- Mario Granados Roldán
Aguascalientes, Ags.- 14 de abril de 2020.- (aguzados.com).- Con sorpresa, pena y tristeza, hace diez días, en pleno arresto domiciliario decretado por el coronavirus, leí la nota luctuosa publicada en la edición virtual de El País:
Muere Luis Eduardo Aute, patrimonio de la canción de autor española
El cantautor Luis Eduardo Aute ha fallecido a los 76 años en un hospital madrileño. Después de sufrir un grave infarto en 2016 ―que lo mantuvo dos meses en coma―, se había retirado de los escenarios. Tras pasar diversos periodos de convalecencia, vivía en su domicilio atendido por sus familiares.
En diciembre de 2018 recibió un homenaje multitudinario en el que participaron numerosos artistas como Víctor Manuel, Jorge Drexler, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, entre otros. Era algo más que un músico para la España democrática, la misma que creció con sus canciones y se educó con su sensibilidad transgresora y su visión exigente de la realidad. Era la voz más emotiva de la España de la Transición, un fabulador fundamental que, en sí mismo, era una fábula: porque el pintor que nunca se imaginó como músico acabó siendo uno de los cantautores más reconocidos y reconocibles de la música popular española, todo un símbolo de las confesiones sentimentales.
En cuatro ocasiones me encontré con el autor de Rosas en el mar.
La primera fue en el gran concierto que ofreció en 2002 en el Teatro Aguascalientes.
Regresó a esta ciudad por los buenos oficios del apreciado Víctor González Esparza, director del Instituto Cultural de Aguascalientes, que lo incluyó en el Programa Cultural de la Feria de San Marcos 2008, otorgándole la fecha exacta: Día del Maestro (15 de mayo), en el lugar correcto: Teatro del Pueblo.
Un día antes del concierto, el miércoles 14, fuimos invitados por Miguel Lara al Teatro Víctor Sandoval para la presentación de Un perro llamado Dolor, película dibujada, animada, dirigida y producida por Aute en 2001. En el celuloide se exhiben más de cuatro mil dibujos. Toma prestado el nombre del perro de la pintora mexicana Frida Kahlo. Y rinde homenaje a los pintores “de mi vida, desde Kahlo hasta Julio Romero de Tormes, pasando por Dalí y Picasso”, explica el autor de Sin tu latido:
Hay algunos que dicen
que todos los caminos conducen a Roma
y es verdad porque el mío
me lleva cada noche al hueco que te nombra
y le hablo y le suelto
una sonrisa, una blasfemia y dos derrotas;
luego apago tus ojos
y duermo con tu nombre besando mi boca.
Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido.
Al concluir la exhibición de la candidata a la mejor película de animación de los Premios Goya 2002, el español salió al escenario para intercambiar opiniones con los asistentes del material mostrado.
Dos horas más tarde vendría uno de los momentos más gratos de mi vida: González Esparza nos invitó, a Patricia y a mí, al camerino para platicar con Aute. De la enriquecedora conversación recuerdo una recomendación personal: “Escribe por el placer de hacerlo, no por la obligación de publicar” —Vale al Paraíso se hospedaba en El Heraldo de Aguascalientes—; y tres reflexiones: “Sin cultura, sin educación, somos unos animales”; “Estamos metidos en lo anecdótico”; y “El bosque no deja ver el árbol”.
Al día siguiente, 15 de mayo, acudimos al Teatro del Pueblo para vivir y sentir El Aute de amar. Quince minutos después de la nueve de la noche apareció en el escenario entre cariñosos aplausos. Anunció el anticipado regalo: “Este concierto será muy largo, así que prepárense, quiero que se lleven esto en mi corazón”. Aceptamos gustosos el reto de pasear por su vida y los cuarenta años de canciones de amor y desamor; de encuentros, desencuentros y reencuentros; de cercanías y lejanías; del único satélite natural de la Tierra en el Giraluna; del sufrido sentimiento, el clavo ardiente y la dramática solicitud en momentos de desguace:
Abrázame
fuerte,
fuerte, muy
fuerte...
hasta que
la muerte
nos abrace…
De Aute destaco esa parte idílica de su izquierda irredenta, congruente y honesta, incorruptible, única e irrepetible, enfrentada al dictador Francisco Franco, y combatiendo a los mercenarios de la política en La belleza (1989):
…y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo más alto
pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
la belleza...
Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Después de tres horas concluyó el concierto. Los aplausos, al igual que la llovizna, fueron tan eternos como sus canciones, tan interminables como aquellas noches de bohemia en La Querencia con La llave de cruz de Luz Elena Langle, Beto Béjar, Memo Cebreros y demás banda.
Hasta siempre, maestro Luis Eduardo Aute.
Porque alguien tiene que escribirlo: De la egoteca personal para los lectores, las fotografías con Luis Eduardo Aute en su camerino del Teatro Víctor Sandoval, en aquella inolvidable noche del 14 de mayo de 2008.
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