- Jorge Varona
Aguascalientes, Ags.- 1 de noviembre de 2021.- (aguzados.com).- Uno de los principales retos de las ciencias sociales en Latinoamérica, particularmente en teoría política, es establecer categorías de análisis y crítica propias, que no sean repetición o extrapolación de los expuestos en las teorizaciones europeas, ya que éstas responden tanto a la resiliencia y capacidad de adaptación y transformación del sistema capitalista en el viejo continente ante las conflictividades sociales y políticas --lucha de clases--, así como a los desafíos de la competencia entre potencias que se resolvían “repartiéndose el mundo en zonas de influencia, protectorados y mercados cautivos”, o, finalmente, mediante guerras.
De ahí que, desde hace medio siglo por lo menos (sin considerar las ideas pioneras de José Martí en el siglo 19 o Carlos Mariátegui a inicios del 20) se desarrolló lo que se conoce como pensamiento descolonial, el cual “surgió como contrapartida de la modernidad colonialidad, en primer lugar en América…, y luego asumió una forma global en las sociedades africanas y asiáticas que sufrieron el colonialismo francés y británico durante los siglos XIX y XX…, para pasar por último a la etapa posterior a la segunda guerra mundial donde se da un movimiento que incluye los procesos de descolonización, la ascendencia del poder de Estados Unidos y la guerra fría”. (Alejandro De Oto. Diccionario del pensamiento alternativo)
El colonialismo en AL ha presentado diversas formas a lo largo de 500 años, en función de “las sucesivas fases de la acumulación capitalista: el mercantilismo (de 1500 a 1800), el capitalismo industrial clásico (de 1800 a 1945), la fase posterior a la Segunda Guerra Mundial (de 1945 a 1990) y la globalización en camino de construirse”. (Samir Amín)
Europa, cristina o moderna, pretendió imponer su arquetipo de humanismo y al “tropezar con otros entes que parecían ser hombres, exigió a éstos que justificasen su supuesta humanidad” (Leopoldo Zea). Así que el origen de la crítica a la cultura y la ideología colonial es un intento de América Latina de configurar su propio pensamiento acerca de la modernidad-colonialidad, sin ruptura con el pensamiento político y teórico europeo-yanqui sino establecer claramente las diferencias.
Para ello se formularon diversas perspectivas analíticas, como la Teología de la Liberación o la teoría de la dependencia o del capitalismo dependiente (Celso Furtado), explicaciones críticas acerca del “descenso de las tasas de crecimiento, el endeudamiento externo y los cada vez más altos índices de pobreza y miseria en la población”, a fin de “identificar las particularidades del desarrollo del modelo capitalista latinoamericano y con ello ubicar las causas objetivas de su crisis para proponer soluciones estratégicas ajustadas a la realidad”. (Yasmín Rada Aragol. El Capitalismo dependiente: una propuesta teórica Latinoamericana).
Rechazaron los supuestos de “atraso” y/o “subdesarrollo”, ya que no era sino el esfuerzo ideológico para “seguir los senderos del desarrollo capitalista de Estados Unidos y Europa”, como si fuese la repetición de un proceso mecánico de superar estructuras “atrasadas” y escalar estadios superiores. Los europeos, obviamente. El economista Paul Baran postuló que el “subdesarrollo de América Latina es consecuencia directa del desarrollo de los países capitalistas hegemónicos”. De hecho, AL es parte sustantiva de ese desarrollo capitalista global, en su condición dependiente y periférica. Otra manera de colonialidad económico-financiera, subsidiaria de materias primas y recursos naturales baratos, mano de obra sobreexplotada y el tributo en forma de deuda externa.
Theotonio Dos Santos expuso el concepto de dependencia vinculado a la expansión del imperialismo, definido no como una situación externa sino como una “situación condicionante en última instancia, de las estructuras internas de nuestros países”. (Rada)
Para Sebastián Espinosa (Identidad y otredad) colonialidad y decolonialidad explican las relaciones políticas, económicas y culturales en Latinoamérica. Conforman, especialmente, ideas y percepciones, acordes a la ideología del capital “en la totalidad de los ámbitos de la existencia social, esto es, en el trabajo, el sexo, la subjetividad y la autoridad colectiva” (Aníbal Quijano”. Para este autor colonialidad y colonialismo son categorías diferentes, ya que no solamente se trata de la explotación de recursos y trabajo, sino, especialmente, “el control de las formas de ser, de pensar y de representar el mundo de los grupos sociales de toda América”.
De ahí que Espinosa afirma que, además de la contradicción capital/trabajo, es el control de la reproducción de la actividad social y cultural, esto es imponer la ideología dominante de los países hegemónicos (ellos piensan por nosotros): “la fusión de las experiencias del colonialismo y la colonialidad con las necesidades del capitalismo”. Las tesis de Quijano de descolonización sin descolonialidad, una especie de sincretismo: no únicamente asimilar “las formas de ser, de pensar y de representar el mundo de los grupos sociales de toda América” desde la perspectiva de la cultura y los intereses de dominación del capitalismo europeo y norteamericano, sino, en un primer momento, “dar significado y sentido nuevos a los símbolos e imágenes ajenos”, dentro del propio contexto socio-cultural, transformándolos y subvertirlos acorde a “toda imagen, rito o patrón expresivo impuesto por los dominadores”.
Frantz Fanon (Piel negra, máscaras blancas), siquiatra de origen antillano pero su vida intelectual y activismo político lo vivió en África y Asia, subrayó críticamente esa dominación ideológico-cultural: el negro que aspira a ser como blanco en la piel y en la vida. Esto es “la interiorización de la opresión”. (Raúl Zibechi)
El proceso culmina (si fuese posible señalarlo así, ya que la lucha intelectual, cultural y política por la emancipación ideológica se intensifica en diversos niveles y dimensiones) con la conflictiva asimilación sociocultural, llena de contradicciones (lo que se es y a lo que se aspira, modelo yanqui-eurocentrista) e interrelaciones complejas que introducen formas de colonialismo interno, dominación clasista y racial: aparente asimilación político-cultural: orgullo por el pasado indígena, raíces propias, pero “discriminación oculta en tal inclusión, aparentemente iguales en la cotidianeidad…” Esto es, “la identidad deja de ser un yugo, un sufrimiento, y se convierte en el conjunto de características que se deben ‘blanquear’ [cultural e ideológicamente] para aspirar al poder”.