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Festejando a la Patria, la Independencia Incipiente

  • La lucha contra el yugo opresor es una tarea inconclusa

Alfonso Morales Castorena

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Aguascalientes, Ags., 5 de septiembre de 2014.- (aguzados.com).- En nuestra primera entrega citamos los antecedentes que en el año de 1808 fincaron el movimiento social, económico y político que llevaría a la Nueva España a independizarse de la Corona Española, pero que no se hicieron realidad sino hasta el año de 1810, con el ya histórico Grito de Dolores y cuya lucha armada, en opinión de los historiadores y estudiosos de la materia, se realizó en cuatro etapas.

En este espacio citaremos la primera de ellas, que inicia a las cinco horas del domingo 16 de septiembre de 1810 en el templo de Dolores Hidalgo, donde el sacerdote a cargo del sacro recinto, en su calidad de cura, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor, nombre verdadero del ahora llamado Padre de la Patria, a toque de campana llama a sus feligreses a tomar las armas.

El sonoro repicar del metal reunió a las puertas de la parroquia a menos de mil habitantes de la comunidad, que luego de la arenga del cura Hidalgo, se armaron de improvisadas armas para lanzarse a la lucha, lucha que estaba planeada iniciar la última semana de ese mes de septiembre de 1810.

Pero al ser descubierta la conjura en la hoy ciudad de México, los entonces ocultos cabecillas del movimiento emancipador, adelantaron sus planes antes de ser apresados y llevados a paredón sin mayores preámbulos, como había sucedido con quienes los secundaban en la capital de la Nueva España.

independencia6sep14bPara entonces Miguel Hidalgo, gozaba de la protección y amparo del Corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, que a su fracaso del año de 1809 por tomar las armas en Valladolid, hoy Morelia en el estado de Michoacán e iniciar el movimiento armado planeado, lo tomó bajo su amparo, había convertido su casa en centro de reunión de los conjurados y su esposa, Josefa Ortiz de Domínguez, fungía como enlace entre estos y sus adeptos en la ciudad de México.

Por eso fue que antes de ser apresados y pasados por las armas a dos de sus cómplices –cuyas identidades no mencionan los historiadores– tuvieron la oportunidad de enviar un correo de a caballo la ciudad de Querétaro para enterar al Corregidor Domínguez y a su esposa, del peligro que corrían, junto con los cabecillas de la planeada subversión, si no actuaban a tiempo.

El peligro inminente de caer en manos de las fuerzas virreinales, llevó a Ignacio Allende a cabalgar hasta la localidad de Dolores, en el estado de Guanajuato, para enterar del caso al cura del lugar, Miguel Hidalgo y a urgirlo a tomar las armas, antes de que fuera demasiado tarde para ello, se les apresara y fusilara sin miramiento alguno.

independencia6sep14dLa decisión de dejar en el sacerdote el mando total de la gente que se les uniera en un ejército bisoño y con nulo conocimiento de las armas, la fincaron el Corregidor Domínguez, su esposa, Josefa Ortiz de Domínguez y el propio general Ignacio Allende, en el carisma que habían descubierto en el sacerdote, de un carácter afable, generoso y la popularidad entre la feligresía.

Así que ante lo irremediable y el temor de caer en manos realistas, Hidalgo no tuvo más opción que encabezar el movimiento de Independencia y esa mañana del domingo 16 de septiembre de 1810, en lugar de celebrar el oficio religioso de las cinco horas, el primero del día, llamó a toque de campana a los feligreses y ya reunida la gente en el atrio del curato de Dolores, Miguel Hidalgo, se lanzó a la lucha armada al grito de “Viva la Independencia, Viva la Virgen de Guadalupe, Muera el Mal Gobierno”.

Para su desencanto el número de convocados no rebasaba siquiera los 300 hombres, incluidas mujeres y niños, recurriendo de inmediato a liberar a los presos de la cárcel a quienes prometió la exención de sus penas si se unían a la causa independentista y con esa muchedumbre, desorganizada, desarmada, apenas llevando a hombres sus aperos de labranza, marchó a la población de Atotonilco, cercana a la ciudad de San Miguel  El Grande, hoy San Miguel de Allende, Guanajuato, tomó de su templo el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que luego usaría como bandera insignia del movimiento armado y a su paso por las poblaciones colindantes, el número de simpatizantes con la causa sumaban ya más de treinta mil hombres, sin faltar las mujeres y los niños.

Sin contar con armas, municiones, una estrategia acorde a la lucha armada que ya se sostenía con las fuerzas de la Corona Española, pero apelando a su mote juvenil de El Zorro, Hidalgo y sus huestes, la mañana del 22 de septiembre de 1801, tomaron pacíficamente la ciudad de Celaya, donde el H. Ayuntamiento lo nombró General en Jefe de las fuerzas armadas que encabezaba y ahí su improvisado ejército se incrementó en número con la incorporación en sus filas de casi la totalidad de sus pobladores, que llegarían a sumar hasta 50 mil insurrectos.

Ya con ese número de sublevados a su mando, que ignoraban todo lo referente al manejo de las armas, pero que blandían lo mismo el machete, que el azadón, la pala, que un rifle o una pistola arrebatada a sus enemigos caídos en la lucha, el 28 de septiembre de 1810 entró a Guanajuato y exigió la rendición de los realistas parapetados como se encontraban en la Alhóndiga de Granaditas, fuertemente armados y con los víveres suficientes para resistir un cerco o asedio de los revoltosos durante varios días.

Así lo suponía el intendente de la ciudad, el español Juan Antonio de Riaño y Bárcena, tal vez por los lazos de amistad que le unían al Cura Hidalgo, pero su esperanza de recibir refuerzos de la capital y rechazar al enemigo, se vieron frustrados por la intervención de El Pípila, un barretero en la Mina de Mellado, de nombre Juan José de los Reyes Martínez Amaro.

independencia6sep14cEste hombre, hijo del labriego Pedro Martínez y de María Rufina Amaro, que nació el 3 de enero de 1782 en San Miguel el Grande, Guanajuato, al observar la férrea resistencia de los realistas para evitar que la Alhóndiga de Granaditas máximo almacén de víveres de la localidad, cayera en manos de los alzados, pidió que le cubrieran la espalda con una gran loza y antorcha en mano, se arrastró hasta la puerta central de la finca, le prendió fuego y le abrió el camino a los sublevados para que pudieran alcanzar la victoria.

En el fragor de la batalla, el intendente y gran amigo de Miguel Hidalgo, Juan Antonio de Riaño y Bárcena, perdió la vida y la totalidad de las huestes que comandaba fueron abatidos por los insurgentes, en venganza por la resistencia que les opusieron, en una página de gloria para los sublevados, en la opinión de algunos historiadores y de vergüenza, para otros.

Por esa acción, el obispo de Michoacán, Abad y Queipo excomulgó a Hidalgo e hizo lo mismo con sus lugartenientes, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo, a cambio de cuyo manifiesto, el Cura de Dolores lanzó uno propio para reunir a los representantes de las ciudades, villas y lugares que ya estaban bajo su dominio, a fin de que formaran cortes e hicieran leyes justas, sabias y apropiadas para resolver las necesidades del pueblo.

Luego estableció una Casa de Moneda y mandó fundir los cañones que se usaron en la lucha de la Alhóndiga de Granaditas, antes de continuar camino rumbo a Valladolid, hoy Morelia, al mando de 15 mil hombres y ahí decretó la abolición de la esclavitud, que más tarde ratificaría en la ciudad de Guadalajara, invitando de paso a los párrocos y curas de las iglesias de los pueblos por los que pasaba, para que se unieran a la causa.

De esa forma continuó su andar por Acámbaro, donde fue elevado al rango de Generalísimo del Ejército Insurgente, siguiendo su camino por Maravatío, Tepetongo, Hacienda de la Jornada, Ixtlahuaca y Toluca, siempre consiguiendo sonadas victorias en las breves escaramuzas que sostenía con partidas del ejército realista.

Pero sin duda alguna, en esta primera etapa de la guerra de independencia, la página más brillante en la bisoña carrera militar de Miguel Hidalgo y Costilla y sus huestes, se escribió el 30 de octubre de 1810, al resolverse tomar la ciudad de México, donde sin una planeada estrategia venció en toda la línea a los bien pertrechados hombres del realista Torcuato Trujillo, a quien infligió una severa derrota, más para su orgullo que para la causa a la que servía, por no haber cumplido al Virrey Venegas de sofocar la rebelión.

En esa batalla de Monte de las Cruces, ambos bandos resintieron las muchas bajas que sufrieron en sus filas, al medir fuerzas en un paraje ubicado en el actual Parque Nacional "Insurgente Miguel Hidalgo", también conocido como La Marquesa, que hizo desistir al jefe insurgente de tomar la plaza esa misma última semana del mes de octubre de 1810, bajo el argumento de falta de parque y suministros, permaneciendo en ese lugar hasta el dos de noviembre de ese mismo año.

Y ante la inconformidad de su lugarteniente, Ignacio Allende, y de la mayor parte de su ejército que le exigía lanzarse a la conquista de la capital, ordenó retirada rumbo a la ciudad de Querétaro, tanto para reabastecerse de suministros y parque, como para proporcionarse un corto descanso, reuniéndose una semana más tarde con sus lugartenientes para evaluar su situación.

Sin embargo, en el camino que seguían rumbo a la Nueva Galicia, hoy Guadalajara, Jalisco, de manera sorpresiva, el 7 de noviembre de 1810, sufrió una emboscada en Aculco, Estado de México que le hizo refugiarse en Valladolid, en tanto que Ignacio Allende se ocultaba en Guanajuato y de ahí se dirigió a Zacatecas, en tanto que la mayor parte de su ejército se dispersaba por entre los montes cercanos, olvidando todo sentido de prudencia y las rudimentarias armas que utilizaban en la batalla.

Miguel Hidalgo no demoró mucho en reorganizar su improvisado ejército y para el 14 de noviembre de ese mismo año, al frente de siete mil hombres, olvidada la derrota sufrida en Aculco, marchó a la Nueva Galicia, aún en poder del insurgente José Antonio Torres, con la mira puesta en sentar ahí su centro de operaciones.

Pero al pasar por la ciudad de Celaya y ser enterado de la estancia de varios delatores de la causa, los hizo prisioneros y sin preámbulo alguno los mandó fusilar, continuando su camino rumbo a la hoy Perla de Occidente.

Supo entonces que luego de tomar la Alhóndiga de Granaditas y al abandonar Guanajuato el 25 de noviembre de 1810, los realistas pasaron por las armas a los que habían apoyado la rebelión e Hidalgo, en represalia mandó ejecutar a todos los prisioneros de guerra españoles y esa acción, en diciembre de 1810, le llevó a ser declarado por las autoridades eclesiásticas como hereje, apóstata y cismático.

Ya en la Nueva Galicia y con Ignacio Allende a su lado, que estaba oculto en Zacatecas, se intentó formar un gobierno con Hidalgo a la cabeza, que contaría con dos ministros, uno de Gracia y Justicia y el otro en funciones de una Secretaría de Estado y del Despacho.

Bajo ese contexto, Miguel Hidalgo era la máxima autoridad y como tal ordenó la publicación de El Despertador Americano y el seis de diciembre de 1810 expediría su decreto en el que confirmaba la abolición de la esclavitud y los tributos que se pagaban al virrey en turno o en directo a la Corona Española.

independencia6sep14ePero ante el temor de que los realistas intentaran recuperar la plaza, dejó la ciudad y se encaminó con casi cien mil hombres, al norte del país, solo para sufrir su segunda derrota en el Puente de Calderón, donde sus huestes fueron derrotadas por el español Félix María Calleja, el 17 de enero de 1811, que le hizo huir a Aguascalientes, con la idea clara de establecer ahí su gobierno o de encontrar refugio en la cercana ciudad de Zacatecas, bastión a cargo de Ignacio Allende.

Este último al alcanzarlo en la Hacienda de Pabellón, acuerda junto con el general Arias y otros altos jefes rebeldes, relevarlo del mando a cambio de conservar el liderazgo político que la gente requería para continuar con la lucha armada, para entonces era enero del año de 1811.

De Aguascalientes marcharía a Zacatecas donde estuvo hasta marzo de 1811 y tras acordar con Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, viajar a la Unión Americana en busca de armas y parque para continuar la lucha, todos ellos son traicionados por el coronel realista, Ignacio Elizondo, que se había infiltrado en sus filas con el argumento de haber desertado del ejército de la Corona Española, los hace presos en Acatita de Baján, muy cerca de la población de Monclova, Coahuila, aun cuando otros historiadores citan que fueron hechos prisioneros en la comunidad de Norias del Bajío, en Saltillo, Coahuila.

Miguel Hidalgo sería llevado a Monclova, en tanto que sus lugartenientes fueron trasladados a la ciudad de Chihuahua donde permanecieron en la cárcel hasta que se les pasó por las armas, juzgados por una corte marcial.

independencia6sep14fEl 26 de marzo de 1811, Hidalgo sería trasladado a El Álamo y Mapimí, donde permaneció encerrado hasta el 23 de abril, cuando se le confinó en la prisión estatal y el 27 de julio fue degrado del sacerdocio que ejercía, rapado para borrar todo vestigio de bautizado en la religión cristiana y finalmente, el 30 de julio de 1811, fusilado en las cercanías del Hospital Real de la ciudad de Chihuahua.

Sus verdugos centraron sus disparos en el pecho y abdomen del cura Hidalgo, bajo estrictas órdenes militares, en virtud de que sería decapitado y su cabeza, junto con la de sus subordinados, Juan Aldama, Ignacio Allende y Mariano Jiménez, depositadas en jaulas de acero y estas, con su macabro contenido, colgadas para exhibición pública en las cuatro esquinas de La Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato.

El resto de su cuerpo fue sepultado en Tercera Orden de San Francisco, en Chihuahua, donde permaneció hasta 1824, cuando junto con su cabeza, fue traído a la hoy Columna de la Independencia, donde descansan para siempre.

Hasta el final, Hidalgo defendió la Independencia y “el derecho que todo ciudadano tiene cuando cree que la patria está en riesgo de perderse”, según mencionan sus biógrafos e historiadores.

Con su muerte y la de sus subordinados principales, termina la primera etapa de la Guerra de Independencia, que luego seguiría bajo el mando del llamado Siervo de la Nación, José María Morelos y Pavón, del que hablaremos en la siguiente entrega.

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