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El loco que inventó al Bronco

Daniel Salinas Basave

  • El Bronco es un fenómeno político. ¿Cómo le hizo un desconocido para ganar como independiente el estado más importante del norte de México?

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Monterrey, N.L., 4 de junio 2015.- (aguzados.com).- Hubo un tiempo, hace no tantos años, en que Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón no era todavía el Bronco y posiblemente ni en el más guajiro y alucinado de sus sueños llegó a verse a sí mismo como el fenómeno mediático en el que hoy se ha convertido. Pase lo que pase en el futuro lejano e inmediato, Jaime Rodríguez ya se inmortalizó en la historia de Nuevo León y de México como el hombre que hizo pedazos al bipartidismo.

La prensa internacional, incluido Wall Street Journal, New York Times y El País, está hablando de él en este preciso instante y no faltan quienes ya lo consideran un potencial presidenciable de cara al 2018. En la primavera-verano del 2015, Rodríguez Calderón es por mucho el hombre del momento. Sin embargo, hace pocos ayeres, cuando Jaime pasaba ya de los 40 años, era solo un priista del montón conocido únicamente en el ámbito local y cuyo tope político más optimista sería, en el mejor de los escenarios, una alcaldía de pueblo o una diputación local. No estoy narrando algo que me platicaron o que haya leído en los mil y un textos que en este momento se están escribiendo sobre él; estoy hablando de algo que me tocó vivir.

Subámonos a la máquina del tiempo y vayamos 18 años atrás. En 1997 yo era un novatísimo reportero recién ingresado al periódico El Norte de Monterrey y Jaime Rodríguez era el rudo, dicharachero y pintoresco líder la Confederación Nacional Campesina en Nuevo León. Era un personaje singular al que los reporteros solíamos buscar, pues era de los que siempre daba la nota por su manera directa de hablar sin pelos en la lengua ni matices de ningún tipo. Vestido siempre con botas y sombrero, era una curiosidad del Nuevo León profundo, una encarnación del ámbito rural cuya presencia rompía el tedio en los eventos políticos. Los reporteros y la gente que andaba en la grilla sabíamos muy bien quién era, pero Jaime Rodríguez no era conocido entre el gran público. Era tan solo un sui generis político de la segunda división local. En aquel entonces Jaime no era ya un novato.

En 1997 cumplió 40 años, una edad en donde ya se puede entrever hasta dónde puede llegar una carrera política. En aquel año el hombre del momento se llamaba Fernando Canales Clariond, quien acababa de conquistar la gubernatura de Nuevo León venciendo al priista Natividad González Parás. Canales entraba por la puerta grande de la historia y el PRI vivía época de vacas escuálidas. Si en aquel 1997 alguien nos hubiera dicho a los periodistas regios que Jaime Rodríguez se inmortalizaría en las efemérides de Nuevo León arrasando como candidato independiente en una contienda donde tuvo todo en contra, hubiéramos visto aquello como una alucinadísima ficción, una auténtica broma del Día de los Inocentes. Vaya paradoja: por algo Jaime cumple años el 28 de diciembre.

Los caminos de la vida no son como yo pensaba, dice un vallenato muy popular en el Monterrey “cholombiano”, cuyo acordeón huele a puro río Santa Catarina. Jaime Rodríguez no imaginaba que los caminos de su vida lo llevarían a un periplo de resistencia, atentados, asesinatos y tragedias familiares. Fue como alcalde del humilde y periférico municipio de García como Jaime Rodríguez empezó a dejar de ser un simple político dicharachero para transformarse en un héroe. No cualquiera sobrevive a dos tormentas de plomo zeta levantándose entre el humo de 2 mil casquillos percutidos. Podríamos hablar de las hazañas y milagros de este hombre, pero ya muchos colegas lo han hecho. Hablemos mejor del hombre que inventó al Bronco.

Cierto, en 2011 Jaime Rodríguez era ya un héroe por derecho propio, pero la vida está llena de héroes que nunca trascienden. Sí, Jaime se había convertido en una leyenda local, pero hubo alguien que lo transformó en un personaje de película, en un fenómeno mediático. Jaime Rodríguez no sería ese Bronco sentado hoy en los cuernos de la luna de no ser por el hombre que lo supo dibujar como superhéroe. Ese hombre es un loco genial, un vocacional irreverente, un cabrón que ha hecho de lo políticamente incorrecto su estilo de vida. Le dicen Memociones, Memosho o simplemente Memo. En su acta de nacimiento consta que se llama Guillermo Rentería, es mexicalense y en el mundo del marketing político ya es considerado un genio.

Memo Rentería no es un cachorro en esto de la mercadotecnia electoral. Lleva más de 25 años picando piedra y rompiendo paradigmas. Su primer cliente de envergadura –y a la fecha uno de sus mejores amigos- fue Ernesto Ruffo Appel, el primer gobernador de oposición en la historia de México. Claro, en tiempos de Ruffo, Memo era solo jovencito con algunas ideas locas. El marketing político no existía como tal y el internet y las redes sociales eran un cuento de ciencia ficción.  Ni siquiera la propaganda estaba bien normada y no existían las agencias de publicidad electoral. Memo fue haciendo camino al andar y el trabajar con un personaje tan carismático y espontáneo como Ernesto Ruffo le fue dando algunas claves que poco después se convertirían en mantras y pilares de su método de trabajo. La ruffomanía ha sido el fenómeno político más espontáneo y contagioso en la historia de Baja California. Memo se dio cuenta que para que un candidato se transforme en fenómeno es preciso dejar atrás el simple discurso y abrirle la puerta a las emociones. Más allá de vender propuestas e ideas, un político debe contagiar un estado emocional.

También se dio cuenta que la solemnidad es la tumba del político. Decir que un candidato debe ser simpático es una obviedad, aunque bajo el criterio de Memo debe ser también un poquito (o más bien bastante) irreverente. Los políticos entrenados por Memo son —ante todo— políticamente incorrectos. Así fue naciendo Memociones.

El primer gran salto a la fama de Memo Rentería, o al menos la primera vez que yo empecé a dimensionar la trascendencia de su trabajo, ocurrió en el proceso electoral bajacaliforniano de 2007.  El zar de los casinos Jorge Hank Rhon iba por la gubernatura montado en una campaña multimillonaria en donde su ilimitada cartera se dedicó a comprar voces y voluntades al por mayor. Enfrente estaba José Guadalupe Osuna Millán, discreto y chambeador economista producto de la cultura del esfuerzo cuyos inicios en Baja California fueron como obrero en una maquiladora.

Recomendado a Osuna por Ernesto Ruffo, Memo Rentería tomó en sus manos la contraofensiva y encabezó una venenosa y efectiva campaña negra en contra de Hank Rhon. En un escenario extremo, la única manera de contrarrestar la avalancha del dinero hankista era hacerlo ver como un siniestro millonario capaz de comprar todo, incluida la dignidad. En la memoria de miles de bajacalifornianos aún vive aquel célebre spot en donde solo aparece un chaleco rojo colgado de una silla, una copa de vino y un teléfono. Lo único que se escucha es una contestadora automática. “Está usted llamando al corporativo H7. Para comprar su voto marque 1. Para comprar partidos políticos, marque 2″ y así sucesivamente hasta el 10. Al final el spot termina con un “y recuerde: yo lo compro todo”, seguido de risas infernales. El spot fue exitosísimo. En 2007 YouTube aún estaba en pañales, pero Memo empezó a sacarle jugo. Al final, el voto de rechazo a Hank Rhon le dio el triunfo a Osuna Millán.

Tres años después me tocó conocer personalmente a Memo Rentería y tuve la oportunidad de trabajar junto con él a bordo de un camión de campaña de donde no nos bajamos en dos meses. Apoyábamos la candidatura de Carlos Torres rumbo a la Presidencia Municipal de Tijuana. Grande fue mi sorpresa cuando Carlos me presentó al gran gurú de las campañas negras. Nada que ver con la típica imagen ejecutiva de un mercadólogo. Memo suele vestir jeans, tenis y su inseparable gorra, aunque en días de calor no era infrecuente verlo llegar shorts y chanclas. Lleva el pelo corto, casi como soldado y su mirada está siempre al acecho, como si quisiera cazar un pájaro en pleno vuelo. A bordo del autobús, recorriendo los desafíos a la gravedad de la Tijuana profunda, pude charlar largo y tendido con Memo y lo que fui descubriendo fue un personajazo de novela picaresca, capaz de hacerte al mismo tiempo reír a carcajadas y sumergirte en una profunda reflexión.

Fue en ese camión donde me dijo que su apodo de Memosho no es un cariñito, sino una especie de nombre de guerra en homenaje a su gurú de cabecera, el místico indio Osho (Bagwan Shiri Ranjish) quien en los años sesenta se hizo célebre por sus predicas a favor de la liberación sexual y espiritual y por su crítica a las religiones institucionalizadas. Por alguna razón siempre he desconfiado de los gurús orientales y el new age, a quienes suelo cortar con la tijera de la charlatanería, sin embargo encontré demasiadas coincidencias y afinidades con los mantras que Memo suele aplicar a su vida diaria y a su trabajo. De entrada nos une la vocación antirreligiosa y sacrílega, así como el gusto por burlarnos de lo solemne. Memo me hizo saber que nunca le ha gustado ser llamado as de las campañas negras.

“No son campañas negras; son campañas de ofensiva. Las campañas negras se basan en cizañas y mentiras, pero yo lo único que hago es decirle sus verdades a los adversarios”. Memo tiene la habilidad para mostrar a los rivales políticos como si fueran personajes retratados por Francisco de Goya en sus Caprichos. Coloca al candidato en una dimensión ridícula, grotesca y al mismo tiempo siniestra. Inolvidable el spot que hizo para burlarse del líder transportista Gregorio Barreto (Q.E.P.D.) a quien caricaturizó como una suerte de pachá que es cargado en una litera por sus esclavos. Un actor inmensamente gordo (y muy parecido a Barreto) se mostraba cubierto de oro y diamantes mientras sus súbditos sudaban la gota gorda para poderlo cargar.

Lo primero que Memo hace con sus candidatos es “quitarles las telarañas y las garrapatas mentales”. El político debe aprender a romper paradigmas y bajarse de su pedestal.  En este mismo texto, párrafos atrás, utilicé la palabra superhéroe, pero tratándose de Memo es inexacta. Lo primero que Rentería busca es poner al político a nivel de calle, quitarle la soberbia, la solemnidad, la ostentación de riqueza y romper cualquier cosa que huela a acartonado. Memo odia los discursos leídos y las frases hechas. Prefiere que su candidato cometa pifias y cantinfleos en un discurso improvisado, a que lea frasecitas de teleprompter sin voltear a ver a su auditorio. Los candidatos entrenados por él suelen ser coloquiales hasta el extremo e incluso malhablados. Aunque no son la regla, las groserías y el lenguaje explícito no son infrecuentes.  Memo trata de mentalizar al político para que nunca olvide que el ciudadano más pobre y desfavorecido es su patrón. Esto lo machaca en todas sus sesiones de entrenamiento.

“Yo no soy un publicista político; soy un virus que desde hace años viene carcomiendo lo establecido en el marketing tradicional”, suele autodefinirse Rentería.

Aquella elección de 2010 la perdimos. Yo no he vuelto a participar en una campaña política y espero no volver a hacerlo nunca (zapatero a tus zapatos, mi única trinchera es la escritura) pero de aquel verano me llevé un gran aprendizaje y conocí a dos personas extraordinarias: Carlos Torres y Memo Rentería.

Meses después de la derrota, fui a Mexicali a presentar mi libro Mitos de Bicentenario. Era una noche de noviembre y nunca había visto llover con tal intensidad en ciudad cachanilla. Había poca gente en Ceart bajo aquel diluvio, cuando de repente a media presentación se apareció Memo Rentería quien se encargó de ponerle chispa e irreverencia a un evento que apuntaba para ser triste. Cenamos y bebimos algo aquella noche lluviosa. Memo, como siempre, derrochando puntadas y humor negro, aunque algo decepcionado por la ingratitud de algunos de los candidatos a los que había ayudado en años recientes.

Dos años después, en la primavera de 2012, lo invité a ser presentador de mi libro La liturgia del Tigre Blanco en la Feria del Libro de Tijuana. La sala estaba llena, la hora había llegado y Guillermo no aparecía por ninguna parte. Mi colega Ramiro Padilla y yo comenzamos la presentación cuando de repente llega corriendo Memociones, que pisando el acelerador por La Rumorosa llegó de Mexicali en tiempo record. Aquella presentación fue un agasajo, un desmadre de provocación e irreverencia, sin duda una de las mejores que he tenido en mi vida entera.

Nunca le he perdido la pista a Memo. Alguna vez lo fui a visitar a su casa, una suerte de hielera oasis con alberca interior para conjurar los 50 grados de Mexicali. A través de las redes sociales me enteré que anduvo de gira artística dando conferencias por Sudamérica, luego lo veo de rol en Europa, haciendo su programa radial El Espejo o grabando discos irreverentes con su banda de rock.

Hace un par de años me enteré que estaba trabajando con el ex alcalde de García, Jaime Rodríguez. “Tal para cual”, fue lo primero que pensé. Jaime es un político ideal para el estilo de Memo Rentería. La verdad está que ni mandado a hacer. Aquello fue un encuentro providencial, un cruce de caminos con posibilidades de éxito, aunque confieso que jamás imaginé semejante apoteosis. Poco después pude ver el documental “Un Bronco sin miedo”, de una hora de duración, producido y dirigido con el inocultable sello y la marca de Memociones.

A principios de este año vi a Memo peleando fuerte por conseguir 150 mil firmas para que el Bronco pudiera ser registrado como candidato independiente en Nuevo León. “Van a dar una pelea muy digna”, pensé, pero jamás, ni en el más optimista de los escenarios, me imaginé que el Bronco barrería y trapearía con Ivonne Álvarez y Felipe de Jesús Cantú. Un candidato sin partido y sin presupuesto humilló a una mafia. Quienes viven o hemos vivido en Nuevo León, sabemos que hay ciertos comunicadores cuyo peso y tradición los convierten ante la masa en predicadores de verdades absolutas. Seres turbios como Héctor Benavides, María Julia Lafuente o en el ámbito deportivo Roberto Hernández Junior, manipulan a las masas regias desde hace muchísimos años. Televisa, Grupo Multimedios y todo el aparato de gobierno de Rodrigo Medina, emprendieron una sucísima campaña para perjudicar a Jaime y hacer ganar a Ivonne, pero cada ataque, incluidos los del prostituido Liébano Sáenz, hizo más fuerte al Bronco.

No puedo caer en la subjetividad de afirmar que Memo Rentería es el mago que hizo ganar al primer gobernador independiente de la historia de México, pero es innegable que tuvo muchísimo que ver con su triunfo. Cierto, el fenómeno Jaime Rodríguez tiene muchas aristas y explicaciones que empiezan por la furia y el hartazgo ciudadano frente al descarado latrocinio y la rampante impunidad del grupo Natividad González-Rodrigo Medina. El buen periodismo de investigación realizado por los colegas de El Norte tuvo también muchísimo que ver en este triunfo, como clave fue la adhesión de un personaje de gran estatura moral e intelectual como es Fernando Elizondo Barragán, respetado por el sector empresarial regio que en un principio desconfiaba del Bronco.

Jaime Rodríguez es un líder auténtico, pero Memo Rentería tuvo muchísimo que ver en crear al personaje y al fenómeno social que todo México conoce ahora como el Bronco. Cada que lo escuchaba hablar en mítines, en debates o en entrevistas encontraba en sus frases el sello inconfundible de los entrenamientos de Memo. La advertencia tan repetida de no darle un peso a las televisoras para presumir obras hechas con el dinero del pueblo que tanto caló a Grupo Multimedios, es pura esencia de Memociones. No digo que Bronco sea un personaje inventado, pero Memo potencializó al máximo sus cualidades. Es como un productor musical capaz de hacer sonar a una banda de rock con toda la fuerza.

Ignoro cuáles sean los planes de Memo Rentería para el futuro inmediato. No sé si se vaya a mudar de Mexicali a Nuevo León para acompañar al Bronco todo el sexenio. Lo que le espera a Jaime Rodríguez como gobernador es un camino sembrado de piedras y hoyos. Anticipo mil y un tropezones.

Memo Rentería ha participado en cerca de 300 campañas, pero puedo afirmar que el Bronco es el triunfo de su vida, su copa mundial, el antes y después de su carrera. El triunfo de Jaime catapulta a Memociones a la primerísima división del marketing político en Latinoamérica. Mi pronóstico es que en 2018 se va a hacer cargo de una campaña presidencial.

En 2000 Memo estuvo a punto de trabajar con Fox, pero Martita Sahagún no lo quiso por parecerle grosero y vulgar. Cuando en 2006 su amigo el español Antonio Solá lo invitó a unirse a la campaña de Felipe Calderón, Memo se negó, pues consideró al panista un político demasiado acartonado e incompatible con su estilo. “Hubiera sido como tratar de poner el software de la Mac en una PC”, le dijo Memo a Solá.

En 2012 alguien le dio una beca a Rentería para quedarse encerrado en su casa, pero hoy apuesto doble contra sencillo a que en 2018 se va a subir al ring.

“La mercadotecnia tradicional busca un tiro de precisión, pero yo con la mercadotecnia de las emociones lo que busco es una bomba. ¿Quieres optar por el marketing tradicional? Te voy a decir lo que vas a hacer. Le vas a pagar a un experto en marketing que te va a tomar la misma foto que a todos. Te van a hacer un video sonriendo, te van a crear un jingle repitiendo tu nombre hasta el hartazgo, te van a hacer un logo feo, bonito o raro que será irrelevante, te van a hacer un eslogan ordinario y predecible”, explica Rentería.

“La duda es el primer paso. Tienes que dudar de todo, hasta de ti mismo. Si no te sales de las normas establecidas nunca vas a dar el salto. Mis campañas sacan roncha, hieren susceptibilidades, es cierto, pero te hacen pensar. Las encuestas y los asesores te pueden decir mil y un argumentos para que te calles tal o cual cosa, pero al corazón le vale madre, el corazón te dice que seas tú mismo y te avientes”, sostiene Memociones.

Pase lo que pase, Jaime y Memo ya hicieron historia y hasta el último día de sus existencias recordarán lo que sintieron la noche del 7 de junio de 2015. Solo espero no sean ciegos ante las luces rojas. Jaime Rodríguez tiene un inmenso riesgo de tener una caída y una crisis de desencanto tan grave como la de Vicente Fox. En este momento su capital político es inmenso, pero tampoco tiene un cheque en blanco y la fe del pueblo le durará muy poco si no es coherente entre el decir y el hacer.

Nunca hay que olvidar la sabiduría vallenata: “Los caminos de la vida no son lo que yo creía; son muy difícil de andarlos, difícil de caminarlos.” A Jaime le espera un camino sembrado de espinas.

“Uno cree que puede creer y tener todo el poder y de repente, no tienes nada”.Cuando te sientas adentro no hay que olvidar el Afuera de los Caifanes. Al menos por lo que a Memo respecta creo que las emociones le seguirán ganando la partida a la fría ambición.

Memosho es genial, es exitoso y aunque para algunos es solo un gran actor, yo creo que sí está auténticamente loco y la locura, por fortuna, suele ser impredecible. 

Con información de cuadrilátero.com

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