Ciudad de México.- 1 de junio de 2020.- (aguzados.com).- La volatilidad y complejidad de la opinión pública en nuestro país y en el mundo nos obliga a innovar. No solo por el fenómeno en sí mismo, sino por la dificultad de medir con precisión. Entender lo que está pasando con públicos distintos y cómo están actuando entre sí se ha convertido en un desafío metodológico.
Ante una situación tan compleja y cambiante como la que enfrentamos, los métodos mixtos de investigación son nuestra mejor opción. Medir y entender a la opinión pública durante esta crisis sanitaria y económica es prioritario. En este esfuerzo por comprender esta complejidad es preciso complementar nuestras mediciones cuantitativas con diagnósticos cualitativos.
La semana anterior se reportó en este espacio cómo ha ido evolucionando la discusión en una red social en particular: Twitter. La valía de este instrumento, si se le incorpora como investigación cualitativa es invaluable. Es decir, si se le agrega desde la perspectiva del análisis de discurso.
Probablemente lo más sorprendente de la comparación entre investigación cuantitativa y cualitativa es que lleguen a coincidir. La investigación cualitativa nos ofrece la diversidad de argumentos y el nivel de sustento que estos tienen. Por ello son útiles en la lógica de argumentación, pero no de cuantificación. La investigación cuantitativa aspira a la precisión. En el caso que presentamos parece que ambas metodologías convergen.
Hace tiempo que las mediciones sobre los niveles de aprobación del presidente López Obrador no diferían tanto, ni en su porcentaje, ni en su tendencia. Esto se debe fundamentalmente a tres razones. Primero, a partir del confinamiento no se pueden hacer mediciones cara a cara, por lo tanto, navegamos a ciegas. Los sustitutos han sido encuestas telefónicas y por internet. Estas no son comparables entre sí. Segundo, la temporalidad de las mediciones, hay diarias, semanales. Las tendencias no tienen que corresponder si la temporalidad no es la misma. Y tercero, la propia volatilidad de la opinión pública dada la circunstancia por la que pasamos.
En realidad, el cambio tiene que ver con los nuevos liderazgos que se han generado. Independientemente de los números que pueda tener el Presidente, lo relevante son los nuevos liderazgos que están surgiendo, tanto en lo institucional como en lo personal. Aquí propongo tres ejemplos: las instituciones, actores de gabinete y gobernadores.
Las instituciones y su gestión están siendo mejor evaluadas que el propio Presidente. La Secretaria de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social o el ISSSTE están mejor evaluados en su gestión que el presidente López Obrador. El fenómeno es interesante porque desde la llegada de esta administración el Presidente era quien empujaba a las instituciones públicas con su capital político, hoy ya no es así. Las instituciones, por lo menos las de salud, tienen su propio capital.
Los actores o responsables de instituciones también están siendo más y mejor vistos que el Presidente. Aquí reportamos dos ejemplos. El Canciller Marcelo Ebrard tiene en opinión los mismos números que el Presidente, si tomamos en cuenta el margen de error. Pero en realidad está un punto arriba. El Subsecretario López Gatell está muy por arriba del Presidente, con un diferencial de casi 30 puntos y en tendencia ascendente.
Se puede argumentar que estos números responden probablemente a un efecto de medios de comunicación. En una situación de crisis por la que pasamos, los vacíos de información generan ansiedad y estrés. El hecho de que el gobierno federal los está cubriendo, con buena o mala información, puede generar un sentimiento de confort. Más allá de la explicación, lo que parece relevante es el hecho de que haya actores dentro del propio gabinete que están siendo mejor evaluados que el Presidente.
El tercer actor emergente son los gobernadores. Pueden ser del mismo partido o de un partido opositor, lo cierto es que se están reevaluando. Un ejemplo es la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Claudia Sheinbaum empezó a tener mejores números que el Presidente desde antes de la pandemia. Ahora simplemente se han confirmado. Lo mismo sucede con gobernadores del norte o del Bajío. Están por arriba del Presidente.
Los números del Presidente son importantes, pero tal vez no es el fenómeno a observar. Tal vez lo significativo son los nuevos liderazgos. Dentro y fuera del gabinete, dentro o fuera de su partido, como actores nacionales o locales. Tal vez una forma más adecuada de abordar la polémica de si el Presidente tiene buenos o malos números, sería preguntarnos frente a quién o frente a qué. Hoy día parece que, frente a la opinión pública, ya tenemos nuevos actores.