Aquellos que creen que hacemos matemáticas y no estadística no entienden de la naturaleza probabilística de nuestro trabajo. Así ha pasado en numerosas elecciones en las que periodistas a nombre de nuestro trabajo prometen precisión o reprochan la inexactitud.

Nos permitimos recordar que en la elección presidencial 2018 Parametría fue la más cercana al resultado electoral en su última medición, estimando con precisión al presidente López Obrador con 53 puntos y el segundo lugar con 22 por ciento de las preferencias, como sucedió. Es sin duda una prueba de la neutralidad y aspiración a la precisión con la que trabajamos.

Quien haya elaborado ese documento no nos ofende por habernos listado allí, de hecho, más bien nos honra. Hemos trabajado para todos los partidos políticos mencionados –incluido Morena--, muchos de los gobiernos locales citados o actores privados listados y lo seguiremos haciendo mientras gocemos de su confianza. Nos ofende por no entender la naturaleza del trabajo que hacemos o incluso por compararnos con consultorías de metodología dudosa.

La crisis de Trump

De acuerdo con la última medición de CNN la aprobación del presidente Trump cayó 7 puntos porcentuales respecto al mes anterior. Sus niveles de aprobación están en 38%, contra 57% que lo desaprueba. Todos los presidentes que se han ubicado alrededor de este porcentaje han perdido su reelección, Ford, Carter y Bush padre son algunos ejemplos. El movimiento a la baja se dio sobre todo entre electores independientes y minorías como los afroamericanos e hispanos. El presidente Trump nunca ha gozado de altos niveles de aprobación durante su gestión. La diferencia es que hoy estamos a menos de 5 meses de su reelección.

Sin embargo, los niveles de aprobación no es el dato de mayor preocupación para el habitante de la Casa Blanca. La diferencia en preferencia electoral entre el candidato demócrata Joe Biden y el actual presidente se amplió a 14 puntos de diferencia a favor del primero. Desde que Biden es candidato y durante todo el proceso electoral de 2016 con Hillary Clinton como candidata demócrata, nunca se registró una diferencia de tal magnitud.

Es claro que la elección en Estados Unidos no depende del voto popular, si no del Consejo Electoral. Por ello las contiendas de estados clave, es fundamental. De acuerdo con la revista británica The Economist, incluso antes de la crisis de las últimas tres semanas, Biden dominaba en buena parte de los estados decisivos del medio oeste como Michigan, Ohio, Pensilvania, Wisconsin, entre otros.

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Los números de la última medición de CNN parecen ser la consecuencia natural de la reacción del presidente Trump a las marchas de protesta en contra del racismo. El problema más importante percibido hoy por la mayor parte de los estadunidenses es el de las relaciones raciales, incluso por arriba de la economía. Más de ocho de cada diez considera que las marchas se justifican y casi dos de cada tres, cree que la intervención del presidente ha dañado más la situación de lo que ha ayudado.

A estos datos hay que añadir que Biden se considera mejor líder para resolver el problema de las relaciones raciales y la crisis sanitaria del Covid-19. Sólo en el renglón de la economía se le observa con más capacidades a Trump.

Mientras en nuestro país debatimos sobre los escenarios para 2021 por la magnitud de la elección, lo que está de por medio y las capacidades de la oposición, parece que no se ha hecho suficiente análisis sobre las consecuencias de un posible triunfo demócrata en Estados Unidos. Las implicaciones en las relaciones México-Estados Unidos serían considerables. Y más aún, en algún escenario extremo, el resultado de esta elección podría tener un impacto en nuestra política doméstica aún mayor que los logros de la oposición. Recurriendo a un análisis de símbolos, el águila calva y la BOA no se pelearían como sucede en nuestro escudo nacional entre el águila real y la serpiente. Al parecer podrían tener una relación armónica, como dice el propio documento que inició esta discusión.

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