- Espíritu y Alma: Humanos Incomprendidos*
David Pérez Calleja
Aguascalientes, Ags, 29 de julio 2014. (aguzados.com).- Luego de mi recorrido matutino por el Face y la nutrida lectura de mensajes espirituales que envían mis contactos al ciberespacio, quedé más que insatisfecho con una frase de Anthony Douglas Williams: “La espiritualidad no viene de las religiones, viene de nuestra alma”. Según describen los diccionarios especializados en materia de religiones, el alma, es el principio o entidad inmaterial e invisible que poseen los seres vivos, los seres dotados de movimiento (animados), por lo tanto a los seres humanos como a las plantas y animales no se les debería negar su derecho intrínseco de poseer un alma. Entonces ¿por qué hay quien niega la existencia de alma en las plantas y animales? Profundicemos un poco más en el concepto del alma.
Antiguos pueblos del mediterráneo como los hebreos, identificaban el concepto del alma con la palabra Néfesch; y los griegos con Psyké. Reconocían el alma como la principal cualidad identificadora del movimiento en la materia viviente, por lo tanto, al faltar el alma había un ser no-moviente, inerte, muerto. Aquella tradición hebrea-griega proclamaba que el ser humano posee instintos, sentimientos, emociones, pensamientos, y decisiones libres y de auto-conciencia gracias a que posee un alma. Así las cosas, para hebreos y griegos herederos de la escuela de Aristóteles, Platón y otros pensadores sólo existía el alma espiritual.
La religión cristiana introdujo un cambio significativo al concepto aristotélico del alma espiritual. Entre otros pensadores, Tomas de Aquino, sostuvo que el alma espiritual, el ser humano podía ir más allá de su tiempo, de lo material y del espacio. Posteriormente, la tradición cristiana comenzaría por identificar los tres elementos esenciales del ser humano: el físico (el cuerpo); el emocional (alma); y el espiritual (espíritu). Como el cristianismo reconoce y trata por separado los conceptos de alma y espíritu, comienza a cuestionarse, con mayor rigor, que en el terreno espiritual, las plantas y animales no tienen cabida.
Williams parece ser un seguidor del antiguo concepto aristotélico al afirmar que la espiritualidad proviene del alma, sin embargo, su definición no parece estar fuera de la realidad de nuestro tiempo. Veamos porque.
Jesús, durante su evangelio, a pesar de ser hebreo, no hizo referencia del alma (Néfesh o Psyké), sino del espíritu del hombre. Los traductores bíblicos son precisos; Jesús habló a sus discípulos con la palabra hebrea Ruaj que se traduce propiamente como espíritu o hálito de vida. Así las cosas, con el paso de los siglos, la religión cristiana fortalece la noción del soplo divino, del espíritu como una parte esencial del ser humano. Es dogma de fe entre los cristianos, hombres y mujeres, que no es el alma sino el espíritu lo que vuelve a su creador, es eterno y asciende a los cielos. El alma, por tanto, se consume con la muerte material pues está vinculada a las emociones, pensamientos y sentimientos del ser humano.
El concepto de espíritu es más moderno, cristiano y universal que el antiguo concepto aristotélico del alma. Hegel afirmaba que el alma representaba el autodesarrollo de la idea; Nietzche, la definió como una invención de los poderosos para que el hombre dependa de Dios, mientras que Descartes reflexionaba; “pienso, luego existo”.
Jesús, el mesías revolucionario de su tiempo, al predicar su evangelio entre los hebreos utilizó la palabra Ruaj (viento o hálito de vida), que introduce la comprensión de la vida espiritual entre su pueblo. A diferencia de otras culturas que no reconocen la existencia de “el más allá”, el cristianismo sí desarrolló una interpretación de la misión terrenal de los seres humanos: hacer el bien sin mirar a quien y amar al prójimo, y que arroje la primera piedra el libre de pecado; el deber de cuidar el paraíso y hacerlo producir, y vivir mejor para heredarlo a las nuevas generaciones.
Al comprender mejor el Ruaj, el evangelio de la vida después de la vida adquiere mayor sentido; el creyente visualiza la vida eterna como alternativa ante la terrible apariencia del no-moviente, del ser inerte y de su muerte material. La tradición hebrea y griega del alma sostenida por Aristóteles y sus discípulos y que hoy proclama Williams, es antecesora de la enseñanza cristiana del espíritu, parte esencial del ser humano.
Hoy las personas están más preocupadas en alimentar su alma (la vida terrenal) y menosprecian el alimento de su espíritu (la vida eterna). Para la gente resulta más sencillo identificarse con el alma a través de sus pensamientos, sentimientos y emociones terrenales, que cultivarse en el concepto de la vida eterna. Precisamente allí radica una de las mayores dificultades que enfrentan los grupos cristianos, ortodoxos o puritanos, para enseñar con mayor éxito la complicada concepción del espíritu que Jesús enseñó a los hombres y mujeres de su tiempo. El dogma bíblico define a la fe como la convicción de lo que no se ve y la certeza de lo que se espera.
Luego de escuchar los reportajes que transmitió la cadena de televisión TELEMUNDO con la opinión del analista de religiones, Fred Álvarez Palafox; la proclamación de las alcaldesas de los municipios de Monterrey; de Guadalupe; y del Alcalde de Benito Juárez en el Estado de Nuevo León; las oraciones del cuerpo de policía militarizada del municipio de Guadalupe, Nuevo León, y del estado de Hidalgo, realizadas poco antes de salir a combatir a los delincuentes que tienen secuestrado aquellos territorios de nuestro país; y las arengas del Presidente Municipal de Ensenada, Baja California, ya nadie duda de que los paradigmas en materia religiosa (espiritual) están siendo borrados, materialmente, en algunas regiones de México.
Por si lo anterior fuera poco, hay que atestiguar la participación del Gobernador de Chihuahua y su propia proclamación ante los sacerdotes de la diócesis demostrando su fe católica y arengando al pueblo para que se acerque a Dios, lo que demuestra que la fe entre la clase política es diversa y que la libertad de expresión del pensamiento en México comienza a ser una realidad.
Fue el Presidente Vicente Fox quien comenzó a romper los paradigmas de la clase gobernante que no teme confesar públicamente y en actos oficiales de gobierno su vida religiosa o convicción espiritual. Fox, al colocar un crucifijo a los pies del Altar a la Patria durante el acto de su Toma de Protesta crucificó materialmente el tradicional concepto de laicidad de la república. El poder presidencial en México llegó a tal extremo que en aquél evento republicano ningún político, por más tradicionalista, revolucionario, jacobino, o come-curas que fuese, se atrevió a argumentar lo que dice la Constitución al respecto, y pedir una sanción al Presidente Electo. Desde entonces, México es otro país.
No es un secreto que la iglesia preponderante en México mantiene una enorme influencia espiritual sobre la generalidad de los gobernantes. Esa es un resultado de los años de existencia de una religión preponderante que entre sus principales prioridades se encuentra la de garantizar fidelidades de los gobernantes en turno. Sin embargo, en su afán por acrecentar su poder terrenal, los dirigentes de la religión popular han sido omisos en el cuidado espiritual de millones de hombres y mujeres.
La historia del mundo registra la existencia poderosas corrientes religiosas que hoy por fortuna se encuentran desaparecidas. Tarde o temprano cumplieron el ciclo natural de la vida, nacer, crecer, reproducirse y morir. Todas las religiones en el mundo irremediablemente van a desaparecer porque su objeto consiste en encadenar temporalmente el alma de las personas, sin embargo, jamás podrán aprisionar la espiritualidad de los hombres y mujeres que al liberarse tienen oportunidad de encontrar a su Dios.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Twitter: davidperezcall1
*Artículo publicado originalmente en Crisol Plural y La Jornada Aguascalientes, el cual se reproduce con la autorización del autor por ser un documento que bien vale la pena leerlo y releerlo debido a su innegable valor. El autor, David Pérez Calleja, es un destacado politólogo, escritor, editorialista y asesor en materia político-electoral, entre otras tareas humanísticas que ha desarrollado a lo largo de su vida.
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