Jueves, 25 Abril 2024
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¿Qué está pasando en todo México?

  • Columna de Mezquite

Lic. Guillermo Macías y Díaz Infante

mezquite17nov14

Todo el país está en efervescencia y en algunas partes arde ya. Las manifestaciones a partir de la desaparición de los cuarenta y tres no cesan sino se mantienen y multiplican. La inconformidad se manifiesta en todos los rincones del país. 43 se ha vuelto ya un ícono.

Hay tres factores a considerar en los eventos de los últimos días. A) La continuidad de las manifestaciones, su frecuencia y su carácter multitudinario; B) La actitud del gobierno y de otros factores de poder y C) Los objetivos de este fenómeno de crisis de conciencia en el país, que no acontecía desde 1968.

Empezamos por el punto A).

¿Cuál es la causa de las manifestaciones que ya a diario se realizan multitudinariamente en el país?

Este fenómeno de manifestaciones públicas que se están sucediendo a diario en las calles de las ciudades y ahora, en los tiempos modernos, también en las calles de las redes sociales, se ha ido avivando y expandiendo, ello de manera contraria a lo que pudiera haberse pensado en un principio: que se iría poco a poco apagando, extinguiendo y se ha convertido ya en una crisis de conciencia, no vista en México desde 1968.

La continuidad y el incremento de las manifestaciones y lo numeroso de los manifestantes se debe a que el motivo ya va mucho más allá de Ayotzinapa. Un evento como el incalificable crimen de estado, cometido a través de la policía de Iguala, ha generado la crispación social y se ha convertido en un imán que atrae todo tipo de inconformidades acumuladas. Se suman inconformidades y se suman los agraviados.

La protesta pasa de la manifestación de inconformidad a la convicción de la necesidad de cambio y se empieza a gestar la sustitución del estado de cosas, de un estado de cosas enfermo y sin posibilidad de cura, por uno totalmente nuevo y sano. El camino y los costos son en este momento impredecibles.

A partir del crimen de lesa humanidad de Ayotzinapa, causa generadora de la crisis en la que se encuentra México, tenemos que considerar de manera incontestable que ya hay un común denominador en las protestas: el clamor, el grito social ya es contra la infiltración criminal en el gobierno.

La gente ha salido ya a las calles a rechazar esa infiltración criminal que en un primer plano provoca inseguridad, violencia, intranquilidad, corrupción e impunidad, y que un subsecuentes planos genera efectos negativos de todo tipo, consistentes en graves daños en los ámbitos de lo social, lo económico y lo gubernativo. La gente tiene miedo; hay miedo en la vía pública, en las casas, en las escuelas, en los centros de trabajo y en los negocios. La presencia cercana de un policía se ha convertido en causa de temor. En México ya no se vive con tranquilidad pues la criminalidad ha infiltrado todos los ámbitos del gobierno. La ley que se va imponiendo es la dictada por los criminales; las armas de fuego de los criminales imponen el miedo, el terror, que es la ley bajo la que ya viven el pueblo y el gobierno.

A ese común denominador de la protesta contra la infiltración criminal en el gobierno y sus consecuencias, se agregan muchas otras causas, todas inconformidades contra el gobierno y gobernantes. Hoy por hoy el nivel de explosividad es altísimo. El clamor popular es irrefrenable.

Vamos ahora al punto B).

La imprudencia, la falta de sensibilidad ante el clamor social y la prepotencia empiezan a aparecer en algunos sectores del gobierno y en las cúpulas económicas.

El Presidente amenaza con el uso de la fuerza. Al regresar de su gira por China y por Australia, en el aeropuerto mismo Peña anticipó el uso de la fuerza contra las manifestaciones sociales. Sin duda esta es una desatinada declaración del Presidente, la cual revela una visión totalmente errónea de las circunstancias presentes por las que atraviesa el país (el pueblo está agraviado por el actuar del gobierno; no es al pueblo al que hay que todavía hay que echarle encima la fuerza del estado), siendo tal declaración también una muestra de temor del gobierno ante la escalada de la protesta social. Echarse encima del pueblo con las armas, no solucionará nada, sino que por el contrario, desatará un conflicto de proporciones generalizadas.

Días antes, el Secretario de Gobernación, Osorio Chong, quien había mostrado tacto político en su actuar, cayó en la tentación de la arbitrariedad al equivocar la mira del escenario: ofreció garantías de seguridad a los empresarios (una amenaza de fuerza contra manifestantes), cuando lo que se debe ofrecer es seguridad a un pueblo agraviado por un crimen de estado (hecho que por cierto quedará inscrito en las páginas de la historia del mundo, como uno de los graves crímenes de los cometidos por gobiernos en agravio de sus pueblos); Osorio equivocó la visión: dio preponderancia a los intereses económicos de los grandes empresarios, por encima del reclamo nacional que es poner un alto tajante a la ley del terror que ha impuesto el crimen organizado por encima y a través de las instituciones de gobierno.

Los empresarios pidieron mano dura. Esta es una pretensión estúpida por inoportuna y más que esto, por desatinada y contraria a la solución de la problemática que se está manifestando a todo lo largo y ancho del país, pero es una posición empresarial reveladora de una enorme falta de conciencia social, de una negligente falta de responsabilidad por el interés público y de un menosprecio absoluto a las condiciones y circunstancias que están alimentando las manifestaciones y protestas, las que ya no llevan dentro de sí nada más el caso Ayotzinapa, sino que ya están impulsadas por un sentimiento interior de inconformidad acumulado.

El gobierno envió a los cuerpos de policía al interior de la UNAM a pretender capturar estudiantes que defendieron a dos compañeros agredidos –uno de ellos herido de bala- por unos elementos de policía vestidos de civil, agresión derivada del reclamo de los estudiantes a la presencia prepotente de elementos del gobierno –agente del Ministerio Público, dos peritos, abogados y agentes armados- quienes seguían de cerca la reunión de estudiantes en un auditorio de la Universidad, seguimiento bajo el risible pretexto de que “investigaban el robo de un teléfono celular”. La reacción de rechazo de los universitarios a los cuerpos policiacos fue fulgurante y tajante. La convocatoria estudiantil para concentrarse en la ciudad universitaria para manifestar el rechazo a estos nuevos hechos de fuerza, mostró una efectividad y rapidez impresionantes. El Rector tuvo que salir a pronunciar un discurso de contención y el gobierno del Distrito Federal tuvo que pedir disculpas a la comunidad estudiantil.

No obstante todas las anteriores alusiones al uso de la fuerza, el gobierno federal ha dado una instrucción tajante: en ninguna manifestación, pase lo que pase, intervendrán las fuerzas federales, ni en los estados con gobiernos del PRI intervendrán las fuerzas locales. Salvo que hubiera muertos, intervendrán a petición de la sociedad misma. Vaya, que si el riesgo de explosividad está considerado como altísimo. 

Los estudiantes, como motor de la protesta y factor real de poder, están diciendo ¡Basta! Cada estudiante dice: “Ya me cansé”. Ese hartazgo y cansancio, aunque han vivido poco, son muy jóvenes, muestran la inconformidad con un presente sin futuro.

La Iglesia, o más bien sus jerarcas, acomodaticios como siempre a lo largo de la historia, dando bandazos ya coquetean con las ideas de quienes protestan y del gobierno mismo. Lamentablemente son un factor real de poder por lo que  habrán de seguir pesando en la historia del país. Ojalá hubiera curas como Hidalgo y Morelos.

Terminamos refiriéndonos al punto C).

Apuntamos arriba que hay un común denominador ya en la inconformidad nacional que se manifiesta con fuerza en todo el país, inclusive en algunos lugares con violencia. El objetivo del rechazo popular es la infiltración criminal en las policías, en las instituciones de fuerza armada y en el gobierno en general, infiltración que acarrea, como ya lo comentamos, un estado de miedo.

Si las manifestaciones no pasan de ser tales expresiones, aún violentas en algunos casos, en el país no va a pasar nada y todo seguirá igual.

Por ahora, las manifestaciones van sin orden y sin rumbo. Son la pura expresión de la inconformidad con su sistema caduco. Es necesario por ende darle un contenido y un objetivo a esta enorme fuerza de protesta social. Hay que darle por lo pronto una ideología a la espontánea expresión popular. Una ideología y objetivos en los que quepan todos los mexicanos que quieran acabar con la infiltración criminal en el gobierno. Otros aspectos ideológicos vendrían después para consensar un nuevo proyecto de país para todos.

Se requiere por tanto adicionar a la protesta los objetivos, las acciones para forzar a la depuración del sistema gubernativo. El cambio del país debe empezar por ahí, sin mayores pretensiones. Sin erradicar la infiltración criminal que produce corrupción y miedo, ninguna otra acción podrá tener efectos positivos. Por lo tanto, se requiere que la sociedad se organice para exigir, para imponer las medidas para el combate a la infiltración criminal. No es tarea fácil y puede llevar tiempo, pero sin que esto se realice y tenga resultados positivos, el país seguirá siendo dominado por la ley de las balas de la criminalidad.

El proyecto de una propuesta para dicha transformación será materia de otro apunte.

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