Jorge Varona Rodríguez
Aguascalientes, Ags, 12 de octubre 2015.- (aguzados.com).- Es esencial que las sociedades contemporáneas tomen conciencia colectiva de que la democracia configura algo más que un sistema político, ya que es, además, un medio de regeneración continua de la vida pública, en el que la ciudadanía es la creadora de la democracia que forma e integra a los ciudadanos.
Una sociedad democrática está conformada precisamente por ciudadanos comprometidos, responsables, participativos y solidarios. Son los ciudadanos en su hacer, en su diálogo público, quienes hacen la sociedad democrática. Ahora bien, la cuestión es impulsar un proceso virtuoso de ida y vuelta: ciudadanos con valores democráticos harán una sociedad democrática que, a su vez, alentará ciudadanos con un mayor compromiso. Es un proceso cultural y colectivo que se forja haciéndolo. Se hace camino al andar. Nos enseñamos unos a otros, nos comprometemos unos con otros, aprendemos a participar y a ser solidarios unos de otros. Practicamos la legalidad democrática, observándola y viviéndola, compartiendo reglas comunes. Ejercemos los derechos propios respetando los derechos de los demás
Hace cinco años se publicó Nuestra Democracia, un informe de la Organización de los Estados Americanos y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, donde se analiza el estado de salud que guardan las democracias en Latinoamérica. Esta obra es resultado de un ejercicio de consulta y debate colaborativo, que incorporó la participación de un amplio abanico de actores de dieciocho países latinoamericanos. Centra sus objetivos en formular diversas preguntas y planteamientos para la construcción de políticas públicas orientadas a disminuir los déficits de ciudadanía que viven las democracias en la región.
En suma, el informe integra una interesante y clara exposición de los desafíos y oportunidades para la consolidación de una democracia de ciudadanía, generadora de bienestar en América Latina.
Resulta imperativo recapacitar, como señala el informe, en que “la democracia tendrá mejores condiciones de perdurar en tanto sirva a la creación del bienestar individual y colectivo de una sociedad. Si fracasa esta tarea, tarde o temprano aumentará su debilidad y la probabilidad de ser remplazada”. Sin perder el optimismo ante la oportunidad de avanzar, el estudio nos deja ver que en los sistemas políticos de esta parte del globo “es más difícil alcanzar acuerdos que promover enfrentamientos”. Éste, es un problema complejo que deberá abordar el colectivo social en su conjunto.
Estos señalamientos los podemos tomar como el augurio de una fatalidad o como un llamado a la acción organizada de los ciudadanos para seguir transitando hacia un Estado democrático de derecho, bienestar, paz y desarrollo.
Muy diversos teóricos sociales sostienen que los males de la democracia pueden curarse con más democracia. Desde luego, no existen recetas únicas, es imposible pensar en una respuesta clara sin la participación de los diferentes actores políticos y sociales. Esto nos habla de una serie de cambios dirigidos a apuntalar la democracia en nuestro país, un proceso que sin duda es de una extraordinaria complejidad, que necesita de todos y aún está en marcha.
En el informe se menciona que necesitamos trabajar intensamente en materia de representación política y participación ciudadana. Por ello, hay que continuar reforzando progresivamente las capacidades del Estado, para generar bienestar social y económico, a fin de desarrollar una ciudadanía fuerte, activa, que se afirma como fiel de la balanza del sistema democrático.
Una sociedad que lleva una vida democrática saludable, necesariamente nos habla de un equilibrio de fuerzas, posturas e intereses, que conviven y actúan en beneficio de la comunidad en su conjunto.
Como refiere el informe, la relevancia de nuestro sistema plantea la convergencia de dos ejes “por un lado, la cuestión más amplia y general de la sostenibilidad de la democracia y, por el otro, su propia ampliación, es decir, su capacidad creciente para extender la ciudadanía”. Dicho de otro modo, los ciudadanos recrean la democracia. La participación organizada de la sociedad es la clave.
El texto plantea la necesidad de concebir al esfuerzo de democratización como una labor que jamás debe perder de vista su centro focal: “las mujeres y los hombres que enfrentan con incertidumbre y temor su día a día, particularmente los que viven la injusticia de la pobreza y la marginalidad en sociedades profundamente desiguales y violentas”.
De ahí la necesidad de seguir ampliando los cauces democráticos para garantizar a los ciudadanos el ejercicio efectivo de sus derechos. De la misma forma, requerimos perfeccionar los controles al ejercicio del poder a través de instituciones y un sistema eficaz de pesos y contrapesos. A esto añadiría, como sugiere el informe, existe la “necesidad de reformar el Estado para nuestra nueva etapa política, conscientes del déficit de estatalidad; de la fiscalidad y sobre cómo enfrentar marginalidad social y la inseguridad ciudadana”.
El sistema democrático tiene el desafío de crear mayorías plurales, que compartan objetivos y valores comunes. Es preponderante generar una continuidad transformadora a través de la construcción y conclusión de acuerdos entre las diversas fuerzas sociales, políticas, económicas y culturales.
El cambio social es posible con la participación organizada de la ciudadanía. Como se señala en Nuestra democracia: “el cambio político no será la obra de un presidente sino de varias generaciones que trabajan sobre una visión compartida, sobre aspiraciones comunes”. Es decir, tenemos que ponernos de acuerdo colectivamente, ya que en el consenso encontramos la clave del poder democrático. Elevemos nuestra capacidad de encontrar soluciones para beneficio de la mayoría y con inclusión de las minorías.
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