- Fue estudiado por Albert Einstein y Stephen Hawking, dos de las mentes más brillantes del último siglo
- Una imagen reciente permitió observar su forma
Washington, D. C.- 5 de enero de 2020.- (aguzados.com).- El espacio exterior, los límites de nuestra galaxia y todo lo que hipotéticamente sucede en el resto del Universo mientras la vida sigue en el planeta Tierra, es casi con seguridad el refugio de los más grandes misterios que tiene la Humanidad por desentrañar.
En ese inventario de lo desconocido para el Hombre, saber qué es un agujero negro representa uno de los desafíos más potentes. Y los avances que hubo recientemente alrededor de estos intrigantes fenómenos, más allá de la importancia que se les dio, son apenas los primeros pasos en el camino a conocerlos en profundidad.
Toda la teoría que se había construido sobre los agujeros negros tuvo, en 2019, una comprobación visual de que la ciencia humana iba por un buen camino. De hecho, la divulgación de una imagen de un agujero negro supermasivo, en abril, fue considerado el Avance del Año por la revista Science, publicación de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS).
Imagen de un agujero negro
La foto reveló uno de los fenómenos más oscuros y escurridizos del universo conocido, la primera imagen tangible de un agujero negro, el Messier 87 (M87), que fue captado gracias a otro avance de la tecnología: la potencia de ocho telescopios que trabajaron en conjunto durante dos años, bajo la tutela del Observatorio Europeo Austral (ESO) y el equipo del sistema sincronizado de Event Horizon Telescope (EHT).
Esa simple fotografía despertó tal interés en todo el mundo que el 10 de abril se realizaron conferencias simultáneas en siete ciudades de Europa, Norte y Sudamérica y Asia. El agujero negro supermasivo que se divulgó es tres millones de veces más grande que la Tierra.
La imagen muestra un aro de luz alrededor de un círculo oscuro que está en el centro de la galaxia Messier 87, aproximadamente a 55 millones de años luz de nuestro planeta y que algunos científicos se animaron a compararlo, en forma metafórica, con el Ojo de Sauron (de la saga El señor de los anillos), un aro oscuro donde residía la concentración de todo el mal en el planeta imaginado por el escritor británico J.R.R. Tolkien.
En abril de 2017, ocho telescopios ubicados en distintos puntos del planeta apuntaron sus "ojos" simultáneamente hacia dos agujeros negros: Sagitario A*, en el centro de la Vía Láctea, y M87, ubicado en la constelación de Virgo, a 50 millones de años luz. La intención era obtener un "retrato" de sus regiones circundantes. Dos años más tarde, tras un largo período de análisis, se difundieron las imágenes que corresponden al M87.
Qué es un agujero negro
Un agujero negro es un enorme centro de atracción de materia existente en el espacio. Es considerada una región finita en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella.
Además, de acuerdo a los expertos, los agujeros negros son capaces de generar radiación y provocar otros fenómenos, como un cuásar, que es una fuente astronómica de energía electromagnética, que incluye radiofrecuencias y luz visible, generada a raíz de la actividad en estos fenómenos.
La gravedad de un agujero negro provoca una suerte de círculo sin fin con una superficie cerrada que es llamada horizonte de sucesos. Éste marca el límite con el resto del universo y el punto del cual ninguna partícula puede escapar, incluyendo las lumínicas.
Se trata de un fenómeno tan subyugante que unió a dos de las mentes más brillantes que ha dado la Humanidad en los últimos dos siglos, como han sido Albert Einstein y Stephen Hawking. Ambos, desde distintos parámetros, estudiaron los agujeros negros, su existencia, su origen y su consecuencia, y esbozaron teorías al respecto.
La revelación de la imagen conocida en abril de 2019 viene a darle cierto crédito a la teoría de la relatividad de Einstein. Esta le atribuye a la gravedad la deformación del espacio y del tiempo con la materia y la energía, como si fuera un colchón que se hunde por el peso de una persona que duerme sobre ello, y postula que por ello los contenidos del universo, incluyendo los rayos de luz, siguen caminos curvados.
Así fue como la teoría general de la relatividad hizo repensar el cosmos como un sitio en el que el espacio y el tiempo pueden torcerse, expandirse, romperse y hasta desaparecer por siempre dentro de un agujero negro.
En particular, sostiene que la curvatura del espacio-tiempo está directamente relacionada con la masa, la velocidad y la energía de la materia o radiación. Así, según la teoría de la relatividad general, cualquier masa puede comprimirse lo suficiente para formar un agujero negro. Por ejemplo, el Sol se convertiría en un agujero negro si su masa se comprimiera en una esfera de 2,5 kilómetros de diámetro.
La teoría de Einstein, publicada por el alemán entre 1915 y 1916, dio origen a que otros científicos estudiaran la posible existencia de estas regiones oscuras del universo. El primero en ser detectado fue un objeto conocido como Cygnus X-1. En 1971, se descubrieron emisiones de radio procedentes y llegaron a la conclusión que allí había un objeto extremadamente masivo, que identificaron como un agujero negro.
Una curiosidad: ese primer agujero negro generó que el británico Stephen Hawking le apostara a un colega suyo que la fuente de esas emisiones que habían identificado no eran un agujero negro, pero en 1990 tuvo que reconocer que se había equivocado.
Hawking ya estaba trabajando sobre una de sus teorías que ganó más notoriedad, la conocida como "radiación de Hawking", que intenta explicar los agujeros negros. En los años 70, el británico tomó como base la teoría de la relatividad de Einstein para hacer una descripción de la evolución de los agujeros negros desde la física cuántica. Y sostuvo que había algo que podía escapar de los agujeros negros: la radiación, lo que derivaría en otros fenómenos cósmicos.
Se estima que hay alrededor de cien millones de agujeros negros en la Vía Láctea, hasta ahora casi en su totalidad invisibles. El más cercano a la Tierra está situado precisamente en el centro de esta galaxia. De ahí que se especule que podría existir la posibilidad de que nuestro planeta pueda ser absorbido por un agujero negro: podría deberse a que la Vía Láctea se fusionara o chocara con otra galaxia.
De acuerdo a los cálculos científicos, se anticipa que la Vía Láctea y la galaxia Andrómeda chocarán dentro de 4.000 millones de años.