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Vale al Paraíso / Para ser feliz

  • Mario Granados Roldán

 Aguascalientes, Ags.- 23 de julio de 2019.-(aguzados.com).-  Ser feliz y vivir mejor son dos cosas.

La felicidad requiere de diversas semillas sembradas en la parcela de cada uno de nosotros. En 2004 el prestigiado periodista norteamericano Walter Isaacson, publicó una nueva biografía de Benjamin Franklin, donde recuerda que el prócer norteamericano, a sus 79 años, seguía escribiendo con riqueza y sabiduría de lo que él llamó “la perfección moral”,  compuesta de trece virtudes: templanza, silencio, orden, resolución, frugalidad, productividad, sinceridad, justicia, moderación, limpieza, tranquilidad, humildad y castidad.

Para vivir mejor se necesita la participación generosa de terceros, tanto del individuo como de la iniciativa privada y la administración pública, donde todavía no se entiende que “las pequeñas cosas y no las grandes reformas son las que moldean la opinión que los ciudadanos se hacen de sus gobiernos”, para blindar a los mexicanos de los víacrusis que padecen diariamente, escribió Luis Rubio en Reforma el 23 de julio de 2017.

No es necesario meterse en las profundidades del infierno para recordar algunas quemaduras de tercer grado; por ejemplo, el robo en cualquiera de sus modalidades; las dificultades para encontrar lugar a los hijos en las escuelas públicas; el servicio del transporte público con chimenea integrada; el trato médico inhumano del IMSS, donde las citas a la derechohabiencia se programan para el siglo XXII, aunque el paciente esté a punto de estirar la pata; la agenda tortuga de la Profeco, donde se acuerdan fechas a cumplirse cincuenta años después; la pesada tramitología en las ventanillas del gobierno y la iniciativa privada es un deporte nacional.

Y qué decir de las peripecias del automovilista que recorre avenidas y bulevares sin señales viales, incluidas las rayas en el piso que separan los carriles; de la incapacidad e indolencia de las autoridades de tránsito para infraccionar a los conductores que hacen de las calles peatonales su estacionamiento público, se pasan los altos, se estacionan en lugar prohibido, doble fila, lugares asignados a los discapacitados, embarazadas y gloriosa tercera edad, o detener  al irresponsable chofer del trailer que se echó de reversa desde Casa de Gobierno (Isabel La Católica, Vergeles) hasta el templo del Campestre.

Héctor Aguilar Camín, en su texto El desgobierno de las pequeñas cosas, dice que “todos los días millones de mexicanos se topan con alguna forma ofensiva de gobierno ineficaz y malos servicios públicos. Cuando no, con golpes irreversibles a sus personas o a su patrimonio por la inseguridad”.

Para el historiador “las pequeñas cosas son el último eslabón de las grandes, el verdadero escaparate de qué es lo que funciona y lo que no funciona en una sociedad. El estado de las banquetas, por ejemplo, es un síntoma elocuente de la calidad del gobierno local. Y la manera como manejan los automovilistas, una expresión de su cultura cívica” (Milenio, 24/07/2017).

Por supuesto, la iniciativa privada también fomenta el desgobierno convertido en caos, desde las llamadas telefónicas de los zancudos que ofrecen desde el campeonato del Cruz Azul hasta la solución de trámites bancarios, pasando por el tercermundista servicio de las empresas de televisión por cable, de Internet y de telefonía, que con sus altavoces mediáticos ofrecen el oro y el moro al consumidor.

El primer lugar se lo lleva el jeque del oficio especializado —siempre necesario pero en ocasiones mal atendido y caro—, para arreglar el refrigerador, la lavadora o secadora, el coche en el taller de El Mofles, la bomba de agua, el aparato eléctrico y las goteras, por citar algunos patéticos casos. No está por demás recordar el frecuente diagnóstico del nuevo contratante para sentenciar al inútil que le antecedió “Pero mire. Quién le hizo el trabajo. Todo esta mal. La pieza de la estufa la colocó en el horno de microondas”.

Si gobernantes, políticos, empresarios y anarquistas de la comunidad dieran un paso de costado. No estorbaran. Y aplicaran diariamente la máxima juarista: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Usted y yo viviríamos mejor. Disfrutaríamos una buena calidad de vida. Y estaríamos tranquilos.

Porque alguien tiene que escribirlo: Las fotografías hablan. Escúchelas con atención.

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