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Vale al Paraíso / Covid-19: matar o morir

  • Mario Granados Roldán

Aguascalientes, Ags.- 31 de marzo de 2020.- (aguzados.com).- En el estado de Aguascalientes el primer caso positivo de coronavirus se diagnosticó el 14 de marzo. Hombre. 25 años de edad. Importado de España. Salud estable. La estancia se dio en su domicilio. Según la información precisa y concisa de la Secretaría de Salud estatal, a cargo del médico Miguel Ángel Piza Jiménez, el reconocido alumno de Hipócrates.

El gobierno de México confirmó el primer caso positivo el lejano viernes 28 de febrero. Ciudad de México. Hombre. 35 años de edad. Importado de Italia.

La historia de hoy contrasta tres estilos personales de gobernar para enfrentar con responsabilidad, oportunidad y rigor la pandemia.

Mientras la alcaldesa de Aguascalientes, María Teresa Jiménez Esquivel se adelantaba, invocaba al maestro Renato Leduc con su “Sabia virtud de conocer el tiempo”; el gobernador Martín Orozco Sandoval pedía a la Sonora Dinamita: “Báilamela suavecita”, la “cumbia sabrosita”, y el presidente López Obrador escuchaba en alguna fonda  “Despacito… Paso a pasito”, de Luis Fonsi y coautores.

El martes 17 de marzo, hace dos semanas, la mexiquense anunció la suspensión de actividades presenciales de algunos establecimientos comerciales contemplados en el Aviso General a la Población del Municipio de Aguascalientes, publicado el miércoles 18, para salvaguardar la salud de los habitantes capitalinos.

El sábado 21 el jalisciense expidió el Decreto de Salud ante Contingencia por Pandemia Covid-29, de observancia general en toda la entidad, para mantener abiertos al público los negocios, a fin de no frenar la actividad económica de Aguascalientes.

El domingo 22, como el diablo estuvo en los detalles, el Juzgado Tercero de Distrito le dio palo al Gobernador, ordenó la suspensión provisional del Decreto de Salud  y concedió la razón jurídica a la alcaldesa capitalina.

Por su parte, el presidente López Obrador,  en la mañanera del miércoles 18, presumió sus amuletos contra el Covid-19, de escasísima potencia, porque seguramente el trébol de cuatro hojas estaba marchito. El billete de dos dólares era falso. Y la estampita del “Detente enemigo” era pirata o el Sagrado Corazón estaba más entretenido en medio sostener a los pollitos del América, arrollados por el Tren Bala de Cruz Azul.

Desde su inició el gobierno de la 4T se han encargado de dinamitar la salud de los mexicanos, hasta dejarlos como los angelitos: desnudos, hambrientos y sin la elemental atención médica. Mire usted.

La Secretaría de Salud “reportó el mayor subejercicio de todas las dependencias de la Administración Pública, ya que de acuerdo con el calendario de gasto para 2020, Salud programó desembolsar recursos por 5 mil 839 millones de pesos en enero, pero se observó que solo erogó 2 mil 465 millones de pesos lo que implicó un subejercicio de 3 mil 374 millones de pesos (57.7% menos del total)”, según el Informe Mensual de la Finanzas Públicas y Deuda Pública de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (El Financiero, 28/02/02).

AMLO pierde el tiempo. Toma las cosas con calma. El manejo de la crisis sanitaria camina a paso muy lento. Revisemos.

El jueves 19 de marzo anuncia que “preparan plan DN-III”.

El sábado 21 presentó en sociedad a Susana Distancia, la quinceañera que desprecia.

El lunes 23 exhortó de manera irresponsable a la población para que los que “tienen la posibilidad económica, sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes, a las fondas porque eso es fortalecer la economía”.

El martes 24, apenas, anunció que México entraba a la Fase 2 del Covid-19; a ese ritmo, con la incapacidad de un político, la pesadez de un elefante y la visión sanitaria de una garrapata, es probable que la proclama de la Fase 3 se comunique en las navidades.

El jueves 26 afirmó que el país volverá a la “normalidad” el 19 de abril —por obra y gracia de la pata de conejo, otro de sus amuletos, supongo—, sin embargo, ese día el gobierno federal suspendió sus actividades.

El viernes 27, hace cuatro días, publica el decreto para adquirir con “urgencia el equipo medico necesario” para hacerle frente a la emergencia sanitaria.

El sábado 28, Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud, se presenta en la conferencia de prensa vespertina con una cara de espanto, como si hubiera visto al mismísimo diablo. "Quédate en casa, es la última oportunidad de detener al coronavirus”, imploró casi de rodillas, a punto de llorar.

El lunes 30, ayer, tarde pero sin sueño, decretó “emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor a la epidemia del coronavirus” hasta el 30 de abril.

Retrocedo, el jueves 26, López-Gatell le enmendó la plana a Presidente — se volverá a la “normalidad” el 19 de abril— en la entrevista concedida al madrileño diario El País al reconocer, sin filtro alguno, que la duración es directamente proporcional al éxito de la mitigación [aplanar la curva de incidencia].

Con una epidemia prolongada serán más semanas de alta transmisión con menos casos, menos de 1.000 al día. Esos 1.000 serían la historia natural, es decir, una epidemia que no se toca, que circula libremente y en ese caso el pico sería hacia la primera semana de mayo. Si lo logramos mitigar, cambiará.

Mala noticia: durará hasta agosto o septiembre.

Buena noticia: en vez de 1.000 podíamos tener unos 300 ingresos al día y con esa cifra calculamos la reversión hospitalaria para el peor supuesto.

El panorama es alarmante. Vienen días y meses aciagos. La ineptitud del gobierno de López Obrador es evidente. También, la irresponsabilidad, el desenfado, la inexperiencia, el valemadrismo y la irracionalidad.

Nuestros infectados pueden esperar. Nuestros muertos gozan de cabal salud.

Porque alguien debe de escribirlo: Hasta la próxima.

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